Muere Millie Small, la cantante que lanzó mundialmente el ska
'My Boy Lollipop’ fue el primer éxito global de la música pop jamaicana
La vocalista jamaicana Millie, también conocida profesionalmente como Millie Small, falleció el martes 5 de mayo en un hospital londinense, tras un derrame cerebral. Nacida en Jamaica hace 72 años, fue una de las responsables de difundir el ska, el animoso ritmo que prosperaba en la isla recién independizada, aunque en el Reino Unido era conocido como bluebeat por el nombre de una discográfica especializada.
...
La vocalista jamaicana Millie, también conocida profesionalmente como Millie Small, falleció el martes 5 de mayo en un hospital londinense, tras un derrame cerebral. Nacida en Jamaica hace 72 años, fue una de las responsables de difundir el ska, el animoso ritmo que prosperaba en la isla recién independizada, aunque en el Reino Unido era conocido como bluebeat por el nombre de una discográfica especializada.
Millicent Small era una de tantas niñas jamaicanas que se movían por los concursos radiofónicos de nuevos talentos. Grabó generalmente en formato de dúo en diferentes sellos, incluyendo el legendario Studio One. Su personalidad llamó la atención de Chris Blackwell, miembro de la clase alta local, que había detectado que los nativos emigrados a Inglaterra demandaban música de su isla. Millie era menor de edad y Blackwell debió responsabilizarse legalmente de ella antes de instalarla en Londres.
Millie tenía una voz infantil y Blackwell descubrió el vehículo perfecto: My Boy Lollipop, una canción estadounidense de los años cincuenta con temática teen. Ninguna novedad ya que buena parte de la producción jamaicana consistía precisamente en adaptaciones al gusto caribeño de éxitos estadounidenses. Blackwell decidió aprovechar la superior calidad técnica de los estudios londinenses y My Boy Lollipop se grabó en 1964 bajo la dirección del guitarrista Ernest Ranglin, notable jazzman antillano, y con el concurso de músicos blancos; una leyenda urbana, desmentida luego por el interesado, insistía en que la armónica fue tocada por un adolescente llamado Rod Stewart.
Blackwell ya contaba en ese momento con la discográfica Island Records pero prefirió ceder la explotación de la sesión —como haría luego con las producciones del Spencer Davis Group— al sello Fontana, parte de la multinacional Philips. La empresa holandesa tenía sus mañas y, mediante la técnica del sobre, logró que el disco fuera pinchado reiteradamente en las entonces populares radios piratas, que emitían hacia el Reino Unido desde barcos situados en aguas internacionales. El pulso saltarín del ska, la soleada exuberancia de la cantante, todo se combinó para convertir My Boy Lollipop en uno de los pelotazos del año a escala mundial. Hasta apareció en programas televisivos montados alrededor de los Beatles.
Como suele ocurrir en estos casos, lo que vino después fue un anticlímax. Millie grabó durante los años sesenta, con una visibilidad decreciente, aunque los buscadores de joyas pueden localizar rarezas como su lectura de Mayfair, una composición de Nick Drake editada por Trojan. Lo demás ya se pueden imaginar: las malas compañías se aprovecharon del dinero ganado en la buena época y Millie dependió durante décadas de la ayuda de Chris Blackwell.