El sabor del buen toreo

Morante, que cortó una oreja, y Aguado destacaron a la verónica, y Ponce, por chicuelinas

Morante de la Puebla, a la verónica ante su primer toro.TorosTv

Hubo menos público del esperado para un cartel de campanillas, un detalle para la reflexión. Será que ha hecho mella el frenazo de la pandemia, será que la plaza está lejos, será la presencia de la televisión… No estaría de más que alguien le echara una pensada.

Al menos, hubo buen toreo, y toros muy bien presentados, que no es poca cosa; y que cumplieron con creces en el tercio de varas. Y hubo, también, toreros que no estuvieron a la altura esperada con la muleta, y diversos comportamientos de los toros, muy nobles nobles, encastados otros y deslucidos otra panda.

Los tres tore...

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Hubo menos público del esperado para un cartel de campanillas, un detalle para la reflexión. Será que ha hecho mella el frenazo de la pandemia, será que la plaza está lejos, será la presencia de la televisión… No estaría de más que alguien le echara una pensada.

Al menos, hubo buen toreo, y toros muy bien presentados, que no es poca cosa; y que cumplieron con creces en el tercio de varas. Y hubo, también, toreros que no estuvieron a la altura esperada con la muleta, y diversos comportamientos de los toros, muy nobles nobles, encastados otros y deslucidos otra panda.

Los tres toreros se lucieron con el capote. Comenzó Ponce en el que abrió plaza con un primoroso y muy elegante quite por chicuelinas; en el siguiente se rompió Morante a la verónica, con esa personalidad tan especial de este torero; y en el tercero se desbordó Aguado en los lances de recibo, primero, y en un quite posterior, a la verónica clásica, con cuatro fogonazos y una media con la pierna de salida flexionada que fueron un gozo para la vista.

Y no acabó ahí el asunto del sabor torero.

Morante se sintió artista en el último tercio de la lidia de su primer toro, y la faena de muleta fue un canto a la cadencia, la hondura y la ligazón. El toro, noble y obediente al cite, le permitió lucir un toreo templado y suave que sonaba a puro sentimiento. Fueron tres tandas con la mano derecha, y cuando el animal mostró síntomas que se le acababa el fondo, el torero lo acarició con gracia y armonía con cuatro naturales y un largo pase de pecho, verdaderos trazos de arte. Unos ayudados por bajo finales y un desplante, pura orfebrería. El sobrero quinto pretendió emborronar lo vivido, y aunque acudió hasta tres veces al caballo, fue un animal esaborío y descompuesto.

Domecq / Ponce, Morante, Aguado

Toros de Juan Pedro Domecq, -el quinto, devuelto-, muy bien presentados y bravos en el caballo; muy nobles los dos primeros, encastados tercero y cuarto, y desfondado el sexto. El sobrero, de Daniel Ruiz, bravo y muy deslucido.

Enrique Ponce: estocada trasera y baja y tres descabellos (silencio); estocada caída (silencio).

Morante de la Puebla: estocada caída (oreja); dos pinchazos, media tendida, un descabello y el toro se echa (protestas).

Paco Aguado: pinchazo, estocada caída _aviso_ y dos descabellos (ovación); cuatro pinchazos y dos descabellos (silencio).

Plaza de Vistalegre. Madrid. 14 de mayo. Segunda corrida de feria. Más de media entrada de un aforo máximo permitido de 6.000 personas.

Todo el buen sabor que dejó Aguado con su manejo artístico del capote se diluyó en la muleta ante el tercero. Muy bonito fue el inicio por bajo, ganando terreno en cada muletazo, pero la esperanza nacida no cuajó en faena grande. El toro era noble, pero no bobo; codicioso, por el contrario, y con ciertas notas de genio, y eso no acabó de confiar al torero, que prefirió andar mucho y torear poco, y dejar detalles sueltos antes que ligazón. No estuvo Aguado a la altura que su oponente exigía. Muy apocado y sin ganas de embestir fue el sexto, y ahí se acabó la lidia.

Y el torero más veterano, Ponce, ni tuvo toros para su especial momento profesional ni él destacó por sus condiciones para afrontar una papeleta dificultosa.

Su primero, nobilísimo el animal, duró un suspiro, pero antes de que se convirtiera en un proyecto de cadáver, Ponce ofreció destellos de pura elegancia torera al iniciar la faena de muleta por bajo, suavemente, y andando hacia los medios. No hubo más porque al toro se le iba a vida a borbotones.

Y no se confió nada ante el cuarto, un toro encastado, con fuerza y codicia, ante el que se mostró muy precavido y despegado en una labor desordenada. Al final dibujó tres naturales, lo mejor de su labor.

Muy bien presentada la corrida de Juan Pedro Domecq, con trapío y pitones; y todos, incluido el devuelto, cumplieron ante los picadores; pero ya se sabe que eso cada vez importa menos.

Lo que debe importar, también, es por qué había poca gente en la plaza. Eso es importante.

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