Jorge M. Reverte desvela la historia marroquí de Annual en su libro póstumo

El ensayo ‘El vuelo de los buitres’ ofrece un retrato completo de la cruenta guerra que libró España en el Rif al incorporar las versiones de ambos bandos

El general Dámaso Berenguer, alto comisario del Protectorado de Marruecos, inspecciona con otros oficiales militares la posición de Monte Arruit, en octubre de 1921. Ante los restos de los soldados muertos, se tapa el rostro con un pañuelo por el hedor.efe

Los buitres habían sustituido su habitual planeo, en el que parecen flotar, por rápidos vuelos hacia el suelo, a la caza del inesperado alimento que les proporcionaban los cadáveres de los miles de soldados españoles caídos en la árida zona donde había sucedido lo que quedaría para la historia como el desastre de Annual. Con esa imagen, del 22 de julio de 1921, de cuerpos sin vida pudriéndose al sol, comienza El vuelo de los buitres (Galaxia Gutenberg), libro póstumo del escritor Jorge Ma...

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Los buitres habían sustituido su habitual planeo, en el que parecen flotar, por rápidos vuelos hacia el suelo, a la caza del inesperado alimento que les proporcionaban los cadáveres de los miles de soldados españoles caídos en la árida zona donde había sucedido lo que quedaría para la historia como el desastre de Annual. Con esa imagen, del 22 de julio de 1921, de cuerpos sin vida pudriéndose al sol, comienza El vuelo de los buitres (Galaxia Gutenberg), libro póstumo del escritor Jorge Martínez Reverte, también historiador y periodista, fallecido en Madrid el 24 de marzo de este año, a los 72 años. La obra se publica el miércoles 28 de abril.

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Mercedes Fonseca, viuda de Reverte, dice, en conversación telefónica, que “Jorge siempre quiso escribir sobre Annual”. Ya enfermo, “terminó el libro sobre septiembre, pero tenía tantas ganas que había escrito demasiadas páginas”. “Yo le decía: ‘¿Adónde vas con eso, novio?’. Nos llamábamos así”, añade Fonseca. Su editora en Galaxia Gutenberg y amiga, María Cifuentes, se congratula de que Reverte, columnista de EL PAÍS, “pudo ver maquetado el libro”, que ella encuadra en la no ficción narrativa. “Jorge era sobre todo un historiador militar que contó las grandes batallas de la Guerra Civil. Y ahora nos ha dejado un legado importante, porque la realización de esta obra ha sido muy complicada”.

Eso lo sabe bien la persona que, junto con Cifuentes, tuvo la labor de suprimir páginas y hacer correcciones, Sonia Ramos, que aparece como coautora del libro junto a M’hamed Chafih. Este ha aportado la visión marroquí del conflicto, “lo más novedoso del libro”, apunta ella. Chafih, nacido en Alhucemas, conocía a Reverte “desde hacía unos 30 años”. “Y como casi toda la bibliografía sobre Annual mostraba la visión española, Jorge quería conocer la otra parte”, señala. “Me dediqué a recopilar documentación autóctona y testimonios”. A Ramos le correspondió la tarea de unificar los nombres de personas y lugares marroquíes, así como rastrear las numerosas microhistorias de personajes reales, esos que no suelen estar en los libros de historia.

El líder rifeño Abd-el-Krim, fotografiado por Alfonso el 1 de agosto de 1922, en su casa de Axdir (Marruecos).ALFONSO / MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CULTURA/ARCHIVO GENERAL DE LA ADMINISTRACIÓN

Fueron estos los que hace 100 años sufrieron los errores y contraórdenes de los responsables militares, envalentonados por un espíritu imperialista que se agarraba al último reducto colonial de España. Lo que sucedió fue una derrota por capítulos: los puestos de Abarrán e Igueriben preceden al desastre de Annual y a este le siguen Nador, Monte Arruit… caídos en semanas como una fila de fichas de dominó, entre un caos al que contribuyeron las deserciones en masa de los policías indígenas, utilizados como fuerzas de choque. Reverte hace de aquellos acontecimientos un relato pormenorizado, cronológico, en el que señala en especial la responsabilidad de Manuel Fernández Silvestre, “un general tan valiente como pagado de sí mismo”, al mando del Ejército en la zona oriental del Protectorado, como se llamó a la parte que le correspondió a España en su reparto del norte de África con Francia en 1912.

Poemas árabes

Para su investigación, Reverte consultó archivos, prensa de la época, tesis doctorales y hasta poemas, algunos traducidos del árabe por primera vez para este libro por Chafid, que los rifeños dedicaron a sus victorias. El libro calcula que murieron entre 8.000 y 13.000 soldados españoles, a medida que las tropas, aterrorizadas, abandonaban, a veces en desbandada, los fuertes y posiciones. “Es imposible saber cuántos murieron en el bando rifeño”, apunta Chafid. “Lo seguro es que la guerra la perdieron los débiles, como siempre, el Manuel que dejó su pueblo en Extremadura reclutado o el Mohamed que dejó la era para luchar contra una agresión que no entendía bien”.

Soldados españoles trasladan los cadáveres de caídos en el desastre de Annual.Archivo Histórico de Alcalá de Henares

Un mensaje pacifista resuena en las páginas del libro, que incluye una cronología y un glosario con muchos términos de origen árabe. Reverte y sus dos colaboradores dieron forma a un relato con la tensión de una gran crónica periodística. Y en su fondo apuntan dos tesis: que esa guerra “la comenzó España cuando bombardeó Axdir en abril de 1921”, la capital de los rebeldes. Porque tras meses de tensión y refriegas, se quiso solucionar la cuestión a las bravas, con una masacre en esa localidad el día de mercado. Ahí brota un odio a los españoles que “acabaron pagando justos por pecadores”, dice Reverte, cuando las cabilas, en sus sucesivos triunfos, exhibieron “una crueldad infinita para vengar a sus muertos”. Esto engarza con la segunda tesis: que Abd el-Krim, el líder de los rifeños, “no controló esa situación”, con torturas hasta la muerte y atrocidades como cortar los genitales del enemigo para metérselos en la boca. Además, se incumplieron las condiciones de rendición en varias ocasiones: los soldados españoles, ya desarmados, eran aniquilados.

Las plazas españolas cayeron en semanas como fichas de dominó

Uno de los atractivos del libro es la parte sobre Abd el-Krim (1882-1963) y su familia. “Un increíble estratega, el más eficiente luchador anticolonialista de principios de siglo, referente para muchos guerrilleros”, describe el autor. Conocía a sus adversarios porque había sido un alto funcionario a sueldo de los españoles. De familia influyente, Abd el-Krim, un equilibrista, acabó decepcionado con los españoles porque las prometidas mejoras para su pueblo no llegaron. “La I Guerra Mundial lo precipita todo”, escribe Reverte. Su familia tiene tratos con los alemanes y eso no lo puede soportar Francia, que presiona a España para que rompa con él.

Abd el-Krim será quien, tres años después, reunirá a miles de rifeños para ir, plaza a plaza, derrotando a los españoles, a los que cerca y deja sin agua —los soldados llegan a beberse sus orines mezclados con azúcar—ni víveres para, debilitados, ser un blanco fácil.

Tras el desastre, España reconquistó poco a poco el territorio, gracias a los 30.000 hombres que desembarcaron en Melilla. “El desquite”, como lo llamó el entonces teniente coronel Millán Astray, “se convierte en tropelía”, continúa el autor. “Es cuando se producen bombardeos con químicos venenosos”, subraya Chafid, “un tema que aún hoy sigue doliendo en el Rif”. En Madrid, conocida la masacre de Annual, cae el Gobierno, en marzo de 1922. El frente se estabiliza y el informe del general Juan Picasso, encargado de investigar lo sucedido, pide el procesamiento de 39 militares. Los debates parlamentarios son agrios, los altos mandos del Ejército están divididos, ya que una parte no quiere que el poder civil los juzgue. Entre ellos, el general Miguel Primo de Rivera, que con su golpe de Estado, el 13 de septiembre de 1923, acaba con el parlamentarismo y con el proceso abierto por Picasso. “Fue una consecuencia directa de Annual”, asegura Reverte. El rey Alfonso XIII, salpicado por la tragedia, se apoya en Primo de Rivera y amnistía a los procesados.

La guerra la comenzó España cuando atacó Axdir en día de mercado
Jorge M. Reverte

Al final, la imprudencia de Abd el-Krim de atacar el Protectorado de Francia propició el desembarco hispanofrancés en Alhucemas (1925). El guerrero se rinde meses después a los franceses y el general Sanjurjo declara el fin de la guerra de Marruecos el 10 de julio de 1927. Acaba un episodio bélico, pero una de sus consecuencias abrirá, en menos de 10 años, otra guerra. Como apunta Reverte, en Marruecos “se formaron los militares africanistas, muchos de los cuales protagonizaron la sublevación de 1936, y ya en la Guerra Civil emplearon métodos y planteamientos aplicados en el Rif”.

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