Invocación flamenca a John Coltrane

Guillermo McGill rinde tributo al legendario saxofonista con un gran concierto en Sevilla

Imagen del espectáculo 'Flamenco Trane'.Óscar Romero

Al comienzo del concierto, con una primitiva flauta, el veterano jazzman Dave Liebman parece llamar al recogimiento y, a la vez, invocar al espíritu de Coltrane, a quien estaba dedicada la noche. Quizás una respetuosa forma de pedir permiso para entrar en el universo de un músico que se distinguió por su tendencia a la espiritualidad, especialmente en los años en que el espectáculo quiso recorrer ese tramo de su vida que va desde el comienzo de su colaboración con Miles Davis (1955) hasta el de su prematuro fallecimiento en 1967. Un periodo de una intensidad imaginable tan solo desde su vertig...

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Al comienzo del concierto, con una primitiva flauta, el veterano jazzman Dave Liebman parece llamar al recogimiento y, a la vez, invocar al espíritu de Coltrane, a quien estaba dedicada la noche. Quizás una respetuosa forma de pedir permiso para entrar en el universo de un músico que se distinguió por su tendencia a la espiritualidad, especialmente en los años en que el espectáculo quiso recorrer ese tramo de su vida que va desde el comienzo de su colaboración con Miles Davis (1955) hasta el de su prematuro fallecimiento en 1967. Un periodo de una intensidad imaginable tan solo desde su vertiginosa evolución creativa, aunque la música no fuera su única actividad de esa etapa.

Flamenco Trane.

Dave Liebman &Guillermo McGill Group

Dave Liebman: Saxos tenor y soprano, flauta. Guillermo McGuill: Batería y percusión. Ana Salazar: Cante y baile. Belén Maya: Baile. Juan Diego Mateos: Guitarra. Marco Mezquida: Piano. Reinier Elizarde Negrón: Contrabajo. Jon Andión: Recitado de poemas. Dirección artística: Juana Casado. Poemas: Jon Andión. Letras flamencas: Luz Valenciano.

Se trataba de un antiguo y anhelado proyecto del baterista, compositor y arreglista Guillermo McGill, que reunió para la ocasión un combo de lujo, especialmente por la soberbia participación del saxofonista Liebman, un sabio en estado de madura gracia, que dice las cosas con una claridad al alcance de pocos. Su sintonía con el proyecto y con la banda, expresada explícitamente con sus manos, resultó una muestra elocuente de la evolución en escena de la propuesta. Su carismática presencia no fue la única en contribuir a la misma sensación: el grupo, reunido expresamente para la ocasión, sonaba ensamblado como si se conociera de toda la vida. Es lo que tiene reunir genialidad y sensibilidad.

McGill ha querido hacer este tributo contando con el flamenco, música a la que Coltrane se asomó en su grabación Ole, un tema que no faltó a la cita. No es la única razón: a él el flamenco le es cercano por muchas experiencias, la penúltima, el homenaje al legendario guitarrista Ramón Montoya, en el que también contó con la intervención de Liebman, que fue trasladada en parte a su última entrega discográfica, Es hora de caminar (2016). Como en esa grabación, volvió a contar con el guitarrista jerezano Juan Diego Mateos, capaz de trascender la huella flamenca para entrar en diálogo con la banda. Lo hizo de forma muy hermosa con el contrabajo que esbozó la bella melodía de My one and only love, uno de los momentos más líricos del concierto.

Ocurrió tras la aparición en escena de la bailaora Belén Maya, a la que Mateos acompañó en clave de farruca. Ella representó a una misteriosa Alice, el segundo amor del saxofonista. El primero, inmortalizado en la bella balada que lleva su nombre, Naima, lo encarnó Ana Salazar con esa reconocida versatilidad para actuar, cantar y bailar. En ella residió una cierta inocencia juvenil, ilusiones y sonrisas por bulerías, pero también el dolor de la ruptura y la nostalgia. Al final, Naima cantaría por alegrías para el baile con bata de cola de Alice en un cierre positivo y hasta optimista.

Como no podía ser de otra forma, además de por los afectos, el concierto realizó un recorrido por la evolución musical de Coltrane en esos doce intensos y últimos años de su vida. La elegancia cool, la libertad del free jazz, la siempre presente sensibilidad para las baladas… Quizás se echara en falta el colofón de una cita a A Love Supreme, para muchos su obra cumbre. Para el propósito, además del citado Liebman, el combo contribuyó de forma tan eficaz como brillante. Sonó torrencial el contrabajo de Negrón, y no dejó de sorprender la finura y delicadeza, la fluidez en el discurso, del joven pianista Mezquida. Y McGill multiplicado en la batería y en la dirección. Porque se podría decir que con una banda así se puede contar cualquier historia, pero también es necesario mucho rigor y lucidez para poner en pie el relato con la conjunción de tantos lenguajes.

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