El Príncipe Gitano: el artista que pudo reinar

Más allá de las chanzas de 'In the Ghetto, Enrique Castellón Vargas tuvo una carrera reivindicable

Enrique Vargas, 'El Príncipe Gitano', durante una actuación para unos amigos en Madrid en febrero de 1967.Moncau (EL PAÍS)

Se llamaba Enrique Castellón Vargas (Valencia, 7 de abril de 1932- Guadalajara, 22 de abril de 2020) apellidos de rancia estirpe gitana. El primero remite al genial guitarrista Sabicas, primo suyo, y el segundo, que él priorizó, se encuentra detrás de una innumerable relación de artistas, flamencos o no. Entre ellos, y como es sabido, Dolores Vargas La Terremoto, hermana suya, con la que compartiría estrellato en algún momento de su extens...

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Se llamaba Enrique Castellón Vargas (Valencia, 7 de abril de 1932- Guadalajara, 22 de abril de 2020) apellidos de rancia estirpe gitana. El primero remite al genial guitarrista Sabicas, primo suyo, y el segundo, que él priorizó, se encuentra detrás de una innumerable relación de artistas, flamencos o no. Entre ellos, y como es sabido, Dolores Vargas La Terremoto, hermana suya, con la que compartiría estrellato en algún momento de su extensísima carrera. Poca gente, sin embargo, lo llegó a conocer por su nombre: él era y será El Príncipe Gitano, y fue casi un rey.

En su larga trayectoria (, que abarca de manera plena toda la segunda mitad del siglo XX, siempre estuvo ahí, en primera línea, como parte imprescindible de una poblada constelación de artistas dentro de la que no faltaban piques y competencia. En ese escenario, él se distinguió por una increíble capacidad camaleónica para adaptarse al medio y a los tiempos sin perder por ello una personalidad muy marcada, que determinó que sus interpretaciones fueran siempre perfectamente reconocibles, por mucho que cambiara el género o hasta el idioma, que hasta a eso se atrevió.

El Príncipe fue un líder de ventas en años en los que estas se medían en Discos de Oro y Platino, que él conseguiría

De que conoció bien los estilos más puramente flamencos no cabe la menor duda. En su discografía hay pocos, pero escogidos ejemplos: algunas soleares y, muy especialmente, una seguiriya de Tomás Pavón: Apregonao me tienes. Pero esa no iba a ser su estética. En un tiempo en el que el flamenco emprendía una etapa de revalorización, él optó —como tantos otros artistas en la historia y en el presente— a tener el género como referencia, pero escogiendo sus estilos más ligeros (rumba, fandangos, tangos…), y con la libertad de tirar para el pasodoble, la copla y canción española o el pop aflamencado.

Una estética tildada de decadente, denostada tanto por los llamados puristas como por aquellos que huían de la imagen de una España cañí. Pero eran tiempos oscuros aún y lo que los más modernos rechazaban, aquello que se llamó y se llama lolailo, iluminaba la vida de mucha gente que consumía el producto de forma masiva.

El Príncipe fue un líder de ventas en años en los que estas se medían en Discos de Oro y Platino, que él conseguiría. Sus grabaciones arrancan en los cuarenta del pasado siglo y llegan hasta el final de la centuria. Su obra recorre, así, todos los soportes discográficos que se suceden en el tiempo: registró placas de pizarra con los principales sellos de la época (Regal, la Voz de su amo). Con la llegada del microsurco, triunfaría de forma especial en los años sesenta y setenta, con una desordenada e gran relación de LP’s, EP’s y singles en las compañías exitosas de la época: Belter, Columbia… También, en una etapa final, sus trabajos ya recopilatorios verían el formato CD.

En un tiempo en el que el flamenco emprendía una etapa de revalorización, él optó —como tantos otros artistas en la historia y en el presente— a tener el género como referencia, pero escogiendo sus estilos más ligeros (rumba, fandangos, tangos…)

Dentro de esa extensa discografía se podría decir que hubo una buena colección de éxitos de dimensión limitada, sin que ninguno de ellos llegase a la condición de hit apabullante. De manera paradójica, y se supone que triste para él, una composición como El porompompero, escrita para El Príncipe, la populizaría con ventas millonarias Manolo Escobar. Su pegadizo Obí Obá (cada día te quiero más) alcanzaría la gloria en las voces de los Gypsy Kings, y así sucesivamente.

Frente a ello, su pasodoble Los Mimbrales, una de sus primeras grabaciones, se mantuvo vivo con el paso de los años y hasta Carlos Cano lo llegó a grabar. Pero, sin duda, lo que más marca la carrera de El Príncipe Gitano es su admirable condición de versionador, diríamos que perfectamente desacomplejado. Hizo suyo y registró cualquier éxito de la época, desde la popular copla Tani a la cumbia Cartagenera, de los Tres Sudamericanos, por poner un par de ejemplos.

Y precisamente, una nueva paradoja, ha sido una de esas versiones la que lo ha hecho más popularmente conocido. Ya se sabe que tiene que ver con su indescriptible pronunciación de la letra en inglés de la canción, paradigma de incontables chanzas de todo tipo, pero ahí está el fenómeno. YouTube y Spotify no engañan: su interpretación de In the Ghetto, el éxito de Elvis Presley, supera los dos millones de reproducciones solo en esos dos portales. Caprichos del destino.

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