Un guirigay

La desigual presentación y la escasez de fuerza de los toros de El Puerto convirtieron la corrida en una permanente división de opiniones

Emilio de Justo, a la verónica, ante el quinto toro de la tarde.Juanjo Martín Efe

Una pancarta que apareció en el tendido 7 al inicio del festejo lo anunciaba con claridad: “Sin toro”, decía, “nada tiene importancia”. Y se cumplieron los peores augurios. No hubo toro, y los que salieron, desiguales de presentación, mansurrones, blandos y de una nobleza tontuna, no contribuyeron al éxito de la corrida. Solo el segundo volvió a los corrales, pero podrían haberse devuelto varios más si el palco presidencial mantuviera el criterio de hace unos años. Ni este, el de hoy, es el tan cacareado toro de Madrid, y su comportamiento no presagia en modo alguna la emoción.

Por tal ...

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Una pancarta que apareció en el tendido 7 al inicio del festejo lo anunciaba con claridad: “Sin toro”, decía, “nada tiene importancia”. Y se cumplieron los peores augurios. No hubo toro, y los que salieron, desiguales de presentación, mansurrones, blandos y de una nobleza tontuna, no contribuyeron al éxito de la corrida. Solo el segundo volvió a los corrales, pero podrían haberse devuelto varios más si el palco presidencial mantuviera el criterio de hace unos años. Ni este, el de hoy, es el tan cacareado toro de Madrid, y su comportamiento no presagia en modo alguna la emoción.

Por tal razón, la corrida fue un guirigay, entre las continuas protestas de los aficionados más exigentes, que exigían “toro, toro”, pedían la expulsión del presidente o se burlaban del toro con gritos de “miau, miau”, y las quejas de otra parte del público que rogaba silencio y respeto para lo que sucedía en el ruedo. En fin, que hubo más atención -enfados y también entretenimiento- en los tendidos que en la arena, lo cual es síntoma inequívoco de que la corrida hizo aguas.

Por un momento, pareció que la lidia del quinto le daría la vuelta al calcetín. Emilio de Justo lo recibió con unas verónicas ordoñistas, con la pierna flexionada, largas y garbosas; banderillearon con brillantez Morenito de Arles y Pérez Valcárcel, y el matador repitió con la muleta lo que había con el capote, en muletazos templados que hicieron crujir la plaza. Por fin. Cuando De Justo citó en la primera tanda con la mano derecha, se hizo un silencio de expectación, y los pases surgieron henchidos de buen gusto y ligazón; repitió dos veces más por el mismo lado ante un animal noble en demasía que no aportaba la necesaria tensión a la supuesta pelea. Bajó la agitación al natural porque el toro levantaba la cabeza al final de cada muletazo y deslucía el encuentro, a pesar de lo cual una trincherilla final fue un destello de inspiración. Cuando la oreja parecía concedida, pinchó y se acabó el misterio.

Algo parecido le sucedió a Roca Rey ante el tercero, un toro muy protestado que provocó una encendida división de opiniones en los tendidos. El torero peruano trató de aislarse del griterío y buscó el triunfo con verdadera ansiedad ante un oponente noble y soso al que toreó despegado, pero valiente a carta cabal. Unas bernadinas ceñidísimas levantaron al público de sus asientos, pero un pinchazo lo dejó en una ovación que el diestro agradeció desde el callejón.

Y no hubo más. Bueno, el picador Paco María dictó una lección de torería en los dos medidos puyazos al cuarto, y Antonio Chacón se lució en dos vistosos pares de banderillas al sexto.

La lidia del primero de la tarde transcurrió entre protestas, y Manzanares anduvo por allí a medio gas, en una actuación simplemente correcta y de escasa entrega. El cuarto era tan soso y descastado que no admitía un pase.

Algo peor le sucedió a Emilio de Justo con el sobrero de El Vellosino, que huía despavorido en cuanto veía a algún ser humano en el ruedo. Salió distraído, barbeó tablas en varias ocasiones y explicó en su idioma que no quería pelea de ningún tipo.

Y Roca Rey no fue capaz de cogerle el aire al noble sexto, quizá el más encastado del encierro y, por tanto, dificultoso. En vista de que las tandas de muletazos no salían limpias y nacían ausentes de la más mínima calidad, optó por un circular y tampoco aquello caló en nadie. En fin, que no pudo ser, que la tarde estaba cuesta arriba y que el torero peruano no encontró el camino que había recorrido en su primero.

Ya lo decía la pancarta: Sin toro nada tiene importancia. (Y sin toreros). Pues eso.

Puerto de San Lorenzo/Manzanares, De Justo, Roca Rey

Dos toros de El Puerto de San Lorenzo, segundo (devuelto) y quinto, noble y con clase; tres de La Ventana del Puerto, tercero (noble), cuarto (descastado) y sexto, noble y repetidor; y uno de Valdefresno, el primero, noblote. En general, desiguales de presentación, mansurrones y blandos. Sobrero de El Vellosino, justo de presentación, manso y descastado

José María Manzanares: estocada (ovación); pinchazo y estocada contraria (silencio).

Emilio de Justo: pinchazo y estocada (silencio); _aviso_ pinchazo y estocada (ovación).

Roca Rey: _aviso_ pinchazo y estocada (ovación); estocada (silencio).

Plaza de Las Ventas. 25 de mayo. Decimocuarto festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).

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