Grimes, ‘Miss Anthropocene’: lamentablemente su música ya no es igual de loca

El nuevo trabajo de la canadiense recibe una calificación de 5 sobre 10

Grimes en un actuación en Sídney. Foto: GettyZak Kaczmarek

“Si hay algo que no puedo soportar es a la gente que se califica de loca a sí misma. Los auténticos locos lo están porque no ven nada malo en su conducta. Van a la suya, incendiando edificios públicos y defecando en sartenes, sin tener la menor sospecha de que lo que hacen se sale de lo que el resto de la sociedad entiende como normal. Estos son los locos; los que se llaman a sí mismos locos, no están locos, solo son gilipollas”. Esta cita del escritor David Sedaris sacada de Cíclopes (1997) ...

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“Si hay algo que no puedo soportar es a la gente que se califica de loca a sí misma. Los auténticos locos lo están porque no ven nada malo en su conducta. Van a la suya, incendiando edificios públicos y defecando en sartenes, sin tener la menor sospecha de que lo que hacen se sale de lo que el resto de la sociedad entiende como normal. Estos son los locos; los que se llaman a sí mismos locos, no están locos, solo son gilipollas”. Esta cita del escritor David Sedaris sacada de Cíclopes (1997) resume bastante bien lo que es Grimes hoy y, por consecuencia, lo que es este, su quinto largo. Grimes está convencida de estar loca, de que hace una música la mar de loca. Pero no es así. Ya no. De hecho, este Miss Anthropocene solo funciona cuando la artista, en vez de intentar defecar en una sartén, la pone al fuego y trata de cocinar algo.

Claire Boucher, el nombre real de esta canadiense de 31 años, padece el síndrome del artista que una vez fue innovador, y que por pereza o inercia sigue siendo calificado de tal, haga lo que haga. Su anterior largo, Art Angels (2015), era una maravilla de electropop moderno, a medio camino entre lo conocido y lo que uno jamás pensó que llegaría a conocer. Entre la esencia de una artista experimental y sus ganas de gustar. Pero de gustar llegando a un pacto con el oyente, una negociación en la que creador y público ceden algo en aras de alcanzar un acuerdo que satisfaga a ambas partes. Casi nada de esto sucede en este Miss Anthropocene.

Portada del nuevo disco de Grimes, 'Miss Anthropocene'.

El arranque es desconcertante. So Heavy I Fell Through the Earth suena un poco a banda sonora de documental de National Geographic y otro poco a Massive Attack calentando antes de salir y tocar alguna canción. Al final, el tema funciona y te envuelve en una atmósfera ensoñadora, en la que se mezclan imágenes de raves noventeras y tribus africanas. Sin solución de continuidad, Grimes pasa a despachar una especie de ópera rock con dejes orientales que remite sin lograr alcanzar la excelencia a la Madonna de Madame X.

En Delete Forever muta en la Madonna que aprendió a tocar la guitarra acústica en la época en que se puso de moda entre los modernos el banjo. 4AEM se mueve algo torpe entre Enya y Le Tigre. En cambio, My Name is Dark es un tema de electrop metido en una lavadora que está centrifugando. Y sale hecha un pincel. IDORU, que cierra el disco, tal vez sea el momento más Art Angels del disco, ese tema que no necesita gritar que está loco para que le hagan caso, ese tema que no insiste en convencernos de que es experimental sirviéndose de los mismos argumentos de hace casi una década. La mente creativa de Grimes ya no es una autopista hacia el futuro, es una rotonda.

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