“Pagar 382 millones por un cuadro me parece una inmoralidad”

Patricia Phelps de Cisneros explica las razones de su donación y critica el precio de 'Salvator mundi', de Leonardo da Vinci, la obra más cara de la historia

Patricia Phelps de Cisneros, en la exposición de su colección en el Reina Sofía, en Madrid, en 2013.ÁLVARO GARCÍA

Podría decirse que Patricia Phelps de Cisneros es una mujer alérgica a los números. Siempre ha declinado precisar la cantidad de obras que posee, cuanto se ha gastado en ellas o qué presupuesto se marca a la hora de comprar. Consecuente con esa forma de ser, elude hacer una valoración económica de las 202 obras que integran la donación que hoy se ha dado a conocer. Responde que lo fundamental es la obra del artista: catalogarla, conservara y exhibirla. Lo demás, forma parte de otros mundos que no le interesan...

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Podría decirse que Patricia Phelps de Cisneros es una mujer alérgica a los números. Siempre ha declinado precisar la cantidad de obras que posee, cuanto se ha gastado en ellas o qué presupuesto se marca a la hora de comprar. Consecuente con esa forma de ser, elude hacer una valoración económica de las 202 obras que integran la donación que hoy se ha dado a conocer. Responde que lo fundamental es la obra del artista: catalogarla, conservara y exhibirla. Lo demás, forma parte de otros mundos que no le interesan.

Cuenta que empezó a comprar cuando en los años setenta, recién casada, acompañaba a su marido en viajes de negocios por todo el mundo. Fue entonces cuando descubrió la riqueza del arte latinoamericano y la ignorancia que sobre él había no solo en Estados Unidos o en Europa, sino también entre los distintos países de la región. “No hay nada comparable al momento en el que descubres conexiones mágicas entre el trabajo que realizan artistas que nunca han visto sus respectivas obras”.

Siempre de acuerdo con su esposo, decidieron que lo suyo no era construir un museo más de los muchos que hay con colecciones particulares. Lo que ella llama su "causa" es comprar y difundir. Para Phelps, lo ideal es conocer al artista en su lugar de trabajo, conocer a fondo la obra y comprar. Así lo ha hecho con la mayor parte de las piezas que vienen al Museo Reina Sofía. Pero también negocia con galeristas, particulares e incluso en las subastas. Eso sí, lo que no está dispuesta a hacer es participar en subastas como la que recientemente convirtió Salvator mundi, de Leonardo da Vinci en la pieza más cara de la historia, al ser adjudicada por 382 millones de euros. “Me parece una inmoralidad y conste que no me gusta usar palabras tan tajantes, pero así lo siento”.

Cuando se le pregunta sobre los posibles beneficios fiscales que podría conseguir gracias a las donaciones o préstamos, asegura que detrás de estas operaciones está “el más puro amor al arte. Nada más y nada menos”.

¿Cree que gestos desinteresados como este pueden animar a que otros coleccionistas sigan sus pasos e incluso acelerar la promulgación de una ley de mecenazgo en España? "Si además de donar puedo servir de inspiración a otros, sería un sueño hecho realidad. Quiero recordar a  Leopoldo Rodés [abogado y empresario fallecido en 2015], auténtico inspirador de todo lo que tiene que ver con el mecenazgo y pedir que se siga su ejemplo. Aquella ley era uno de sus deseos más profundos”.

Phelps sigue comprando y agrandando las diferentes secciones que conforman su colección. La última adquisición fue un paisaje del siglo XIX que regaló a su marido por Navidad. “La última, de verdad, fueron unos dibujos hechos por mis nietos para una gala benéfica”, bromea.

Dentro del mundo latinoamericano, Patricia Phelps de Cisneros cuenta con abundante obra de artistas españoles. “Conocí a muchos de ellos gracias al galerista Fernando Vijande, un auténtico héroe del negocio en la España de los setenta. Recuerdo que a veces exponía en el sótano de unos grandes almacenes y otras veces en los salones de algún buen amigo que le prestaba su apartamento. Le compré pinturas de Barceló, de Sicilia y una escultura muy especial de un joven ayudante que tenía el galerista. Era Juan Muñoz y aquella escultura acabé regalándola al Reina Sofía”.

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