Carnaval

El Carnaval de Cádiz no está para bromas

Las agrupaciones sufren ya la cancelación del concurso, mientras el Ayuntamiento se plantea suprimir una fiesta en la calle que mueve más de 20 millones

La chirigota Grupo de guasa de El Selu, en su actuación durante el Carnaval de Cádiz de 2018.Juan Carlos Toro

Si había alguna duda de si Cádiz debía tirarse al monte y celebrar sí o sí su concurso de agrupaciones del Carnaval 2021, la empecinada realidad demostró lo contrario el pasado 1 de septiembre. Ese día estaba convocada una reunión que debía decidir la suspensión que se materializó días después, pero un positivo por coronavirus entre los asistentes llevó a cancelar el encuentro y a confinar a todos los llamados. Con la muerte del Concurso Oficial de Agrupaciones del Carnaval (COA...

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Si había alguna duda de si Cádiz debía tirarse al monte y celebrar sí o sí su concurso de agrupaciones del Carnaval 2021, la empecinada realidad demostró lo contrario el pasado 1 de septiembre. Ese día estaba convocada una reunión que debía decidir la suspensión que se materializó días después, pero un positivo por coronavirus entre los asistentes llevó a cancelar el encuentro y a confinar a todos los llamados. Con la muerte del Concurso Oficial de Agrupaciones del Carnaval (COAC) ya asumida, las agrupaciones que participan en él y la industria cultural que mueve ya sufre las consecuencias económicas de su cancelación en una ciudad azotada por un desempleo endémico. Mientras, en el Ayuntamiento ya miran de reojo a la previsible anulación definitiva de la celebración en la calle.

“Es un crimen para el sector y la ciudad. Es uno de los pocos recursos para ir tirando en Cádiz, que es capital del paro”, tercia sin rodeos José Luis García Cossío, Selu, autor de chirigotas y uno de los más reputados creadores de la fiesta que en estos días ya debería estar enfrascado con los primeros ensayos. Al artífice de más de 30 agrupaciones y cinco primeros premios no le falta razón en su aseveración. Aunque nunca se ha hecho un estudio oficial en el Consistorio se da por aceptada la estimación de un impacto económico superior a los 20 millones de euros, solo contabilizando los ingresos relacionados con la hostelería y el turismo que mueven solo los días de celebración en la calle y sin estimar el dinero que deja en la ciudad el mes previo de concurso.

El alcance es aún mayor si se contabiliza el movimiento económico que el Carnaval crea como sector económico que emplea a maquilladores, escenógrafos y decoradores, costureros e incluso a autores o integrantes de agrupaciones que, hace ya años, intentan vivir de sus actuaciones. En el COAC, cada uno de los más de 120 grupos que se presenta puede llegar a gastar una media de 6.000 euros en contratar servicios de los profesionales dedicados a la fiesta, lo que mueve más de 700.000 euros directos. “La cosa está bastante mal. Hay empresas que están empezando a cerrar y dejar sus naves. Estamos intentando hacer coalición y unirnos para ser más fuertes”, apunta Keko Trinidad, copropietario de Quattro Producción Artística y miembro de la asociación de artesanos Artecar.

A estas alturas del curso en Quattro, empresa encargada de la elaboración de las escenografías y tipos —disfraces de las agrupaciones— ya deberían estar a pleno rendimiento para el concurso, pero en estos días apenas tienen actividad. “Contamos los años por carnavales. A principios de verano empezamos a diseñar tipos para las agrupaciones, pero paramos al ver el panorama. Ahora estamos intentando reinventarnos”, sentencia Trinidad.

La chirigota del Carnaval de 2020 de García Cossío, Estrés por cuatro, apenas ha hecho cuatro o cinco actuaciones en lo que va de año, cuando otras ediciones suma hasta 200 bolos en giras por toda España. “No estamos en el colectivo alerta roja, pero considero que pertenezco a él porque esto es espectáculo. Nos hemos quedado con un repertorio para nosotros, sin cantar. Ha sido un año absolutamente en blanco”, tercia García Cossío, preocupado por la inversión en tipos que no han podido recuperar y, sobre todo, por el importante porcentaje de paro que tiene entre los componentes de su agrupación. Ante el panorama tan incierto que se le viene encima a una fiesta enmudecida por la pandemia, solo hay un beneficiado a juicio del Selu: “Le ha venido bien al Rey ‘demérito’ que se va a salvar”.

Trinidad está intentando hacer piña en el sector para recopilar la mayor cantidad de necesidades de su sector y poder plantearlas al Ayuntamiento, ante una serie de encuentros que tienen previstos con la institución. “Hemos descartado la ayuda económica, no pedimos nada más que trabajar. Que lo que sea se refleje en forma de trabajo”, explica el empresario. Al otro lado, la concejal de Cultura Lola Calzadilla asegura que, ante la incertidumbre actual, lo que más les preocupa es “estudiar esas fórmulas de ayuda” a un sector cuya situación puede empeorar aún más en los próximos meses. Y no solo por la cancelación del COAC, sino por la supresión del Carnaval en la calle que ya planea sobre la ciudad.

“Las coplas, la bulla, la irreverencia, los disfraces y, en definitiva, la cercanía”, Calzadilla enumera lo que antes eran atractivos de la celebración y que ahora apuntalan el argumento para su anulación. “Nuestra idea es la suspensión del Carnaval, por el contexto que se maneja”, tercia sin rodeos la edil. Aún no se ha anunciado el momento en el que se tomará la decisión, pero si se confirma Cádiz se quedará sin su fiesta más importante y la que le garantiza buena parte de la agenda cultural del resto del año.

Aunque el pesimismo es evidente, en el Consistorio aún conservan esperanzas de poder festejar de alguna forma la próxima edición de la celebración, como es llevarla otro momento del año, como el verano. Incluso han seguido adelante con los trámites habituales de los preparativos al licitar las carrozas de la cabalgata que se celebra el Domingo de Carnaval y mantienen su intención de colocar el alumbrado público extraordinario. Son los últimos cartuchos para estar preparados ante una hipotética convocatoria readaptada que evitase una anulación que no sucede desde la Guerra Civil y la postguerra, cuando el franquismo prohibió cualquier festejo, antes de renombrarlo y cambiarlo de fecha durante años.

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