José Fernando Molina gusta y abre una generosa puerta grande en su presentación en Madrid
Los Chospes lidia una novillada remendada, impresentable y de juego desigual
Sonriente y feliz, José Fernando Molina se marchó a hombros tras cumplir, seguramente, su mayor sueño: abrir la puerta grande de Las Ventas el día de su presentación en Madrid. Un logro que ya no lo es tanto por lo mucho que se ha devaluado este premio en los últimos tiempos.
Y esta última puerta grande no ha sido la excepción. Una vez más, se otorgó con división de opiniones en los tendidos. Por un lado, la mayoría de los pocos espectadores que acudieron al coso madrileño —muchos de ellos, venidos en autobús desde tierras manchegas—, la pidieron y celebraron; por otro, una minoría de a...
Sonriente y feliz, José Fernando Molina se marchó a hombros tras cumplir, seguramente, su mayor sueño: abrir la puerta grande de Las Ventas el día de su presentación en Madrid. Un logro que ya no lo es tanto por lo mucho que se ha devaluado este premio en los últimos tiempos.
Y esta última puerta grande no ha sido la excepción. Una vez más, se otorgó con división de opiniones en los tendidos. Por un lado, la mayoría de los pocos espectadores que acudieron al coso madrileño —muchos de ellos, venidos en autobús desde tierras manchegas—, la pidieron y celebraron; por otro, una minoría de aficionados asiduos, más exigentes, la protestaron.
Así pues, la pregunta del millón: ¿Fue de puerta grande la actuación de Molina? Hace no tantos años, la respuesta habría sido bien clara: no. Pero, tras lo visto y vivido en esta plaza esta misma temporada, la salida a hombros del joven albaceteño no ha sido la más deshonrosa para la categoría de Madrid. Ni mucho menos.
Porque, para empezar, José Fernando Molina vino a Madrid como debería venir cualquier novillero: a darlo todo. Desde la decisión de irse a recibir a su primero a portagayola, hasta la forma de tirarse a matar a ambos novillos, la suya fue una actuación de entrega absoluta. Y, también, por momentos, de buen toreo. ¿Qué faltó entonces? Más y mejor toreo al natural, y una mayor rotundidad a sus dos faenas.
Ya se ha dicho que el final de la historia fue feliz. Pero lo fue, de milagro. Además de por las dos orejas que cortó, Molina tendrá que dar gracias por salir ileso del percance que sufrió en el recibo al segundo de la tarde. De rodillas y frente a la puerta de toriles (aunque a gran distancia), esperó hasta el final al distraído utrero de Los Chospes, que lo prendió por la chaquetilla y lo lanzó por los aires para después buscarlo en el suelo. No pasó nada, pero la escena fue dramática.
Ese animal, al igual que los otros tres que se lidiaron con el hierro de Los Chospes, fue impresentable. No es que estuvieran terciados, es que tenían pinta de becerros. Ya ni en los festejos de verano sale el toro -o el novillo, en este caso- de Madrid. Mansos en el caballo —salvo el cuarto, que sí cumplió—, los de Fernando Moreno tuvieron nobleza en el último tercio, aunque dispar fondo de casta.
El mejor fue precisamente el primero del lote de Molina. Un novillo que se quedó crudo y que tuvo una gran movilidad y recorrido en el último tercio. El primer acierto del albacetense fue darle distancia. Y, a partir de ahí, atemperar sus emocionantes embestidas. A veces en el sitio, a veces más al hilo, destacó en dos tandas de redondos abrochados con largos y personales pases de pecho.
Aunque la faena bajó enteros por los sucesivos enganchones que sufrió toreando con la izquierda, unas ajustadas manoletinas finales y una estocada cobrada a la primera y ejecutada con indiscutible verdad, pusieron en sus manos el primer trofeo.
Muy recto se tiró a matar también al quinto, un bonito y cuajado ejemplar de Torrealba, tan noble como blando y descastado. Casi siempre cruzado, Molina logró algunos muletazos limpios por ambos pitones, pese al acusado defecto del toro de pegar un cabezazo y defenderse al final de las embestidas. Meritoria labor que en otros tiempos habría sido premiada con una vuelta al ruedo, pero que tuvo la recompensa de una oreja.
A pie y de vacío se marcharon sin embargo sus dos compañeros de terna: Antonio Grande y Arturo Gilio. El primero anduvo siempre muy despegado; mientras que el mexicano, que volvía a Las Ventas tras caer herido en la pasada Feria de San Isidro, pasó desapercibido tras pechar con el peor lote.
Los Chospes y Torrealba / Grande, Molina, Gilio
Novillos de Los Chospes, mal presentados, mansos, nobles y de juego dispar en la muleta, y dos remiendos de Torrealba (5º y 6º), bien presentados, mansos, nobles, blandos y descastados. Destacó la movilidad y transmisión del 2º; más corto y complicado el 3º.
Antonio Grande: estocada caída y trasera (saludos con protestas); estocada tendida y desprendida (silencio).
José Fernando Molina: estocada tendida (oreja); estocada desprendida (oreja protestada).
Arturo Gilio: estocada (silencio); estocada corta ligeramente trasera, tendida y contraria (silencio).
Plaza de toros de Las Ventas. Domingo 19 de junio. Un cuarto de entrada (5.018 espectadores, según la empresa).