“El marco de esta época es la pared”

Chema García defiende la importancia de que las molduras respeten el espíritu de las obras

Chema Garcia Lopez, especialista en marcos de cuadros, en su taller. © Samuel SanchezSamuel Sanchez (EL PAÍS)

El estudio de Chema García López (Valladolid, 69 años), acaso el más importante enmarcador de la historia reciente del arte, está lleno de guitarras. En los años setenta se ganó la vida tocando bossa nova en los parques de Londres, hasta que estudió allí Bellas Artes y tocó en la puerta de Paul Levi, con quien aprendió el oficio de darle a los cuadros lo que estos merecen. Manuela Mena, hasta hace poco jefa de Conservación de Pintura del Siglo XX y Goya, con la que colaboró, afirmó que es un genio (“verás qué tipo tan todo”) cuando se le pidió que señalara un enmarcador indiscutible.

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El estudio de Chema García López (Valladolid, 69 años), acaso el más importante enmarcador de la historia reciente del arte, está lleno de guitarras. En los años setenta se ganó la vida tocando bossa nova en los parques de Londres, hasta que estudió allí Bellas Artes y tocó en la puerta de Paul Levi, con quien aprendió el oficio de darle a los cuadros lo que estos merecen. Manuela Mena, hasta hace poco jefa de Conservación de Pintura del Siglo XX y Goya, con la que colaboró, afirmó que es un genio (“verás qué tipo tan todo”) cuando se le pidió que señalara un enmarcador indiscutible.

En el mundo, Chema es una leyenda cuyo sótano de Madrid está lleno de marcos pendientes del destino que merecen. “A lo mejor el oficio es una tapadera para tocar la guitarra”. Ahora cultiva una obsesión que le “tiene loco”, hacer “joyitas” para la modista Basaldúa, “que coloca estos adornos en sus trajes de novia”. Gargantillas para la moda femenina se alternan en esta mesa con lo que esperan, en los museos o en las casas, obras de Goya o de El Greco. “Ahora que se ha parado el grifo de las instituciones, por el gobierno o el desgobierno, que te hagan caso las chicas que van a casarse me parece alucinante”.

El marco es un cuadro vacío, la pared misma. Cuando ya se llena de arte, “lo que el cuadro le dice al marco es que este lo deje aparecer. Incluso en la época del Renacimiento italiano hubo un diseño de marcos para que la vista se fuera al centro del retrato. El marco no se tiene que notar, si se nota es malo. Y lo que el marco le dice al cuadro es lo mismo, que lo respete. Un maestro me decía: ‘No quieras imitar o competir con los colores que hay dentro del cuadro”. Es una conversación que no se interrumpe ni se entromete: se prolonga. “Por eso hay que tener cuidado con el dorado, con la luz que te ciega y crea unas luces indeseables. Por eso es tan importante matizar, matar el oro”.

El marco ha de ser fiel a la época de la que viene el cuadro. Si mezclas épocas distintas, el cuadro sufre, o muere. Él ha resucitado cuadros. Por ejemplo, “la marquesa de Montehermoso, para la gran exposición de Goya en el Prado. Tenía un marco francés que lo agobiaba. Representaba a una niña de 11 años con unas florecitas, un vestidito blanco. El marco que le puse tenía unas bandas encajadas como juncos, muy simple, de la época pero muy delicado, como la niña. Es el cuadro el que te reclama el marco, y yo atendí ese grito del cuadro”. Si le pones a los dramas de El Greco un marco dulce matas el cuadro y matas a El Greco. A veces viaja por el Prado a ver la tabla central de El carro de heno, La crucifixión, El vino de la fiesta de San Martín… Los pintaron El Bosco, Bruegel el Viejo, Juan de Flandes…, pero él les puso los marcos, él es “la compañía de los grandes maestros”.

Un crítico de arte dijo una vez a Vargas Llosa que su especialidad era fijarse en los marcos. “Se fijan cuando son malos. Si no, los marcos pasan desapercibidos”. ¿Cuál sería el marco de los cuadros de hoy? “El marco de hoy suele ser la pared. A no ser que necesiten protección, la pared es también un buen marco”.


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