One Direction se come (todavía) a Harry Styles
Tras cuatro años de espera, casi 15.000 personas reciben en Madrid al artista pop del momento. El último gran fenómeno fan ofreció un sencillo espectáculo de música en directo centrado en las canciones de su último disco
Cuando la boy band británica One Direction empezó, allá por 2010, María Trueba, hoy con 17 años, tenía solo cinco. “Sí recuerdo cuando se separaron, en 2016, porque fue un drama para mi prima mayor; ella fue la que me introdujo en su música”, contaba la noche del viernes esta adolescente, vestida con ropa de colores alegres de estilo retro y con una boa de plumas rosa fucsia al cuello, por lo visto...
Cuando la boy band británica One Direction empezó, allá por 2010, María Trueba, hoy con 17 años, tenía solo cinco. “Sí recuerdo cuando se separaron, en 2016, porque fue un drama para mi prima mayor; ella fue la que me introdujo en su música”, contaba la noche del viernes esta adolescente, vestida con ropa de colores alegres de estilo retro y con una boa de plumas rosa fucsia al cuello, por lo visto, el accesorio oficial de los fans de Harry Styles.
“Harry llevó una a los Premios Grammy el año pasado y también sale con ella en los vídeos. Él considera que la ropa no tiene género, así que chicos y chicas llevamos lo mismo: boas de plumas, o faldas, o tops cortitos sin tener cuerpos delgados. Con su mensaje hace que nos sintamos cómodos y libres”, contaba, idea que se vio argumentada con las decenas de banderas LGBT que veremos durante el concierto, una de ellas en manos del propio cantante. Para Carlos Mariño, 56 años, mánager de artistas como Kiko Veneno o Fangoria, estar entre el público de la única parada en España de la gira mundial de la más reluciente estrella masculina del pop actual no deja de ser una sorpresa. “Justamente, estoy aquí porque quiero comprobar cómo ha hecho Harry Styles para sumar a su base de fans de boy band otro público que ignoraba profundamente su antigua banda, como es mi caso; y todo esto más allá de que haya hecho una de las canciones pop más redondas de los últimos años, As it was. Pero esto no es razón suficiente que justifique la expectación que ha levantado. Así que, solo puedo decir que he venido para ver su magia… si la tiene”, dice.
El dilema de la velada, pues, estaba claro. ¿Ha saltado de nivel Harry Styles? Y de ser así, ¿lo ha hecho sin traicionar a sus fieles seguidores de antes, que el día del concierto en Madrid acamparon durante horas bajo el sol a temperaturas por encima de los 35 grados, sonriendo y cantando sin parar, antes, durante y después de algo más de hora y media de show? La respuesta es que, al menos por ahora, Styles sigue perteneciendo claramente a la liga de las estrellas pop que arrancan sonrisas y suspiros, pero cuya propuesta aún adolece de credibilidad. Y eso que anoche, sobre el escenario del Wizink Centre de Madrid, el británico de 28 años, ya ganador de un Premio Grammy, derrochó carisma y ganas.
Porque de eso no hay duda: hablamos de un artista magnético que, definitivamente, ha abierto la puerta a una nueva manera de ser ídolo pop, gracias a su imagen andrógina y provocadora —anoche sorprendía con look de arlequín, pantalón y top de estampados geométricos, collar de bolas rosas, zapatillas Adidas y uñas de color verde. Lo cierto es que tampoco él se esfuerza en dejar a un lado ese pasado, todo lo contrario. No lo hace en su manera de vincularse con el público: es la actitud, claramente nacida de un concurso de talentos de televisión, lo que más llama la atención en directo, corriendo por la pasarela arriba y abajo, preguntando nombres a las jóvenes de las primeras filas y saltando y moviendo el cuerpo de forma exagerada.
Es verdad que venimos a entretenernos. Y lo consigue la mayor parte del concierto. Pero se echa en falta cierta calidez, algo de profunda personalidad. Mientras musicalmente los temas han crecido a lo largo de sus tres discos en solitario, obligando a los críticos a mencionar nombres como Fleetwood Mac, Queen, Bon Iver, Tame Impala, Arctic Monkeys o The Strokes en las reseñas de sus discos, las letras están estancadas, porque permanecen en el mismo punto amable e inofensivo, dando forma a un personaje algo banal que muestra tener una vida fácil (Keep driving), con tenues momentos de soledad, siempre subsanados por la euforia (As it was), con pinceladas de sexo (Watermelon Sugar) y algo de cocaína (Daylight). De hecho, solo podemos intentar decir lo que su música hace, porque de la persona que hay detrás, verdaderamente, poco vemos en sus versos. Y lo que hace es lo que vimos anoche: casi 15.000 personas enfervorizadas gritando y gritando hasta hacer doler los tímpanos delicados (literalmente), y dejando poco espacio a la escucha activa de las canciones. Pero eso mismo les pasaba a McCartney, Lennon y compañía cuando nació el fenómeno fan tal y como lo entendemos hoy en día, y su progresión como músicos no se vio afectada… aunque esa es otra historia.
El concierto del viernes de Harry Styles en Madrid, el primero del británico en la capital tras cuatro años, se enmarca en su momento de mayor popularidad, con un tercer disco, Harry´s House (2022), que por ahora es el más vendido en Reino Unido en lo que va de año y que ya ha sido número 1 en Estados Unidos. A esto hay que sumar su reciente colección para la exclusiva firma italiana Gucci y su noviazgo con la estrella de Hollywood Olivia Wilde. Harry Styles es, en definitiva, el hombre del momento. Y si no lo fuera daría un poco lo mismo: sus fieles fans, que le seguirán al menos un par de discos más, habían agotado las entradas hacía ya dos años —este tour fue cancelado en dos ocasiones por la pandemia.
Muy diferente, en cualquier caso, hubiera sido el concierto entonces que ahora, porque el setlist anoche se centró en este último disco, probablemente, con el que más cómodo e identificado se siente el artista. Arrancó con la enérgica Music For A Sushi Restaurant, seguida de dos temas de su álbum de 2019, Golden y Adore You. No es hasta Keep driving cuando tiene lugar la primera gran ovación de la noche (aunque no sea esta la palabra precisa, porque ovaciones habrá con cada gesto del artista), para dar paso a un momento más íntimo con temas donde manda la acústica, Matilda y la folky Boyfriends. Hay, por supuesto, un guiño a su etapa en One Direction, What Makes You Beautiful, el que fuera primer single de la banda hace ya más de una década. La mejor interpretación (y un milagro que por fin pudiéramos escuchar la voz de forma apropiada), es Sign of the times, balada glam-rock con la que Styles llamó la atención sobre su carrera en solitario en 2017. La esperada Watermelon Sugar suena con poca fuerza y en As It Was la voz de Styles, ya en la recta final, se queda corta. La escenografía convence por su sencillez: una banda de cinco miembros vestidos de uniforme en tejido vaquero, con la favorita del público a la batería y coros, Sarah Jones, sobre una colorida tarima escalonada y una enorme pantalla con la cámara siempre centrada en Harry, haciendo algunos interesantes juegos visuales —las linternas de los miles de teléfonos móviles harán el resto—.
A la salida, volvemos a ver a Trueba y Mariño, cada uno con su grupo. Ambos sonríen y se muestran satisfechos por diferentes motivos. Para la primera, el primer bolo de su ídolo ha sido todo lo que esperaba y más — solo hay que ver su rostro iluminado—. El segundo prefiere ser cauto: “No me ha decepcionado, pero tampoco ha cumplido mis expectativas. One Direction todavía se come a Harry, pero con el tiempo ganará Harry”.