José María Manzanares triunfa en Mont de Marsan ante nobles 'cuvillos'

El torero alicantino cortó dos orejas y una cada uno Enrique Ponce y Thomas Dufau

El diestro José María Manzanares cortó dos orejas y salió a hombros en el segundo festejo de la feria de la ciudad francesa de Mont de Marsan, en el que tanto Enrique Ponce como el local Thomas Dufau pasearon un trofeo cada uno.

Con lleno en los tendidos, se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, discretos de presentación y de muy variado comportamiento. Los mejores, el segundo y, sobre todo, el tercero, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.

Enrique Ponce, silencio y oreja.

José María Manzanares, dos orejas y ovación.

Thomas Dufau, oreja y palmas.

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El diestro José María Manzanares cortó dos orejas y salió a hombros en el segundo festejo de la feria de la ciudad francesa de Mont de Marsan, en el que tanto Enrique Ponce como el local Thomas Dufau pasearon un trofeo cada uno.

Con lleno en los tendidos, se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, discretos de presentación y de muy variado comportamiento. Los mejores, el segundo y, sobre todo, el tercero, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.

Enrique Ponce, silencio y oreja.

José María Manzanares, dos orejas y ovación.

Thomas Dufau, oreja y palmas.

A Ponce le correspondió en primer lugar un ‘cuvillo’ muy justo de todo y que se vino abajo pronto en la muleta, y con el que el torero no pudo pasar de los detalles sueltos.

El cuarto fue otro toro difícil por su áspera actitud defensiva y su manifiesta falta de casta. El mérito de Ponce fue no desistir nunca y, a base de técnica e inteligencia, obró el milagro de hacer embestir a un toro de lo más remiso y complicado. Labor sincera y emocionante del valenciano, que quedó en una solitaria oreja por faltarle mayor contundencia con la espada.

Manzanares cuajó una primera faena de excelso argumento artístico frente a un toro también de muchísima calidad y nobleza por los dos pitones. El toreo del alicantino fue tan bello como hondo, limpio y cadencioso, con el empaque y el aroma como aderezo a una labor rubricada también a la primera con los aceros, lo que le granjeó el doble trofeo.

El quinto, en cambio, fue todo lo contrario, un toro soso y sin entrega alguna, con el que Manzanares estuvo voluntarioso y entregado en un trasteo que no fue a ninguna parte por lo poco que aportó el toro.

El francés Thomas Dufau demostró muy buen nivel frente a su extraordinario primero, un toro de acometidas prontas, alegres y llenas de clase al que cuajó una excelente labor de notable temple, aplomo y pulso por los dos pitones. Faena compacta y siempre a más, que, al final, fue recompensada con una sola oreja por culpa de su mala espada.

El sexto fue un toro complicado con el que el joven Dufau anduvo tan afanoso como discreto en lo artístico.

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