El Juli corta tres orejas en El Pilar y sale a hombros pero sin especial brillo

Un toro de Daniel Ruiz fue premiado con la vuelta, y otro de Alcurrucén destacó por su clase

El Juli, ayer en la feria de El Pilar.ALBERTO SIMOÓ (AFP)

Dos toros sobresalientes, uno muy bravo de Daniel Ruiz, que fue premiado con la vuelta al ruedo, y otro de gran clase de Alcurrucén, pusieron el triunfo en bandeja en Zaragoza a Julián López El Juli, que salió a hombros en el segundo festejo de abono de la Feria del Pilar, tras cortarles tres orejas por faenas efectivas, pero sin un especial brillo artístico.

Con algo más de tres cuartos de entrada, se lidiaron tres toros, despuntados para rejoneo, de Hnos. Sampedro, Carmen Lorenzo y Los Espartales, todos con volumen y cuajo y de escaso celo, y tres, para lidia ordinaria, de Garcigrande...

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Dos toros sobresalientes, uno muy bravo de Daniel Ruiz, que fue premiado con la vuelta al ruedo, y otro de gran clase de Alcurrucén, pusieron el triunfo en bandeja en Zaragoza a Julián López El Juli, que salió a hombros en el segundo festejo de abono de la Feria del Pilar, tras cortarles tres orejas por faenas efectivas, pero sin un especial brillo artístico.

El rejoneador Diego Ventura: pinchazo y rejonazo contrario trasero (silencio); dos pinchazos y rejonazo contrario (ovación); rejonazo trasero (oreja); El Juli: estocada caída trasera (ovación); estocada delantera (dos orejas); estocada desprendida (oreja con fuerte petición de la segunda). Salió a hombros.

Con algo más de tres cuartos de entrada, se lidiaron tres toros, despuntados para rejoneo, de Hnos. Sampedro, Carmen Lorenzo y Los Espartales, todos con volumen y cuajo y de escaso celo, y tres, para lidia ordinaria, de Garcigrande, terciado y a menos; Daniel Ruiz, fino y encastado, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre, y Alcurrucén, de bonitas hechuras y de gran clase en la muleta.

Se cumplían exactamente 15 años desde que otro día del Pilar El Juli le cortó un rabo a un gran toro de Núñez del Cuvillo en esta misma plaza de Zaragoza. De entonces a hoy, han cambiado muchas cosas en la carrera del torero madrileño, y entre ellas su propia forma de torear, más apasionada y redonda en sus primeros años que en esta eficiente etapa de su madurez.

El Juli competía en Zaragoza consigo mismo, que no con el rejoneador que completaba este extraño mano a pata. En realidad, competía con el recuerdo de aquellos éxitos de juventud y, sobre todo, con el sobresaliente juego de los dos últimos toros a los que se enfrentó. Su faena al terciado cuatreño de Garcigrande que abrió su lote fue un mero ejercicio de técnica para no dejarse ganar la partida por el creciente genio defensivo del animal. En cambio, los otros dos toros le pidieron un extra de entrega y hondura que no siempre afloró sobre el albero zaragozano.

Pescadero, un astifino toro de Daniel Ruiz lidiado en cuarto lugar, se lo exigió por la encendida bravura que ya manifestó en varas. Porque el encastado animal puso todo de su parte en cada embestida, empujando con los riñones en cada arrancada y repitiéndolas con celo, mientras que El Juli las pasaba con facilidad, pero sin un mayor compromiso en las tres tandas de muletazos fundamentales que ligó. Hasta entonces, la faena no levantó el vuelo que sí tomó cuando el torero se metió en terrenos de cercanías para, sin enmendarse, trazar circulares y otros alardes geométricos que, ahora sí, enardecieron los tendidos hasta llevar a pedirle las dos orejas que el presidente concedió al mismo tiempo que la merecida vuelta al ruedo en el arrastre del astado.

El sexto toro, un bello ejemplar de Alcurrucén, fue tanto o más exigente en tanto que la calidad suprema de sus embestidas pedía a gritos una muleta honda, templada e inspirada, después de que, atendiendo a su encaste, se mostrara frío y huido en los primeros tercios. Por experiencia y conocimiento, El Juli apreció el ritmo y la profundidad de esas soberbias embestidas de Afanes, al que por eso llevó toreadísimo en los doblones iniciales del trasteo de muleta, en los que sujetó y alargó aún más tan evidente clase bovina. Pero al cuerpo central de la faena le sobró un punto de tensión formal por parte del torero, que, rígido y a veces a empujones de cintura y de muñeca, no siempre se acopló a la dulzura del toro, hasta que hubo de recurrir de nuevo a los alardes finales de cercanías para amarrar un triunfo que la presidencia acertó en dejar en una sola oreja.

Otro trofeo paseó finalmente el rejoneador Diego Ventura, que se mostró impreciso en casi todas las fases de la lidia de sus tres toros, con embroques abiertos y de poco ajuste para clavar hierros y banderillas, y con un toreo poco fluido ante el escaso celo de sus enemigos. Falló Ventura además con el rejón de muerte en los dos primeros turnos, pero acertó a la primera con el sexto, razón exclusiva para que paseara un solitario trofeo.

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