Decepcionante corrida de Juan Luis Fraile en la apertura de Céret

Joselillo saluda la única ovación y el picador Tito Sandoval brilla en un gran tercio de varas

Uno de los toros de Juan Luis Fraile, lidiado en Céret.Muriel Haaz

Céret es otra historia. Otra película. Otro mundo. En Céret, una pequeña localidad de menos de ocho mil habitantes situada al sur de Francia, a escasos 15 kilómetros de la frontera española, el toro es el rey. El toro-toro, cabe puntualizar. Aquí, el toro moderno, aquel tan noble que roza la docilidad, ese animal desprovisto de cualquier atisbo de fiereza y exigencia que sale a diario en la mayoría de las plazas y ferias, no tiene cabida. Solo el hecho de mentarlo constituye, casi, un sacrilegio.

En Céret no mandan los “taurinos” del sistema. Ni los empresarios. Céret es una plaza antis...

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Céret es otra historia. Otra película. Otro mundo. En Céret, una pequeña localidad de menos de ocho mil habitantes situada al sur de Francia, a escasos 15 kilómetros de la frontera española, el toro es el rey. El toro-toro, cabe puntualizar. Aquí, el toro moderno, aquel tan noble que roza la docilidad, ese animal desprovisto de cualquier atisbo de fiereza y exigencia que sale a diario en la mayoría de las plazas y ferias, no tiene cabida. Solo el hecho de mentarlo constituye, casi, un sacrilegio.

En Céret no mandan los “taurinos” del sistema. Ni los empresarios. Céret es una plaza antisistema sin empresario. Su feria, compuesta este año por dos corridas de toros y una novillada picada, la organizan los propios aficionados del lugar. Y, al revés de lo que sucede casi siempre, primero se contratan las ganaderías y, después, los toreros. Un puñado de valientes dispuestos a lidiar algunos de los hierros más temidos del campo bravo.

Como el de Juan Luis Fraile, uno de los pocos de origen Santa Coloma (vía Graciliano) que resisten a la extinción impuesta por el sistema taurino, las llamadas figuras del toreo y “su” monoencaste Domecq. Para divisas como la salmantina, Céret es el exilio. Un exilio en el que, sin embargo, son reconocidas, respetadas y esperadas. Precisamente por ello, seguramente, el viaje de vuelta de Juan Luis Fraile al campo charro será amargo.

Excelentemente presentada -salvo el sexto toro, feo y sin remate-, de gran seriedad, muy astifina, el juego de la corrida decepcionó en conjunto. Aunque hubo ejemplares que cumplieron en varas y que tuvieron movilidad y cierto fondo de casta, también los hubo muy justos de fuerza, algo imperdonable en este tipo de ganaderías. Por si fuera poco, se devolvió al segundo, un precioso cinqueño que salió de chiqueros con una cornada.

FRAILE/CASTAÑO, VICENTE, JOSELILLO

Toros de Juan Luis Fraile, -el segundo, devuelto-, muy bien presentados -salvo el 6º, feo y sin remate-, serios y astifinos, y de juego desigual. 1º, blando; 3º, parado tras un vibrante tercio de varas; 4º, poderoso, difícil y exigente; 5º, noble y muy blando; 6º, repetidor. Sobrero de Peñajara, muy bien presentado y complicado.

Javier Castaño: estocada atravesada (silencio); tres pinchazos y un descabello (leves pitos).

Iván Vicente: estocada caída, trasera y algo perpendicular (leves pitos); estocada corta ligeramente atravesada y perpendicular (silencio).

Joselillo: pinchazo y estocada caída y tendida (saludos); pinchazo y estocada desprendida (silencio).

Plaza de toros de Céret. Primera corrida de feria. Algo más de tres cuartos de entrada. Se guardó un minuto de silencio en memoria del picador Anderson Murillo. Joselito Rus saludó tras banderillear al segundo.

El cuarto fue quizás el que más cumplió con el guion previsto. Un astado poderoso, difícil y exigente con el que no pudo Javier Castaño, templado, pero demasiado precavido. No apostó. Frente al blando primero, el lucimiento fue imposible.

Tampoco se confío Iván Vicente ante el complicado sobrero de Peñajara que salió en segundo lugar y que cumplió en tres medidos puyazos. Tras varias coladas por el pitón derecho -en la última fue desarmado y tuvo que tomar el olivo-, desistió y se fue a por la espada entre las protestas del público. El quinto, muy armado, rozó la invalidez y Vicente se empeñó en alargar una labor condenada antes de empezar.

Una ovación saludó Joselillo tras matar al tercero, que se paró en el último tercio tras una emocionante salida y un vibrante tercio de varas en el que se lució el picador Tito Sandoval, que movió el caballo con torería, tiró el palo arriba y midió el castigo. Hasta cuatro veces acudió al caballo el de Fraile, colocado cada vez a una mayor distancia. Más espectacular que bravo, bajo el peto realizó una pelea desigual. El último, protestado de salida por su escaso trapío, repitió, pero ni su movilidad, ni el afanoso trasteo que ejecutó Joselillo contaron con la aprobación de la exigente afición ceretana.

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