Un juglar frente a El Cid, el héroe y guerrero mesurado
El actor y director José Luis Gómez conmemora los 25 años de La Abadía llevando a escena los cantares y aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar
De adolescente, José Luis Gómez cabalgó con Rodrigo Díaz de Vivar por las fronteras de la reconquista, en aquellas batallas a campo abierto, con espadas de madera construidas por él mismo. Ahora al académico, actor y director las palabras del Cantar de mio Cid le están lloviendo encima, se le están metiendo bajo los pies, bailando por dentro. Así explica José Luis Gómez su acercamiento al poema épico anónimo (la versión fue compuesta alrededor de 1200) que canta las gestas de un héroe y guerrero “mesurado y leal”, ...
De adolescente, José Luis Gómez cabalgó con Rodrigo Díaz de Vivar por las fronteras de la reconquista, en aquellas batallas a campo abierto, con espadas de madera construidas por él mismo. Ahora al académico, actor y director las palabras del Cantar de mio Cid le están lloviendo encima, se le están metiendo bajo los pies, bailando por dentro. Así explica José Luis Gómez su acercamiento al poema épico anónimo (la versión fue compuesta alrededor de 1200) que canta las gestas de un héroe y guerrero “mesurado y leal”, y que lleva a escena en un espectáculo, Mio Cid, protagonizado y dirigido por él mismo. La obra se representa del 20 al 29 de este mes en el Teatro de la Abadía, de Madrid, en un particular homenaje al centro que él mismo fundó hace 25 años.
Asegura José Luis Gómez (Huelva, 80 años) que la selección de los textos que han presidido su trabajo nunca ha estado relacionada con la oportunidad ni las conmemoraciones, ni siquiera con los papeles que en principio le fueran a ser benéficos. Entró en contacto con el Cantar de mio Cid —que narra la parte final de la vida del caballero Rodrigo Díaz de Vivar desde que inicia el primer destierro en 1081 hasta su muerte en 1099— como aportación a la Academia de la Lengua, tras su ingreso en enero de 2014. “La confrontación me conmovió, no solo por la calidad de ese poema de un hombre desconocido y casi analfabeto, sino por el encuentro con la lengua del antiguo español, una lengua distinta con la que uno ha aprendido a crecer”, explica el director, en una entrevista realizada a través de una plataforma digital tras un ensayo del espectáculo. “Me ha obligado a degustar y articular la lengua de otra manera, a sacar sonidos que estaban en el castellano y ya no están. Me ha conmovido el despertar textos y palabras de nuestras abuelas y bisabuelas”, añade Gómez, para quien en el Cantar de mio Cid aparecen todas las lenguas del país, el galaico, el valenciano, el aragonés, ecos del asturiano y hasta del vasco. “En este texto resuena nuestra casa, nuestra tierra, y no es patriotismo trasnochado a estas alturas de mi vida. Este cantar me lleva a un sentimiento de pertenencia, de identidad. Con las palabras de este poema tengo la sensación de estar profundamente enraizado en mi país, sin alardes de ningún españolismo”.
El Cid, leyenda del imaginario colectivo español, al que los juglares de la época iban engrosando, tergiversando, adornando e incluso inventando lances nuevos, es para Gómez un héroe de profundos rasgos humanos, mesurado y un ciudadano de extraordinaria lealtad. “A pesar de que es consciente de que se comete una injusticia con él, este hombre nunca pierde la lealtad debida a su Rey, se aleja y no lo combate. Eso es absolutamente envidiable y perseguible, igual que la mesura, cuya conciencia ha penetrado en mi zona más templada del espíritu”, añade el director, que confiesa que, aunque en sus años jóvenes no era una criatura mesurada, la vida le ha ido convenciendo de que en la mesura hay una proporcionalidad que tiene que ver con una forma humana que le gustaría poseer.
El espectáculo, en el que Gómez sube al escenario acompañado de la música Helena Fernández Moreno, es de una sobriedad absoluta, con un piano y una silla de enea como únicos elementos escénicos. Una obra en el que el actor ha buscado regresar a la naturaleza del juglar: contar en vivo y de memoria, y en el que el piano, más que piano, es generador de unos sonidos que tienen la textura del acero, el sudor o el polvo de la guerra. “El juglar no es propiamente un actor. Construye una narración de hazañas pero no encarna psicológicamente lo que cuenta, simplemente juega con lo que cuenta. Cuando un juglar cuenta una historia, no importa si la historia es verdad o no, importa únicamente que la haga verdadera”, explica al público el actor sobre el escenario, en un texto personal que intercala entre cantar y cantar. Reflexiona y habla de su sorprendente y emotivo encuentro personal con este “vanguardista poema que rompe la cuarta pared” antes de que Bertolt Brecht lo hiciera en el siglo XX. Y así compara el estudio del texto con sus dificultades en el aprendizaje del alemán. “No había vuelto a sentir este esfuerzo de la lengua desde que tuve que aprender a decir Schiller en alemán. La diferencia ahora es que el esfuerzo no es para hablar otra lengua, sino para conocer y acercarme a la mía”.
El sonrojo ante los políticos
“Si su señoría no se sonroja, permítame que yo me sonroje en su lugar”, aseguró Manuel Azaña ante una salida de tono de un diputado en una sesión de las Cortes. José Luis Gómez recuerda esta frase del político republicano, ante el “espectáculo doloroso al que se asiste a diario en el Congreso de los Diputados”. “Vivimos momentos de absoluta deslealtad en la política. Piense uno lo que piense, sea del partido que sea, es doloroso asistir a este espectáculo. Se quiera o no se quiera, las personas que ejercen la política tienen que ser un ejemplo para la ciudadanía. La lealtad es una manifestación de amor y amistad entre compatriotas y ciudadanos y esto no es lo que estamos viendo en nuestra clase política”, asegura, indignado, el dramaturgo.