La faena de una vida

El subalterno Fernando Sánchez cerró su exitosa feria con dos sobresalientes tercios de banderillas

Sergio Serrano brindó al público el quinto toro de la tarde.Zipi Aragón Efe

El diestro albaceteño Sergio Serrano se esfuerza denodadamente por salir definitivamente de la incómoda zona desde la que trata de abrirse camino en esta complicada profesión. Ha dejado buen sabor cada vez que ha pasado por esta plaza, pero no ha dado aún ese aldabonazo que define para bien una trayectoria.

Vino a Madrid a salir por la Puerta Grande, y lo demos...

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El diestro albaceteño Sergio Serrano se esfuerza denodadamente por salir definitivamente de la incómoda zona desde la que trata de abrirse camino en esta complicada profesión. Ha dejado buen sabor cada vez que ha pasado por esta plaza, pero no ha dado aún ese aldabonazo que define para bien una trayectoria.

Vino a Madrid a salir por la Puerta Grande, y lo demostró desde el momento en que cruzó el ruedo cuando los clarines y timbales anunciaron la salida del segundo toro, se plantó de rodillas cerca de la segunda raya, frente a la puerta de toriles y allí esperó a su oponente.

El toro, astifino como todos sus hermanos, lo vio a lo lejos, se paró, lo midió y volteó al torero de mala manera; Serrano quedó medio envuelto en su capote y el animal lo buscó con saña, dispuesto, sin duda, a darle un serio disgusto. No pasó nada grave, felizmente, pero ahí quedó la carta de presentación de quien llegaba a por todas.

No hubo más con el capote, el toro manseó en el caballo, acudió sin codicia a los banderilleros —Fernando Casanova se trastabilló a la salida de un par, cayó al suelo y se llevó un buen susto—, pero llegado el tercio de muleta, toro y torero se pusieron de acuerdo para ofrecer unas pinceladas de excelsa tauromaquia.

Acudió el animal con templanza en los primeros compases por bajo, colaboró en un par de tandas con la mano derecha, bien rematadas con largos pases de pecho. Y lo bueno llegó con la zurda, cuando el toro dijo que su pitón era el izquierdo. Fueron tres las tandas de naturales de categoría las que Sergio Serrano interpretó, con la colaboración imprescindible de la clase, la fijeza y la humillación de su oponente.

Fue un toreo exquisito, ejemplo de templanza y hondura, en el que Serrano se regodeó en cada muletazo, que crujía en los tendidos. Unos ayudados por bajo, de enorme prestancia, dieron paso a la suerte suprema.

Y ahí todo hizo aguas. Serrano pinchó hasta tres veces antes de que sonara un aviso, cobró una estocada después y acabó con el toro con tres descabellos.

Dice un aficionado albaceteño: “Cuando te pasa el tren hay que tirarse a la máquina del talgo”. Y Serrano no lo hizo. Falló cuando había que acertar, y él mismo desinfló el sueño que había creado.

Quizá, haya sido la faena de su vida en Madrid, o, quizá, la gran faena desperdiciada de su vida. Muchos contratos se han esfumado con esos pinchazos que se le habrán clavado a él en sus entrañas.

Volvió a la puerta de toriles en el quinto, al que veroniqueó apasionadamente. Brindó al público, pero el toro, sosísimo, no le permitió floritura alguna.

Al final del festejo recibió la Oreja de Oro que entrega la Asociación de la Prensa al diestro triunfador, que, con toda seguridad, habrá tenido para él un sabor muy agridulce.

Román pechó con un lote bastante infumable, lo que no evitó que volviera a demostrar que ha recuperado la fe en sí mismo. El tercero, bronco y violento, lo medía más que un sastre, pero el torero no se arrugó en ningún momento; hizo un gran esfuerzo ante el muy soso sexto y nada pudo conseguir.

No triunfó Román, pero sí el subalterno Fernando Sánchez, integrante de su cuadrilla. Dicen los números que ha hecho diez paseíllos en esta feria y ha saludado en ocho ocasiones. Hoy, ha protagonizado dos espectaculares tercios de banderillas, y la plaza, puesta en pie, le ha obligado a desmonterarse, como sucede en las grandes ocasiones.

El director de lidia, Antonio Ferrera, pasó un poco desapercibido a pesar de su implicación manifiesta ante el cuarto —el primero no tenía un pase—, al que hizo embestir en base a una entrega encomiable. Hubo un par de pases de pecho magistrales, largos, de pitón a rabo, y algunos buenos derechazos aislados.

Acabó la larga Feria de San Isidro, y flotó en el ambiente la decepción de una corrida siempre esperada y que en esta ocasión no ha cumplido con las expectativas. Nada es perfecto.

Martín/Ferrera, Serrano, Román

Toros de Victorino Martín, bien presentados; manso y deslucido el primero; manso, noble y con clase el segundo; cumplidor en varas y violento el tercero; empujó el cuarto, soso, al igual que el quinto, que fue manso en varas, y sosísimo el sexto aunque cumplió en el caballo. Una corrida decepcionante, deslucida a excepción del segundo.

Antonio Ferrera: pinchazo y media atravesada (silencio); estocada baja _aviso_ y un descabello (ovación).

Sergio Serrano: tres pinchazos _aviso_ estocada y cuatro descabellos (ovación); pinchazo y bajonazo (silencio).

Román: dos pinchazos _aviso_ pinchazo y tres descabellos (silencio); estocada y dos descabellos (silencio).  

Plaza de Las Ventas. 5 de junio. Corrida del 120 aniversario de la Asociación de la Prensa de Madrid. Asistió desde una barrera la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acompañada por Niño de la Capea y Juan Caño,  presidente de los periodistas madrileños. Vigesimonovena y última corrida de la Feria de San Isidro. Casi lleno (19.648 espectadores, según la empresa).

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