Las glorias del ‘jangle pop’

Un nuevo recopilatorio evoca la rama más luminosa de la música alternativa de los 80

R.E.M. a mediados de los ochenta. De izquierda a derecha: Peter Buck, Mike Mills, Bill Berry y Michael Stipe.

Cuando esto acabe, habrá que reinventar el rock. Hablamos, recuerden, de una música tecnificada y social que requería locales de ensayo, estudios de grabación, discográficas, espacios de directo, tiendas, medios de comunicación especializados. Y casi todo habrá desaparecido, junto con el know how del personal que facilitaba que todos aquellos engranajes se movieran con eficiencia.

Así que resulta un buen momento para estudiar cómo funcionaba el rock. No me refiero a las grandes gestas, tipo y-entonces-conquistaron-el-mundo, que dudo mucho se puedan repetir. Pienso en los pequeños...

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Cuando esto acabe, habrá que reinventar el rock. Hablamos, recuerden, de una música tecnificada y social que requería locales de ensayo, estudios de grabación, discográficas, espacios de directo, tiendas, medios de comunicación especializados. Y casi todo habrá desaparecido, junto con el know how del personal que facilitaba que todos aquellos engranajes se movieran con eficiencia.

Así que resulta un buen momento para estudiar cómo funcionaba el rock. No me refiero a las grandes gestas, tipo y-entonces-conquistaron-el-mundo, que dudo mucho se puedan repetir. Pienso en los pequeños movimientos, las tendencias modestas que quizás guarden enseñanzas reciclables. Eso es lo que sugiere la escucha de Strum & Thrum: The American Jangle Underground 1983-1987, un doble recién publicado por Captured Tracks, el estimado sello de Brooklyn.

Portada de 'Strum & Thrum: The American Jangle Underground 1983-1987'.Captured Tracks

Conviene acotar a qué se refieren con jangle, un término poco difundido en España, donde quedó subsumido en la etiqueta de indie. Hablamos de la herencia ochentera de los primeros Byrds y sus predecesores de Liverpool, The Searchers. Un pop anhelante, impulsado por cristalinas guitarras (idealmente, Rickenbacker de 12 cuerdas), con juegos de voces. El nombre deriva de una imagen poética dylaniana, “in the jingle jangle morning”, aparecida en Mr. Tambourine Man, y el sonido, de la versión turbo del mismo tema, firmada por Roger McGuinn y compañía (la verdad sea dicha, los demás instrumentistas eran mercenarios del Wrecking Crew).

Prototipo del jangle pop sería Radio Free Europe (1981), de REM, con la salvedad de que no incluía coros ni siquiera una letra nítida. Eso se le solía excusar a Michael Stipe, con su perfil de criatura ensimismada, pero en general se esperaba del género que reflejara sentimientos desnudos. Incluso, en algunas latitudes, aquella tendencia se bautizó como nueva sinceridad, a partir de una reivindicación literaria de David Foster Wallace.

Como corriente, el jangle tenía problemas de mercadotecnia: unas fronteras poco definidas, entre el power pop y el paisley underground (alias nueva psicodelia). Se podía forzar su materia para lograr su encaje en las radio fórmulas, como se logró con las Bangles, pero pocos grupos tenían de partida unos ingredientes tan vistosos.

En realidad, como evidencia el recopilatorio de Captured Tracks, el jangle era una tendencia geográficamente dispersa. Se beneficiaba, aunque parezca improbable, del circuito abierto por los grupos hardcore, la radical lectura estadounidense del punk británico. Como los hardcoretas, no esperaban ser redimidos por las grandes disqueras y grababan para compañías minúsculas, normalmente en el formato de single. Esa proliferación de iniciativas a 45 r.p.m. ayuda a explicar que Strum & Thrum: The American Jangle Underground 1983-1987 tenga tal nivel de canciones chispeantes firmadas por grupos que no figuran en ninguna enciclopedia del rock: Salem 66, The Reverbs, Sex Clark Five…

Un momento. Leyendo el extenso texto que acompaña al doble disco, termino descubriendo que tal vez las lecciones del jangle no sean recuperables. Se desarrolló en un microclima único. La mayoría de los protagonistas estaban en la universidad, donde se beneficiaban de la llamada college radio, emisoras de corto alcance y alto entusiasmo, que publicitaban escenas marginales. Se fundaban grupos sin grandes perspectivas de longevidad. Quizás ahí esté su enseñanza principal para el rock del siglo XXI: que, excepto para unos pocos afortunados, ya no se materialice en una salida profesional. Que, en el futuro, el modelo dominante sea el rockero (o la rockera) a tiempo parcial.

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