Viñetas que luchan con humor por la inclusión
Los cómics ‘Cinzia’ y ‘Mariquita’ coinciden en las librerías para normalizar la libertad de elegir género y orientación sexual y denunciar el acoso contra trans y gais
El empleado la mira durante un rato largo. Sorprendido, levanta las cejas. El papel que acaba de leer no encaja con la joven de cabello rubio, botas y minifalda que tiene delante.
—”En su carnet pone ‘Paul”, le espeta.
—”Ah, eso”, responde ella.
La candidata nota que algo se tuerce, y se siente obligada a explicar. Habla de “transición”, de “naturalización de género”. Pero el hombre ya no escucha, y en la siguiente viñeta la observa con firmeza. “Nuestra empresa necesita personal contento consigo mismo”, concluye, sin dejarle más réplicas. Fin de la conversación. Y de la e...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
El empleado la mira durante un rato largo. Sorprendido, levanta las cejas. El papel que acaba de leer no encaja con la joven de cabello rubio, botas y minifalda que tiene delante.
—”En su carnet pone ‘Paul”, le espeta.
—”Ah, eso”, responde ella.
La candidata nota que algo se tuerce, y se siente obligada a explicar. Habla de “transición”, de “naturalización de género”. Pero el hombre ya no escucha, y en la siguiente viñeta la observa con firmeza. “Nuestra empresa necesita personal contento consigo mismo”, concluye, sin dejarle más réplicas. Fin de la conversación. Y de la entrevista de trabajo. Otra vez.
Quizás, algún día, el arranque del cómic Cinzia no sea más que un mal recuerdo. Pero decenas de mujeres transexuales sufren cada día discriminaciones y vejaciones parecidas, o peores. “Su paro ronda el 80%. Es sangrante, y nos cuesta creer que no tenga que ver con la identidad sexual”, afirma Miriam Guijarro, responsable del área de cultura de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB). El organismo calculó además en 2017 unas 50 agresiones al mes en España por homofobia, transfobia o bifobia. Por esas, entre otras razones, la federación reivindica el tebeo del italiano Leo Ortolani (editado en castellano por Nuevo Nueve), una sátira despiadada y emotiva sobre una transexual en busca de una existencia normal. “Difundir referentes para la comunidad LGTBI ayuda en la autoaceptación, para empoderarnos y para que nuestro entorno entienda mejor la situación que vivimos”, agrega Guijarro.
Motivos parecidos movieron a Juan Naranjo. En su caso, además, las heridas eran personales. También se ha sentido como Cinzia. Y, al igual que ella, ha sabido construirse una vida como los demás, pese a tantos obstáculos. Incluso ha logrado mezclar el valor, los lápices, las acuarelas y el humor para contarlo. Y ha publicado el tebeo Mariquita. Una historia autobiográfica sobre la homofobia, con la editorial Sapristi Cómic. El mismo sello ha lanzado también El príncipe y la modista, de Jen Wang, un cuento de hadas sobre un chico que adora vestirse de mujer. En las librerías, pues, se dibuja un manifiesto a favor de la inclusión. Para recordar a grandes y pequeños que todos somos distintos, pero iguales. Y libres de ser lo que queramos.
“Podría haber reflejado mi infancia en un librito infantil donde se hablase del acoso homófobo de una forma más digerible. Pero quería contar una historia real, con todas las consecuencias. No habría tenido ningún valor si lo hubiese convertido en realismo mágico. Uno de mis objetivos era hacer que no se olvide la violencia por la que hemos pasado los LGTBI”, afirma Naranjo, más conocido en las redes sociales por su apodo, Juanito Libros. Así, dibujó los repetidos insultos de su padre, las humillaciones, el desprecio o aquella fiesta de cumpleaños solitaria.
Con sus imperfecciones y “tachaduras, a medio camino con el cuaderno”, Mariquita podría ser el diario al que cualquier niño acosado fíe su desahogo. “Recuerdo el dolor. Un chico tan normal y corriente como cualquier otro se tuvo que criar en un ambiente en el que tenía tanto miedo a mostrarse tal y como era que incluso se negaba a sí mismo”, explica Naranjo. Y Cinzia también mira hasta el fondo de la oscuridad: relata qué significa acumular rechazos o sentirse como una mancha para la sociedad.
Ambos tebeos, sin embargo, nunca pierden la sonrisa. Mariquita rescata el momento en que su autor intentó tener un orgasmo viendo a Pamela Anderson en Los vigilantes de la playa y la aparición en la pantalla de David Hasselhoff revolucionó sus planes. Y Ortolani empuja el límite de la parodia más allá: ridiculiza estereotipos y prejuicios que el siglo XXI todavía coge prestados de la prehistoria, pero también ironiza sobre el propio colectivo. En el cómic, su afán por incluir a cualquier categoría marginada acaba alargando su sigla hasta LGTBIQSWFNPV, donde SW, por ejemplo, defiende “la orientación sexual hacia Star Wars”. “Nos lo tomamos como un impulso hacia la autocrítica”, afirma Guijarro.
El propio autor, en un vídeo promocional, define Cinzia como “un musical sobre papel”. De hecho, en Italia ya se ha estrenado su adaptación teatral. “Lo interesante es que no trata el tema de la transexualidad desde la imagen habitual, sórdida, ligada a drogas a prostitución. A lo mejor a esas mujeres nunca se les dio la oportunidad de limpiar escaleras, estar en una oficina o dar clases en la universidad. Cinzia muestra situaciones muy cotidianas, pero desde el punto de vista de una trans”, subraya Guijarro. He aquí la clave: los protagonistas de estas viñetas no piden la Luna. Tan solo ser respetados, enamorarse, tener un trabajo o el cariño de la familia. Es decir, trozos de felicidad. Como cualquiera.