La canción más triste de la música española
Devastado por el efecto de la pandemia, el sector de la música en directo, entre los últimos en salir de la crisis, se echa hoy a la calle “para que se tome su profesión en serio” y no se permita su destrucción
Después de 30 años viviendo de la música, los miembros de Boikot han actualizado sus currículos y los están enviando a empresas. El guitarrista en correos, el cantante como conductor, el otro guitarra en una empresa de vídeos… Contactamos con el grupo justo después de una reunión de tres horas con un abogado laboralista. ¿Qué hacer? La banda de rock combativo tiene en marcha dos créditos. Uno de ellos les ha servido para financiar una autocaravana que, tras mucho debate (era un desembolso importante: ...
Después de 30 años viviendo de la música, los miembros de Boikot han actualizado sus currículos y los están enviando a empresas. El guitarrista en correos, el cantante como conductor, el otro guitarra en una empresa de vídeos… Contactamos con el grupo justo después de una reunión de tres horas con un abogado laboralista. ¿Qué hacer? La banda de rock combativo tiene en marcha dos créditos. Uno de ellos les ha servido para financiar una autocaravana que, tras mucho debate (era un desembolso importante: 55.000 euros), decidieron arriesgarse a comprar porque la veían necesaria para afrontar un año de 40 conciertos. Sería una temporada buena la de 2020. Ahora es la más devastadora de sus carreras. Acaban de alquilar la autocaravana para hacer frente al crédito. Las guitarras no suenan. Nadie aporrea la batería. Un descanso involuntario para la severa tinnitus que afecta a los oídos del cantante, Juan Carlos Cabano Juankar, 51 años.
“Antes de entrar con los abogados he puesto en alquiler mi apartamento de Madrid. Para tener algo de dinero. Y me voy a vivir a Ourense, que mi madre es dependiente y me necesita”, señala el vocalista. Boikot es un ejemplo paradigmático de la devastación que está provocando la crisis del coronavirus en la música en directo en España. Siempre se han autogestionado. Hace ya muchos años crearon una empresa para los 12 empleados que trabajan en gira (músicos, técnicos, conductores, creativos audiovisuales…). Un mínimo de 1.300 euros al mes para cada uno. Todo se ha acabado en seis meses.
Carlotta Cosials, música emergente: "Incluso cuando estás feliz tienes cierta ansiedad"
Carlotta Cosials tenía que estar ahora mismo actuando en Australia. Previamente lo habría hecho en EE UU, Japón y Europa. Sin embargo, la cantante y guitarrista de Hinds, una de las bandas españolas más internacionales, se encuentra en su casa de la capital peleando con el casero para que le bajen en alquiler. El objetivo es no volver a casa de sus padres. “Está siendo devastador. Nosotras vivimos del directo. No tenemos ingresos ni por venta de discos ni por 'streaming”, señala esta madrileña de 29 años. Hinds editaron su nuevo disco, 'The Prettiest Curse', en primavera y el plan era tocar durante cuatro meses. Imposible. “Nos brillaban los ojos solo con hacernos a la idea de salir de gira. Llevamos seis años consiguiendo cosas cada año y este iba a ser el de la consolidación. Estamos tristes, desoladas, preocupadas. Es el peor año de mi vida. Incluso cuando estás feliz tienes cierta ansiedad”, afirma. De los 60 conciertos solo han hecho dos. Fue un golpe duro que suspendieses el festival Tomavistas, de Madrid: “Se están cancelando conciertos porque a los ayuntamientos les debe parecer un lío. Es el triunfo de la estupidez humana”. El día 17 saldrá a la calle para decir que “somos currantes que trabajamos duro”. “Me ofende que no se nos considere trabajadores. La sociedad debe tomarnos en serio”, remacha.
Estos son algunos de los diagnósticos recogidos por este periódico entre los trabajadores del sector de la música en directo en España: “Ruina técnica”, “catástrofe”, “desaparición de una profesión”, “generación perdida”, “suspensión de pagos”, “quiebra total”… Para que su situación se visibilice se han organizado una serie de movilizaciones que arrancan el 17 de septiembre con una marcha de dos horas (de 20.00 a 22.00) en 28 ciudades. La convocante es Alerta Roja, un nombre que aglutina a todos los sectores afectados, 90 asociaciones. Su portavoz es Iván Espada, un técnico y diseñador de iluminación que solo ha tenido la oportunidad de trabajar un día en los últimos seis meses. “El mayor problema es que no se nos permite trabajar. No se hace ni el 10% de lo programado. No ha habido ni un solo rebrote en los espectáculos que se han celebrado, pero desde agosto se están cancelando la mayoría. Y cumplen todas las condiciones”, denuncia. ¿La causa? “No creo que sea mala fe por parte de los ayuntamientos y autoridades, sino miedo a que haya positivos. Y así no hay manera: no tenemos ni presente ni futuro”.
La evolución de este drama desbocado tiene cuatro estados de ánimo: la comprensión del sector en marzo ante las primeras medidas de las autoridades con la llegada del virus; el reclamo de sentarse para plantear soluciones con el ministro de Cultura; el optimismo de que se veía la luz y se podría afrontar un verano con conciertos cumpliendo con las condiciones sanitarias; y el enfado cuando en agosto, y con la llegada de los rebrotes a nivel general, se comenzaron a suspender espectáculos. “A esto hay que añadir que muchas empresas estábamos aguantando a que pasara el verano, pensando que en otoño y en invierno podríamos trabajar un poco, y en 2021 ya estaríamos casi a pleno rendimiento. Ahora, 2020 lo damos por perdido, y 2021 pinta con mucha incertidumbre”, dice Paco López, mánager con 30 años de experiencia y presidente de ARTE (Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo).
La gestión del ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, se encuentra en la base de la irritación de la mayoría de las asociaciones. “El ministro no está pensando en soluciones. Hay falta de conocimiento y de empatía. Y, sobre todo, inacción”, resalta López. En un ambiente hipersensible, las últimas declaraciones de Uribes, publicadas en El Correo, han echado gasolina al fuego. “Es imposible que se celebren conciertos de rock o pop en este momento”, tituló el medio. Ya dentro de la entrevista, la respuesta añadía: “No nos podemos imaginar un estadio con mucha gente o un pabellón de deportes con mucha gente porque sería muy difícil garantizar que no haya contagios”.
Uribes quiso subrayar esta circunstancia en un tuit posterior: “El problema de la pandemia no es de un género musical (pop, rock o clásica, etc), sino los conciertos masificados, en espacios o grandes auditorios, que hoy son impensables”. En otra parte de la entrevista el ministro señala: “Hasta el momento en los eventos culturales se están haciendo las cosas bien, hay seguridad y hay que tratar de reducir lo menos posible los aforos”. La cultura aporta en España el 3,2% del PIB. Hay 300.000 empleos en los diversos sectores de la música y las asociaciones calculan que las pérdidas desde marzo llegan a los 500 millones de euros.
Manuel Notario, mánager veterano: “La situación es desastrosa, pero hay que tocar”
Una semana antes de decretarse el estado de alarma, Manuel Notario (Madrid, 58 años), responsable de la oficina de representantes Hook, dejó con su gente la oficina donde trabajaban en régimen de alquiler. “Tenía la experiencia de la crisis de 2008 y lo primero es aligerar gastos”, señala. Todos a teletrabajar. Notario, con 35 años de 'manager' (Miguel Ríos, Enrique Urquijo, Amaral, Izal…), es una brizna de optimismo en un océano de depresión: “La situación en la música es desastrosa, pero no más que en los bares o las tiendas de ropa”. Es partidario de salir a tocar y adaptarse. Así ha hecho con las dos bandas más potentes de su oficina, Izal y Miss Caffeina, 25 y 26 conciertos desde junio, de los que más este verano. “Durante el confinamiento ya estuvieron ensayando un espectáculo para gente sentada. Eléctrico, con batería y guitarras, pero más relajado. Hemos cobrado el 20% del caché, pero los técnicos han cobrado igual. Nos hemos adaptado, no hay otra”, señala. Desliza alguna queja: “No entiendo cómo se dejan celebrar corridas de toros y concierto no”. Y una petición: “Que para 2021, si esto sigue, que haya unos protocolos de actuaciones claros. Y si se cumplen, que se celebre el concierto”.
“Me parecen muy irresponsables las declaraciones de que es imposible celebrar conciertos de rock. Es como poner otro clavo en el ataúd de la profesión. Hay que hablar de soluciones. Yo tengo en mi mesa un estudio sobre cómo celebrar conciertos de pie preservando todas las medidas sanitarias. Por lo menos que se estudie”, apunta el presidente de ARTE. Desde la Unión de Músicos Profesionales (8.000 miembros), su presidente, Guillem Arnedo, apunta: “El verano empezó con muchas expectativas, pero ahora los ayuntamientos están suspendiendo por miedo. Si, además, lo que reciben son estas declaraciones del ministro, más temerosos estarán”.
La llegada de la covid ha destapado los agujeros que tiene la profesión: bajas y altas de un día en la seguridad social; que no se tenga en cuenta la estacionalidad (ayudas para los meses que no trabajan porque no hay contratación); precariedad de los autónomos, que son mayoría… Una profesión, en definitiva, no regulada. “Es necesario crear un nuevo marco legislativo para las relaciones contractuales que supere el desamparo manifiesto de los músicos y que facilite el acceso al trabajo garantizando una adecuada protección”, propone Arnedo. Fuentes del Ministerio de Cultura consultadas por este periódico aseguran que “están trabajando” en la solución del problema. “Los temas del aforo son competencia de las autonomías y luego existen reivindicaciones históricas del sector, como que se tenga en cuenta la intermitencia, a las que ya se está poniendo solución”.
Judith Mateo, violinista: “Por qué un avión sí y un concierto no”
Judith Mateo es seguramente la violinista española más demandada por los grupos de rock y pop españoles. Ha tocado con Celtas Cortos, Hevia, Ñu, Boikot… y es profesora de violín con el conservatorio acabado. También tiene su proyecto en solitario, con siete discos. “Está siendo un horror. Tenía una gira por México, el lanzamiento de mi disco, un anuncio de una cerveza... Y no he dado ni un concierto desde marzo”, informa. Le han ofrecido tocar por la mitad, pero se ha resistido. “No puedo pagar la mitad a mis músicos”, se justifica. Mateo, conquense de 37 años, está viviendo de dar clases 'online' de violín y de un programa de radio que conduce en la Universidad de Castilla La Mancha. Expone una queja: “No tiene sentido que en un avión vayan todos juntos y sirviendo bocadillos (yo lo he visto) y no se celebren conciertos, siempre que cumplan sanitariamente”. Y un objetivo: “Si antes era cortoplacista ahora la consigna es vivir el día a día a lo bestia”.
Seguramente el colectivo más afectado dentro de la música en directo es el de las orquestas de fiestas. Carlos de la Calle, además de tocar la batería en una, preside Acople, una asociación que se ha creado este año para visibilizar a un colectivo numeroso (solo en Galicia, se celebran 2.500 fiestas con orquesta) y desolado. “Estamos en ruina técnica. El efecto es devastador. Otros colectivos musicales han podido trabajar, nosotros no. Se abren plazas de toros, pero no se abre el debate sobre cómo podríamos trabajar. Somos un sector estigmatizado”, afirma De la Calle, que lleva 26 años en orquestas. Y resalta la labor emocional que realizan estos conjuntos musicales: “Hablan de la España vaciada. Esa es la que llenamos nosotros cuando vamos a actuar. Hay terrazas donde se ven a 20 personas más juntas que en un espectáculo nuestro. El problema es que ni se han planteado estudiar alternativas”, afirma. Licenciado en Humanidades, De la Calle estudia volver a la docencia. “Llevo 26 años cerrándole la boca a mis padres, que me decían: ‘No te dediques a la música, que te vas a morir de hambre’. Igual ahora les tengo que dar la razón”, señala, desolado.
Otro sector prácticamente extinguido temporalmente: las salas de concierto. El 85% permanecen cerradas, según datos de la Plataforma de Salas de Conciertos (PSDC), que ha remitido una dura carta al ministro de Sanidad: “Queremos mostrar nuestra estupefacción ante la propuesta de decretar el cierre de los establecimientos de ocio nocturno, denominación ante la cual las administraciones están comparando los locales de pública concurrencia, que incluyen las salas de conciertos y locales de música en vivo, con las actividades no regladas, ilegales y que se producen en entornos privados”.
Jorge Pardo, músico de referencia: "La batalla está perdida ante la sociedad"
“Mañana tenía que tocar en Mallorca, pero aquí estoy, en casa”. Otro concierto que han suspendido a Jorge Pardo (Madrid, 63 años), que se lo toma con la relajación del que ha pasado mil tormentas. “Estoy acostumbrado a los vaivenes y sé que no podemos quedarnos sentados en casa protestando. Hay que moverse, tocar, como sea. Además, el espectador está muy receptivo. Yo estoy disfrutando especialmente los pocos recitales que damos”, señala el flautista de flamenco-jazz más importante a nivel mundial. Le han cancelado todas las giras. “Cada concierto que hacemos es un pequeño milagro”, señala. Pardo no cree que sea momento de señalar a nadie. “Es una situación compleja y hay sectores de la música que lo están pasando muy mal. Hay que buscar soluciones para tocar”, afirma. Y expresa un deseo: “Siempre he creído que tenemos la batalla pedida ante la sociedad, que nos considera a los músicos gente que sale al escenario a pasárselo bien, que no es un trabajo. Estaría bien que durante esta crisis se intentase enderezar la situación y que nos vean como artistas y trabajadores”.
Algunas salas, por el tipo de licencia, pueden programar conciertos, pero no resultan rentables, según los dueños. Javier Olmedo es el presidente de La Noche en Vivo, uno de los organismos más potentes: “La reducción del aforo lo hace inviable. Las cuentas no salen. Es un momento de urgencia. Las ayudas se han aprobado, pero todavía no llegan. Por comparar: en Francia la subvención a las salas es de un 80%. En España es de un 2%”.
Francia, Holanda, Alemania, Italia… Son países citados por los implicados como ejemplos de tratar “con sensibilidad e inyecciones de dinero” al sector. Esta misma semana, el Ministerio de Cultura ha informado de que “triplica las ayudas a la música”. Serán 16,5 millones anuales. “Bienvenida sea, pero es insuficiente. Esas medidas estaban pensadas para el mes de mayo, cuando la situación era la de resistir unos pocos meses. Hoy, en septiembre, es mucho peor. Ahora no es necesario un plan de ayuda, sino un plan de rescate. En España las ayudas son de 16,4 millones; en Holanda llegan a los 480”, apunta Guillem Arnedo, presidente de la Unión de Músicos Profesionales.
Los miembros de Boikot tienen pendiente otra reunión con su abogado para ver cómo pueden aplazar los créditos que tienen en marcha. El grupo, además de buscar trabajos no vinculados con la música, piensa en paralelo en una reinvención que les permita actuar durante la pandemia. “Esto se va a alargar. Hay que hacer lo que sea para actuar. Mientras no vendamos los instrumentos, podemos salir a tocar”, señala el cantante, como si fuera el estribillo de su nueva canción.
Estefanía Serrano, pequeña promotora: "La música no es ocio; es cultura
En Plan B Music, agencia de contratación y representación de formato pequeño/medio, trabajan dos personas. Estefanía Serrano, bilbaína de 48 años, es la responsable. Su visión de la crisis es desde una perspectiva del que está acostumbrado a trabajar con pasión y sin prisas. “Nuestros artistas son El Niño de Elche, María Rodés, Jacobo Serra… Músicos de largo recorrido de salas entre 400 y 1.000 personas. Por eso nos afecta menos. Aún así, hemos facturado el 80% menos”. Plan B ha tenido suerte, porque el huracán les ha pillado con la economía saneada. “No creo que esta profesión vaya a desaparecer. El ser humano necesita la música y la cultura. La semana pasada estuve en un espectáculo de danza y, con la sensibilidad a flor de piel por la situación, no paré de llorar. Lo que pasa es que se sigue considerando a la música ocio. Y no es así: es cultura. No tiene sentido que vayamos apelotonados en el AVE y no dejen hacer conciertos”, remacha.
Carlos Muñoz, líder de orquesta de fiestas: "El problema es que no nos dejan trabajar"
Si el lector ha tenido la oportunidad de ver a la orquesta Diamante El Show del Calvo ya sabrá de qué va la cosa. El que no, tiene YouTube. 16 personas en el escenario, ocho técnicos, acróbatas, bailarines, proyecciones de vídeo, teatro, disfraces… Un apabullante espectáculo que este año no ha podido ofrecer los 100 conciertos que tenía contratados. Sí, 100: difícil cifra para la banda de pop más popular. Carlos Muñoz, salmantino de 53 años, es el jefe de esta orquesta, donde canta y dirige. “Estoy pasando el año endeudándome. Algunos de la orquesta están en ERTE y otros en el paro”, informa. Y añade: “No me ha faltado nunca trabajo. Y ahora tampoco. El problema es que no nos dejan trabajar”. Muñoz da por perdido 2020 y los primeros meses de 2021, “con la suspensión del Carnaval de Cádiz”. Dice que las ayudas están bien, pero que lo que hay que hacer para el año que viene es poner las condiciones para que se ejecuten los espectáculos. ¿Una orquesta con la gente sentada? “Es posible. De hecho, cuando empezamos las actuaciones lo hacemos para gente que está sentada. Nosotros tenemos que reinventarnos para explotar esa faceta más de café-concierto, y los ayuntamientos no quedarse de brazos cruzados y adecuar los recintos. Si no se puede en la plaza del pueblo por falta de espacio, vayamos a los campos de fútbol”.
Roberto Rey, responsable de la sala Clamores: "No se entiende que abran restaurantes y salas de concierto no"
Ha tenido que confeccionar la programación de noviembre tres veces. La primera con músicos americanos. Cancelada. La segunda con artistas europeos. Imposible, porque no pueden viajar. Y la tercera con instrumentistas españoles. “A ver si esta vez es posible”, dice Roberto Rey, gallego de 49 años. Es el responsable de la sala Clamores, una de las pocas en España con programación internacional de jazz y blues. Lleva cerrado desde marzo. “Entiendo las restricciones, pero que sean iguales para todos. No se entiende que se abran restaurantes y medios de transporte y una sala de conciertos, no. El problema es que no se puede legislar pensando que la gente se va a saltar la ley. Es como prohibir que se coja el coche de noche porque se supone que el conductor va a ir borracho. Se debe dejar que se celebren conciertos en los locales. Y al que no cumpla con las normas, que se le sancione”. Rey ofrece más reflexiones: “Uno de los grandes focos de contagio son las oficinas. Son locales sin aire renovable. Nosotros sí lo tenemos, pero no se nos deja trabajar”. El propietario de Clamores propone un aforo de 75% (ahora varía del 30 al 50%, según la comunidad autónoma) y cerrar a las 3h. (la ley solo permite hasta la 1h.).