Columna

Subtítulos

Aseguran que una imagen vale más que mil palabras. Debería de ser negociable esta frase hecha. Para mí, es fundamental comprender lo que escucho en la pantalla

Fotograma de 'Roma', última película de Alfonso Cuarón. En vídeo, tráiler del film.

Ocurrió a finales de los años sesenta y no sé de quién partió iniciativa tan moderna. Lo denominaron cine de arte y ensayo. Sin sonrojo, copiando a los siempre hipercultos franceses. No quiero imaginar la demoledora respuesta de un artista incontestable como Ford a los que encuadraran sus películas en eso tan enfático y bobo del arte y ensayo. El género se inauguró en España con la perturbadora El sirviente. El mayor aliciente que tenía ese cine para alguien tan frívolo como el firmante era que la mayoría de esas películas recibían la calificación moral de “4. Gravemente peli...

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Ocurrió a finales de los años sesenta y no sé de quién partió iniciativa tan moderna. Lo denominaron cine de arte y ensayo. Sin sonrojo, copiando a los siempre hipercultos franceses. No quiero imaginar la demoledora respuesta de un artista incontestable como Ford a los que encuadraran sus películas en eso tan enfático y bobo del arte y ensayo. El género se inauguró en España con la perturbadora El sirviente. El mayor aliciente que tenía ese cine para alguien tan frívolo como el firmante era que la mayoría de esas películas recibían la calificación moral de “4. Gravemente peligrosa”. O sea, que esperabas sexo incesante. Pero tampoco. El suicidio, la blasfemia, la subversión o el adulterio encarnaban algo gravemente peligroso para el espectador.

También descubrí por primera vez en El sirviente que los actores y las actrices tenían voz propia, no doblada, mejor o peor, pero la suya, y que unos letreros (así los denominaba el pueblo llano) en la parte inferior de la pantalla te permitían entender lo que decían. Y, desde entonces, solo admito el cine subtitulado. El doblaje supone un atentado muy bestia, una película distinta de la concebida por sus autores.

He seguido con estupor inicial y fatiga progresiva la absurda polémica sobre la conveniencia o inconveniencia de colocar subtítulos en español para determinado cine latinoamericano. Y ya sabemos el cuelgue que tenía Franco con eso tan pomposo y absurdo del día de la Hispanidad. Tal vez tenga problemas auditivos, pero juro que no me entero de la mitad de lo que dicen los personajes en muchas películas argentinas, mexicanas, peruanas, chilenas, colombianas y de otros países hermanos, o hijos de la Madre Patria, que diría el monstruo del bigotito y la voz atiplada. Aseguran que una imagen vale más que mil palabras. Debería de ser negociable esta frase hecha. Para mí, es fundamental comprender lo que escucho en la pantalla. Admiro la voluntad de realismo por parte de los creadores, pero que me subtitulen las lenguas indígenas.

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