Los guapos y sus toros perrunos
Manzanares corta dos orejas baratas y Cayetano pasea una de una corrida justa de trapío, casta y fuerza
“¡Guapo!, ¡guapo!” Ni una, ni dos, ni tres; incontables fueron las ocasiones en las que sonaron tales gritos desde los tendidos. Provenían de simpáticas señoras o señoritas que habían acudido al reclamo del “cartel de los guapos”. Los guapos en cuestión eran José María Manzanares y Cayetano. Su compañero, David Fandila El Fandi, suponemos que no entra en dicha categoría de belleza física. ¿O sí? Quién sabe…
El caso es que con El Fandi y la pareja de guapos la plaza registró una mejor entrada, pero no se llenó. Hace no tantos años, sí se llenaba. Otra señal de alarma. En los tendidos hub...
“¡Guapo!, ¡guapo!” Ni una, ni dos, ni tres; incontables fueron las ocasiones en las que sonaron tales gritos desde los tendidos. Provenían de simpáticas señoras o señoritas que habían acudido al reclamo del “cartel de los guapos”. Los guapos en cuestión eran José María Manzanares y Cayetano. Su compañero, David Fandila El Fandi, suponemos que no entra en dicha categoría de belleza física. ¿O sí? Quién sabe…
El caso es que con El Fandi y la pareja de guapos la plaza registró una mejor entrada, pero no se llenó. Hace no tantos años, sí se llenaba. Otra señal de alarma. En los tendidos hubo más gente, pero los aficionados siguieron sin aparecer. Como el toro bravo y encastado, que sigue en paradero desconocido.
Porque poco de bravos y encastados tuvieron los astados de Juan Pedro Domecq y Victoriano del Río que salieron por toriles. Además, respecto a días anteriores, el trapío también se resintió. Impresentable fue el primero de Victoriano, abierto de cara, pero degollado de papada y sin morrillo; muy justo el segundo, de Juan Pedro, bien hecho, pero lavadito por delante; y también en el límite el que cerró plaza, más alto, pero con pocos pitones y sin remate.
Toritos con aspecto y comportamiento perruno que transmitían de todo menos miedo. No llevaban más que unos pocos segundos en el ruedo cuando abrían la boca, sacaban la lengua y doblaban las manos. Qué penica daban; a uno le entraban ganas de bajar a pegarles un achuchón a ver si se animaban.
Todos se cayeron. Todos. Unos más que otros, eso sí. Los que se llevaron la palma fueron segundo y cuarto, ambos con el hierro de Juan Pedro Domecq. Pese a que los picadores no hicieron más que señalarles un picotazo, los dos no pararon de derrumbarse ante la frustración de toreros y público.
Lógicamente, ni Manzanares ni El Fandi les pudieron bajar la mano y se dedicaron a intentar mantenerlos en pie, mientras el público pedía que sonara la música con insistencia. Y no habría estado mal que tocara la banda, si se hubiera arrancado con una marcha fúnebre.
El Fandi, que entusiasmó a las gentes con sus habituales pares de banderillas a toro pasado, anduvo despegado y templadito frente al noble y codicioso, pero blandísimo primero de Victoriano, y nada pudo hacer con el inválido cuarto de Juan Pedro. Bueno, sí, lo que hizo fue darle tiempo y espacio con la esperanza de que el animalillo se recuperara. Pero ni con una bomba de oxígeno; lo que necesitaba el toro era una silla de ruedas.
Aun así, tras matarlo de una estocada trasera a la primera, ¡le pidieron la oreja! En vez de lanzarse al ruedo indignados a por Juan Pedro para llevárselo a la cárcel -y, de paso, también a los empresarios por volverle a contratar-, ¡le pidieron la oreja! Ver para creer.
No se la dieron al Fandi, pero sí a los guapos. Vaya discriminación. Dos le regalaron a Manzanares tras una faena templada y sin apreturas al único toro que tuvo algo de casta. Fue el quinto, de Victoriano del Río, que además de calidad y nobleza, contó con un mínimo de movilidad y transmisión. Siempre colocado al hilo y toreando a media altura, el alicantino acompañó las embestidas con su elegante empaque y ligó tandas de tres muletazos y el de pecho. Casi todo con la mano derecha, por supuesto; por el izquierdo solo hubo un intento de serie, que resultó enganchada. Toma puerta grande.
Lo de más verdad de semejante simulacro taurómaco lo realizó un arrebatado Cayetano en el sexto, frente al que firmó una estimable tanda en redondo, antes de dejar algunos detalles de personalidad en un puñado de naturales sueltos a pies juntos con la figura vertical. Ante el tercero, que deambuló entre la casta y el genio, anduvo más perdido.
Por cierto, el cartel de los guapos no se anunció como tal, sino como “Desafío ganadero”. Con dos narices.
Domecq-Del Río / Fandi, Manzanares, Cayetano
Tres toros de Juan Pedro Domecq (2º, 3º y 4º), justos de presentación, nobles, flojos y descastados; y otros tres de Victoriano del Río (1º, 5º y 6º), muy desiguales de presencia (impresentable el 1º y muy justo el 6º), mansos, blandos y descastados. Destacó el buen 5º, que tuvo calidad y un punto de casta.
El Fandi: estocada trasera y atravesada y un descabello (saludos tras petición minoritaria de oreja); estocada trasera (saludos tras petición minoritaria).
José María Manzanares: pinchazo hondo (saludos); media estocada (dos orejas).
Cayetano: dos pinchazos y estocada corta, trasera y tendida (algunas palmas); estocada atravesada y un descabello (oreja).
Plaza de toros de Albacete. 13 de septiembre. Sexta de abono de la Feria de la Virgen de los Llanos. Casi tres cuartos de entrada.