Insípida tarde
Solo el toro de Pedraza de Yeltes destacó en un rosario de reses mansas y descastadas de seis hierros diferentes
Un toro de seis es un premio muy escaso. Y no es que el de Pedraza de Yeltes hiciera un juego sobresaliente, pero destacó en el rosario de animales guapos por fuera y con las entrañas podridas.
Cabizbajos salieron de la plaza los toreros actuantes, molestos, sin duda, por el mal juego de sus lotes, a sabiendas de que esa lujosa oportunidad había sido imposible para su futuro. Los tres demostraron entrega, oficio y decisión, pero a ninguno les servirá esta corrida para mirar el porvenir con cierta esperanza. En estos casos, la profesionalidad solo sirve para no dar un paso atrás.
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Un toro de seis es un premio muy escaso. Y no es que el de Pedraza de Yeltes hiciera un juego sobresaliente, pero destacó en el rosario de animales guapos por fuera y con las entrañas podridas.
Cabizbajos salieron de la plaza los toreros actuantes, molestos, sin duda, por el mal juego de sus lotes, a sabiendas de que esa lujosa oportunidad había sido imposible para su futuro. Los tres demostraron entrega, oficio y decisión, pero a ninguno les servirá esta corrida para mirar el porvenir con cierta esperanza. En estos casos, la profesionalidad solo sirve para no dar un paso atrás.
Una tarde insípida, apagada y decepcionante; la deslumbrante estampa de los toros había despertado una gran ilusión, pero se emborronó con la falta de fuerzas en unos casos y la apabullante sosería en otros.
Precioso, como son todos los de la casa, el toro de Partido de Resina, que abrió plaza, y acudió con nobleza al capote decidido de Serafín Marín, que volvía a Las Ventas después de ocho años de ausencia. Pero ya en esos primeros compases evidenció el animal que venía corto de fortaleza. Dos picotazos en el caballo, enfermeros vestidos de toreros que lo cuidaron para que no mordiera el polvo, y llegó a la muleta con una manifiesta invalidez.
El segundo de Marín, cuarto de la tarde, un toro de Peñajara de los que llaman la atención por su belleza, ensabanado, petulante, de mirada altivo, y pensativo, muy pensativo a la hora de acudir al picador. Se lucieron en banderillas Marcos Prieto y Diego Vallador, pero no pudo hacer lo mismo el matador porque el animal se paró, siguió pensando y aburrió a las ovejas, al tiempo que Serafín Marín dejaba un soplo de añeja torería a pesar de lo poco que pisa los ruedos.
El de Samuel Flores —segundo de la tarde— no era gran cosa de cuello para abajo, pero lucía dos bieldos en su cabeza muy respetables. Manso, deslucido, con la cara alta, soso, sin calidad ni celo. Una prenda, con el que Rubén Pinar estuvo solvente y sin apreturas.
No hay quinto malo, y salió el toro de José Escolar, también de bonitas hechuras, que tampoco hizo buenas migas con el picador, cortó el viaje en banderillas, y se desplazó en la muleta con sosa parsimonia y falto de vida. Pinar, bien plantado en todo momento, le robó algunos meritorios muletazos por ambos lados, pero su labor no pudo pasar de discreta.
Quedan el tercero, de Victoriano del Río, y el sexto, de Pedraza de Yeltes; ambos fueron aplaudidos, sin un gran empeño, pero ovacionados en el arrastre, pero ninguno de ellos mereció tal honor.
El primero manseó sin disimulo en el primer tercio, se vino arriba en banderillas y fue muy desigual al final. Gómez del Pilar, en un buen estado de forma, y bien colocado y asentado, se dobló con torería en el inicio de muleta, y le robó dos cortas tandas de apreciables naturales en el contexto de una meritoria actuación que deslució en la espada.
Y salió Sombrero, el sexto, el más cómodo de cabeza de toda la corrida, que empujó con los riñones en el primer puyazo, no recibió más que un picotazo en el segundo, al que acudió desde los medios, y, antes de que el público pidiera que se le colocara para un tercer encuentro, el presidente cambió a toda prisa el tercio y se ganó una más que merecida bronca. Con los tendidos encrespados, Del Pilar brindó a la concurrencia, se hincó de rodillas, y se lució de verdad en un muletazo por alto y cuatro derechazos largos y henchidos de emoción. El animal repetía humillado, el torero bajó la mano y surgieron destellos de buen toreo que no tuvieron continuación porque el animal empezó a defenderse y al torero le costó un mundo acoplarse al nuevo comportamiento. El toro tuvo menos claridad por el lado izquierdo, y pronto se paró. Otra vez, la espada emborronó la buena imagen de Gómez del Pilar.
Al final, este Sombrero fue elegido como el toro más bravo; Antonio Peralta, de la cuadrilla de Serafín Marín, se hizo acreedor del galardón al mejor picador, y quedó desierto el premio al subalterno ‘mejor lidiador’.
Ya se sabe: tarde de expectación… Y la expectación estaba justificada por las fotos de los impresionantes toros que, después, no hicieron honor a su belleza.
Seis ganaderías/Marín, Pinar, Del Pilar
Toros (todos muy bien presentados) -por orden del salida- de Partido de Resina, inválido y noble; Samuel Flores, manso y deslucido; Victoriano del Río, manso y de juego exigente y desigual; Peñajara, desigual en varas y rajado en el tercio final; José Escolar, desigual en el caballo, soso y parado y Pedraza de Yeltes, bravo en el primer tercio y de más a menos en el tercio final.
Serafín Marín: dos pinchazos y estocada caída y trasera (palmas); estocada (palmas).
Rubén Pinar: estocada y un descabello (silencio); pinchazo hondo y tres descabellos (silencio).
Gómez del Pilar: pinchazo _aviso_, dos pinchazos, estocada _2º aviso_ (ovación); estocada que el toro escupe _aviso_ y un descabello (ovación).
Plaza de Las Ventas. Concurso de ganaderías. 24 de septiembre. Más de un tercio de entrada (8.045 espectadores, según la empresa).