Tribuna

Lo de la cultura

Se necesita cultura, porque es inherente a nuestra sociedad, no puede no estar, y porque en el poder acceder a ella en su diversidad es donde encontramos anclas que nos eviten la deriva

Las inmediaciones del Museo del Prado, sin gente por el coronavirus. Foto Samuel SanchezSamuel Sanchez (EL PAÍS)

¿Qué más quieres, si trabajas de lo que te gusta? Que además de un curro sea un empleo. Hay una parte de nuestra población activa con la peculiar demanda de recursos para vivir, no solo dinero —remuneración de cuando en cuando, ya que ellos y ellas también aportan un buen pellizco al PIB— sino también derechos, reconocimiento como trabajadoras y trabajadores. ¿Así estamos? Así estamos. En esta crisis hemos visto que hay cosas esenciales que no se reconocen. Se necesita de los cuidados, más tarde o más temprano todas las personas los necesitamos. Se necesita cultura, porque es inherente a nuest...

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¿Qué más quieres, si trabajas de lo que te gusta? Que además de un curro sea un empleo. Hay una parte de nuestra población activa con la peculiar demanda de recursos para vivir, no solo dinero —remuneración de cuando en cuando, ya que ellos y ellas también aportan un buen pellizco al PIB— sino también derechos, reconocimiento como trabajadoras y trabajadores. ¿Así estamos? Así estamos. En esta crisis hemos visto que hay cosas esenciales que no se reconocen. Se necesita de los cuidados, más tarde o más temprano todas las personas los necesitamos. Se necesita cultura, porque es inherente a nuestra sociedad, no puede no estar, y porque en el poder acceder a ella en su diversidad es donde encontramos anclas que nos eviten la deriva. Para que la incertidumbre no nos devore necesitamos lenguajes y miradas y voces y representaciones de la belleza o la tormenta. Para poder entender o para ir a otra parte, o para lo que sea y porque sí.

Mi generación lleva más de diez años viendo cómo estallan burbujas. Ni lo de la igualdad de género estaba hecho, ni el ladrillo era un valor seguro, ni la suma de esfuerzo y talento te permitiría ganarte la vida como quisieras. Y no, la cosa no iba de suerte. Iba, y va, de condiciones materiales. Lo he visto desde siempre entre quienes trabajan en la cultura, pero no lo entendí desde el principio. Al fin y al cabo, si te hacen creer que el canon es una suerte de criterio que se decanta de manera “natural” con el paso del tiempo, si te crees que ese manuscrito o esa composición un día alguien las sacará del olvido por su valía, puedes también creer que lo que triunfa es porque lo vale y lo que no, porque no. Pero cuando entiendes que hay discos duros, y nubes enteras de información con grandes obras de literatura o con música que podría pasar a la Historia y que quedarán en el limbo, ves que esto del talento viene a ser un criterio tramposo cuando existe desigualdad y el acceso a los medios, a los recursos, a la distribución no es igual para todas las personas que quieren y tienen algo que contar.

El Gobierno tiene la obligación es de garantizar el acceso universal a la cultura entendiéndola como un bien de primera necesidad y no hurtar a nadie la posibilidad de trabajar con dignidad

Un Gobierno al que le importe la ciudadanía, su emancipación y su capacidad crítica, puede, por puro placer estético, citar a poetas, compartir su entusiasmo por las creaciones y producciones culturales de su país, y debiera fomentar de manera ejemplar esa participación en los hechos y actos culturales; pero de lo que tiene sin duda la obligación es de garantizar el acceso universal a la cultura entendiéndola como un bien de primera necesidad y no hurtar a nadie, porque existan condiciones materiales inasumibles, la posibilidad de trabajar con dignidad (lo que vienen siendo derechos) en la cultura. Tan sencillo como esto: un reconocimiento laboral en regla, una comprensión de qué actividad se realiza y en qué condiciones. Una apuesta, como la que hay en el sector del automóvil —por poner un innegable ejemplo—, por las producciones culturales del país que se gobierna.

En este sentido, la primera respuesta al clamor de miles de personas vinculadas a la cultura, como trabajadoras o como ciudadanía que sabe de su valor, ha venido en forma de Real Decreto Ley por parte del Ministerio de Cultura que con toda seguridad se aprobará esta semana en el Congreso. Sin duda un avance fundamental en un camino que necesitamos andar con determinación, sin pasos en falso, porque a muchas familias les va la vida en ello y porque a todas, seamos más o menos conscientes, nos van las ventanas, los horizontes y las herramientas para pensar por nosotras mismas. Si pensamos especialmente en las primeras semanas de confinamiento, la música, las películas, los poemas, los libros, la divulgación llenaron las redes, casi con ansia, con horror vacui. Compartir puntos de vista pero también portales (en momentos en que no podíamos atravesar el propio) a lugares y tiempos de evasión. Esto no supuso beneficio alguno para todas las personas implicadas en esos hechos culturales, pero sí a las plataformas que tributan en… en España no, o apenas. Se hace urgente y es a todas luces estratégico como sociedad y como país disponer, como mínimo, de una plataforma digital pública, que difunda los contenidos culturales con garantías para quienes los generan y de acceso sencillo y directo para la ciudadanía. Este es un paso esencial para darle cuerpo legislativo al eufónico principio de la cultura como bien de primera necesidad. Y es asumir que ya hemos entrado de lleno en el tiempo en el que los medios de los que toca hablar son los medios de distribución.

Mi generación lleva más de diez años viendo cómo estallan burbujas

Pero son muchas más cuestiones las que tienen que impulsarse desde el Gobierno, sumando a ese Real Decreto desde la urgencia y desde la reflexión también. Una reflexión que está hecha, que encarnan las personas que trabajan en la cultura, porque la sufren en todos los fraudes de contratación (ya por cuenta ajena, ya como pequeñas empresas o personas autónomas), en los pagos dilatados sine die, en los malabarismos aritméticos para los que apenas hay maestría que valga. Pienso en algo que dice la escritora Belén Gopegui en un artículo de la periodista Anna Pacheco: vienen momentos de sindicarse, de autodefensa feminista y estudio militante. Hay sindicatos y organizaciones en la cultura, y ojalá vengan más. Al otro lado, tiene que estar un gobierno que escuche, que se haga cargo y que crea de verdad que la dignidad material y el acceso a la cultura en toda su diversidad será lo que nos haga libres.

Sofía Castañón es responsable de cultura de Podemos, poeta y directora de cine.

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