La revelación literaria de las “tataranietas de Rosalía de Castro”

Una nueva generación de poetas gallegas acumula premios nacionales que atraen las miradas hacia una escena de fuerte raigambre cultural

La gallega Olga Novo, Premio Nacional de Poesia 2020, en A Pobra do Brollón, su pueblo natal.OSCAR CORRAL (Óscar Corral)

Las dos últimas ediciones del Premio Nacional de Poesía y la más reciente de Poesía Joven han recaído en obras escritas en lengua gallega y por tres mujeres. ¿Qué está pasando en la esquina noroeste de la península Ibérica? “Reformulo la pregunta”, retruca la poeta y editora Antía Otero. “¿Qué es lo que no ha dejado de pasar? La calidad de la poesía en Galicia ha sido siempre altísima”.

Pilar Pallarés (Culleredo-A Coruña, 1957), que recibió la distinción otorgada p...

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Las dos últimas ediciones del Premio Nacional de Poesía y la más reciente de Poesía Joven han recaído en obras escritas en lengua gallega y por tres mujeres. ¿Qué está pasando en la esquina noroeste de la península Ibérica? “Reformulo la pregunta”, retruca la poeta y editora Antía Otero. “¿Qué es lo que no ha dejado de pasar? La calidad de la poesía en Galicia ha sido siempre altísima”.

Pilar Pallarés (Culleredo-A Coruña, 1957), que recibió la distinción otorgada por el Ministerio de Cultura en 2019 por Tempo fósil, atesora una trayectoria creativa de 40 años; y Olga Novo (A Pobra do Brollón-Lugo, 1975), recién laureada por Feliz Idade, publica versos desde hace 25 años. Lo que ha cambiado, esgrimen la mayoría de autores y editores consultados, es que el centro ha levantado la cabeza y dirigido sus ojos hacia la periferia: España ha descubierto a la estirpe de Rosalía de Castro.

El Premio Nacional de Poesía empezó a concederse en 1977 con esa denominación pero tuvieron que pasar 36 años para que se reconociera una obra en gallego. La agraciada fue en 2013 Os ángulos da brasa de Manuel Álvarez Torneiro, fallecido hace un año. “Lo que ocurre es que nos ha descubierto la crítica española, que está muy centrada en Madrid. Hay otros grandes poetas no gallegos que no están en los círculos madrileños y que tampoco son reconocidos”, afirma Pallarés. Novo opina que los premios “responden a la coyuntura de un momento de los sistemas literarios” y llama a “relativizar su impacto”: “Revela la sensibilidad y apertura de los miembros de este jurado concreto, lo cual no quiere decir que otro año y con otro jurado con sensibilidades distintas se reconozca la calidad de las literaturas periféricas”.

La escritora Alba Cid, Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández 2020.

Gonzalo Hermo (Rianxo-A Coruña, 1987) fue el primer gallego que ganó, en 2015, el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández, un galardón también concedido por el Ministerio de Cultura y que este año ha recibido su paisana Alba Cid por Atlas. Coincide en que lo diferente ahora es “la mirada, porque la poesía gallega es muy potente desde la Edad Media” y ve en las traducciones una de las causas. La obra de Pallarés apenas había sido traducida al castellano cuando se le otorgó la distinción y se puede leer más en inglés que en la lengua de Cervantes. “Mi generación sí ha tenido la suerte de coger un buen momento de interés por la poesía en gallego”, apunta el Premio Nacional de Poesía Joven 2015. “Las traducciones no son ahora tan minoritarias y los premios vienen de ese interés por leernos y traducirnos. Hay que celebrarlo, es una cuestión de justicia histórica”.

Otero, fundadora junto a la también poeta Dores Tembrás de la editorial Apiario, deduce que estas distinciones evidencian una “injusta falta de conocimiento” fuera de Galicia de unas autoras de largo recorrido. Pero no se atreve a dar por hecho que esa desatención a las literaturas periféricas en España haya llegado a su fin: “Todavía es pronto para afirmarlo”. En las 43 ediciones del Premio Nacional de Poesía se han reconocido seis obras en lenguas distintas al castellano (tres en catalán, tres en gallego y ninguna en euskera), la mitad de ellas en las tres últimas ediciones y firmadas por mujeres.

Contra la “extinción”

Alba Cid subraya que la poesía siempre ha jugado un “papel señalado” en la literatura gallega a pesar de su “precariedad estructural” y cree que quizás no haya que darle muchas vueltas al porqué de tantos premios. “Basta con recordar las palabras de [Antonio] Gamoneda cuando afirmó que la media cualitativa de la poesía gallega está por encima de otras”, añade. Efectivamente, el poeta leonés que recibió el Premio Cervantes en 2006 y el Premio Nacional de Poesía en 1988 se declara gran admirador de la lírica gallega actual y sitúa a Pallarés y Novo como “las poetas más fuertes”. Gamoneda cree que su calidad es el fruto de un proceso que se remonta a mediados del siglo pasado, con la “revitalización” y “puesta en valor” de la lengua gallega que comandaron intelectuales y escritores, en buena medida poetas.

“¿Cómo no van a pasar cosas especiales entre el fin del mundo y el río del olvido?”, se pregunta el escritor Manuel Rivas refiriéndose al cabo Fisterra y al sobrenombre con el que los romanos aludían al río Limia, las poéticas lindes que enmarcan el oeste y sur del territorio gallego. Él sí percibe en Galicia “un momento especialmente creativo”, que entronca con una “tradición inconformista, heterodoxa y de libertad” que se remonta a los cancioneros medievales. La poesía gallega se rebela contra “la cháchara y la superficialidad” que prima hoy en día, y alimenta “un espacio local-universal frente a la idea cosmopaleta de la globalización”. No le sorprende la eclosión de voces femeninas: “El pensamiento que sostiene la cultura gallega es ecofeminista. Son las tataranietas de Rosalía”.

Rivas aboga incluso por buscarle un nombre a estos años de “especial” fertilidad poética en Galicia y, como solución de urgencia, propone almeiro, la palabra con la que los pescadores bautizaron los lugares del mundo submarino que son una explosión de vida, aquellos donde los peces crían y el fondo se alfombra de prados de algas. Este hito literario llega, advierte, en una época “contradictoria” para la lengua gallega: “Por una parte sentimos la angustia de la extinción, de la pérdida de hablantes, y por otra, la poesía lanza un mayday y se convierte en un antídoto contra ese peligro”.

Luis Rei es responsable de la colección de poesía Tambo, de la editorial Kalandraka, que publicó los libros de Álvarez Torneiro y Novo que recibieron el Premio Nacional. En su opinión, esta acumulación de reconocimientos es “un poco azarosa”. Entre los cinco poetas gallegos galardonados con premios nacionales en el plazo de siete años hay “un trabajo de 40 años”. “Ha habido muchos años de travesía en el desierto y ahora empiezan a aparecer oasis”, resume. “Antes en Madrid había indiferencia y mucho mirarse el ombligo”.

Jesús Munárriz, funfador de la editorial y librería Hiperión, especializadas en poesía, es crítico con el hecho de que el Ministerio de Cultura otorgue premios literarios. Considera que el funcionamiento de los jurados, integrados por cargos del Gobierno, académicos y representantes de las universidades y de asociaciones de escritores, críticos literarios o periodistas, “deja mucho que desear” porque votan “por afinidades” que “poco tienen que ver con el valor literario”. “No quiere decir que el ganador sea malo, son buenos todos los finalistas”, puntualiza. Ahora aprecia “solidaridades lingüísticas entre los que no escriben en español” y “solidaridad entre mujeres”. “Es un fenómeno político que viene del Gobierno y que hace que se abran los premios”, esgrime. “Los gallegos escribían igual de bien antes, cuando se les hacía menos caso”.

Autores y editores se quejan de la falta de apoyo de las Administraciones públicas en Galicia a un género en el que la comunidad demuestra ser una potencia. Rei reclama políticas de promoción de la poesía entre los gallegos para ampliar lectores. “Lo más asombroso de estos reconocimientos es que nacen por generación espontánea, sin contar detrás con apoyo de la sociedad”, subraya. “La creación literaria en Galicia está muy descuidada, no hay ayudas más allá de residencias literarias impulsadas desde el ámbito privado”, concuerda Otero. Hermo defiende que estos premios nacionales deberían hacer reflexionar a las instituciones: “Han demostrado que apostar por la poesía sería una línea estratégica inteligente”.

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