Vic-Fezensac, cuarenta años venerando al “toro-toro”
La variedad de encastes y el tercio de varas son los protagonistas en esta plaza del suroeste francés
Como si de un exilio se tratara, cada año, por Pentecostés, y coincidiendo con el final de la Feria de San Isidro de Madrid, cientos de aficionados españoles ponen rumbo a una pequeña localidad del suroeste francés llamada Vic-Fezensac. Allí, desde hace 40 años, se celebra la Feria del Toro. En sus carteles, ni rastro de las llamadas figuras del toreo. Tampoco de ninguna de sus ganaderías de cabe...
Como si de un exilio se tratara, cada año, por Pentecostés, y coincidiendo con el final de la Feria de San Isidro de Madrid, cientos de aficionados españoles ponen rumbo a una pequeña localidad del suroeste francés llamada Vic-Fezensac. Allí, desde hace 40 años, se celebra la Feria del Toro. En sus carteles, ni rastro de las llamadas figuras del toreo. Tampoco de ninguna de sus ganaderías de cabecera.
En Vic, los ídolos no son Morante de la Puebla, El Juli o Roca Rey, sino Ruiz Miguel, El Fundi o Alberto Lamelas. Este último, tras su valerosa actuación ante Cantinillo, un encastadísimo manso de Dolores Aguirre lidiado en la feria de 2014, se convirtió en un héroe local. Aún se siguen vendiendo en Vic camisetas con los nombres de los protagonistas de aquella recordada tarde.
En Vic, se respeta y admira a los toreros, pero, sobre todo, y por encima de cualquier otra cosa, se venera al toro. El toro como animal casi mitológico; el toro como símbolo de poder e integridad. Por eso, en lugar de toros artistas, lo que se busca en Vic es el toro-toro (el duro y encastado).
En Vic se venera al toro como animal casi mitológico, como símbolo de poder e integridad
Miura, Victorino Martín, Cuadri, Dolores Aguirre o Barcial son solo algunas de las ganaderías que se han lidiado durante estas cuatro décadas. Unos hierros tan respetados por los aficionados, como temidos por los toreros. Y unas divisas que representan otro de los grandes compromisos de esta feria: la variedad de encastes.
El organizador de todo es el Club Taurin Vicois, un grupo de apasionados aficionados galos que prepara con mimo, durante todo el año, un ciclo de identidad propia en el que se cuida hasta el más mínimo detalle. Para muestra, un ejemplo: tanto las banderillas que se colocan en cada festejo, como el atuendo de los alguacilillos —en este caso, alguacilillas—, se adornan con los colores de la divisa que lidia ese día.
Además, y al igual que sucede en la mayoría de plazas y ferias francesas, alrededor de la corrida, se organizan todo tipo de actividades culturales y festivas que atraen a miles de personas, no solo de España y Francia, sino de otros muchos rincones del planeta.
El interés que despierta la feria de Vic se puede resumir con un dato: pese a que el municipio cuenta con poco más de 3.000 habitantes, el aforo de su plaza de toros, ampliada a finales de los años 90, se acerca a las 7.000 localidades. Y, aunque lleva años sin llenarse, sus tendidos muestran siempre un buen aspecto. ¿La clave? Un público muy fiel -la mayoría de los espectadores son abonados- que acude al reclamo de una tauromaquia casi extinta.
Porque, ¿dónde, si no en Vic-Fezensac, recibiría una corrida de toros catorce o quince puyazos? ¿Dónde, si no en Vic (o en la también francesa Céret), podrían verse toros de encastes y procedencias tan diversas como Saltillo, Santa Coloma, Núñez o Atanasio, concentrados en un solo fin de semana?
Por todos estos motivos; por el respetuoso y expectante silencio que se hace desde que se abre la puerta de chiqueros; por la exigencia de los aficionados en el tercio de varas, obligando a colocar al toro correctamente en suerte y cada vez a una distancia mayor; o por la ausencia de ese triunfalismo orejero que ha calado, incluso, en plazas como Madrid o Sevilla, Vic se ha convertido en exilio obligado para muchos aficionados.
Y no solo es diferente lo que ocurre en el ruedo. También el ambiente y aspecto de los tendidos. El público que acude a plazas como la de Vic-Fezensac es mucho más heterogéneo que el que se ve en la mayoría de cosos españoles. En todos los aspectos: político, social, de género… Y ese es precisamente uno de sus mayores logros: la fiesta de los toros no se identifica con ninguna ideología o estatus social. Es una fiesta del pueblo. De todo el pueblo.
A por la “remontada” en 2023
Pero, como ningún modelo es perfecto, la feria de Vic también ha sido objeto de críticas, sobre todo tras la recién finalizada edición de 2022. “Vine por primera vez a Vic en 2013 y me enamoré de cómo se hacían aquí las cosas. En 2014 volví y, desde entonces, soy abonado. No he faltado ni un año desde entonces y esta feria ha sido la peor, sin duda”. Son palabras de Juan Antonio Rivero, aficionado y miembro de la asociación Tres Puyazos, que ha intentado replicar el modelo de Vic en España, concretamente en el municipio madrileño de San Agustín de Guadalix.
“Los toros pueden salir mejor o peor, pero no mal presentados. Venimos aquí por el trapío del toro y por la suerte de varas, y si esto se deja de cuidar dejaremos de venir”, añade tajante. Una opinión compartida por Alejandro Cortijo, presidente de Burladero Joven, una asociación que reúne a jóvenes aficionados y que cada año recorre miles de kilómetros “en busca de la casta y bravura de verdad”. Él es otro de los fieles a Vic que, si el próximo año no mejoran las cosas, también abandonará.
Finalizada la feria, Vic anunciará en otoño las ganaderías que se lidiarán el próximo año
“Hemos tomado nota de todas las críticas. El aficionado es el que paga y tiene todo el derecho a quejarse”. Así responde a la llamada de EL PAÍS Etienne Barbazan, vicepresidente del Club Taurin Vicois, quien reconoce la decepción general por lo acontecido en la última feria: “Somos conscientes de que la gente no ha salido contenta. Ha sido una feria complicada”.
Barbazan, que promete una “remontada” en 2023, achaca el decepcionante resultado a varios factores: “No se han cortado orejas porque no se han matado bien los toros. No recuerdo ninguna feria en la que todos los toreros hayan fallado con la espada”, explica. En cuanto a la pobre presentación de algunos toros, se justifica diciendo que “hubo animales que perdieron mucho peso en el viaje y en los corrales, mientras que otros se pegaron, quedando inutilizados para la lidia”.
Organizar una feria al margen del sistema taurino no es fácil, sobre todo a la hora de contratar a los toreros, por muy modestos que sean: “Hasta once novilleros nos dijeron que no cuando los llamamos. Novilleros punteros y no tanto. Y con los matadores nos ocurre más o menos lo mismo”. Pese a estas dificultades, y una vez finalizada la presente temporada, durante el otoño, Vic anunciará las ganaderías que se lidiarán el próximo año. Solo entonces, cuando los auténticos protagonistas de su Feria del Toro estén seleccionados, descolgarán el teléfono para averiguar qué valientes están dispuestos a hacerles frente.