Un muñeco para animar Venecia

El festival celebra con amplios consensos ‘Anomalisa’, el filme en ‘stop-motion’ de Charlie Kaufman y Duke Johnson que opta al León de Oro

De izquierda a derecha, Duke Johnson, Charlie Kaufman, Jennifer Jason Leigh y Tom Noonan.STEFANO RELLANDINI (REUTERS)

La unanimidad suele escasear en la vida. Y, más aun, en un festival de cine, donde cientos de personas de distintos países, gustos, contextos sociales y emociones se juntan en una sala para que otro tipo más, con sus propias características, les cuente sus ocurrencias. La distancia entre obra maestra y basura es tan breve como la que va de una butaca a otra. Ante la duda, el festival de Venecia se muestra magnánimo y aplaude casi todo. Y luego, una vez fuera de la sala, empieza a despotricar. Pero hoy muchos de los que salían de la proyec...

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La unanimidad suele escasear en la vida. Y, más aun, en un festival de cine, donde cientos de personas de distintos países, gustos, contextos sociales y emociones se juntan en una sala para que otro tipo más, con sus propias características, les cuente sus ocurrencias. La distancia entre obra maestra y basura es tan breve como la que va de una butaca a otra. Ante la duda, el festival de Venecia se muestra magnánimo y aplaude casi todo. Y luego, una vez fuera de la sala, empieza a despotricar. Pero hoy muchos de los que salían de la proyección de Anomalisa lo hacían agradecidos y risueños. Había algún crítico, eso sí, pero parece que el filme de animación dirigido por Duke Johnson y Charlie Kaufman ha hecho mella en una edición que a estas alturas quizás está cerca de la unanimidad en un solo concepto: la insatisfacción.

La historia de Anomalisa es relativamente sencilla, lo cual, tratándose de Kaufman ya es una noticia. He aquí el guionista de Ser John Malkovich u Olvídate de mí, director de la mastodóntica Synecdoche, Nueva York, sobre un creador interpretado por Philip Seymour Hoffman que mezcla hasta las últimas consecuencias su gran obra teatral y la vida misma. En este caso, sin embargo, la película se centra en Mike, un hombre de negocios que llega a un hotel para pasar allí un día y acaba viviendo una jornada muy particular.

Aun así, Kaufman, ovacionado en la sala de prensa, rechazó que fuera su guion más lineal. Basada en una obra de teatro que representaron en Los Ángeles, para él la película es “más pequeña porque el mundo que cuenta es más pequeño”. “Intento ser especifico respecto a las cosas que quiero narrar. Si a veces uso algo metacinematográfico es solo para alcanzar el objetivo”, agregó. Preguntado una y otra vez por supuestos mensajes o interpretaciones de la película, el director se vio obligado a repetir la misma respuesta: “No estoy cómodo explicando de qué va o no va un filme. Quiero que cada uno tenga sus experiencias y emociones. La película es del público”.

Muchas de las cuestiones se centraron en la animación en stop-motion del filme, donde todos los muñecos tienen la misma cara y la voz del intérprete Tom Noonan, presente en sala junto con la estrella Jennifer Jason Leigh, otra dobladora de Anomalisa. “Por la calidad onírica de ese tipo de animación, cómo permite la interacción emotiva entre personajes, me pareció lógico hacerlo así”, agregó Johnson. Y Kaufman subrayó la importancia de que los muñecos estuvieran hechos de forma “artesanal y artística”.

A falta de un vehículo de financiación tradicional, y ante el miedo, según Johnson, a que algún inversor intentara condicionar Anomalisa, el equipo busco ayuda en la Red, a través de Kickstarter. Internet reaccionó con entusiasmo y los más de 400.000 euros que necesitaban para arrancar el proyecto. Y con muchas risas respondió la sala de prensa cuando Kaufman explicó cómo nació una secuencia del filme relacionada con un servicio clientes: “Llamé, y me contestaron: ‘Hola Charlie, ¿cómo estás?’. Y entonces yo pregunté: ‘Bien. ¿Cómo estás tú?”. A partir de ahí surgió una conversación de 25 minutos sobre el próximo viaje de Kaufman a Venecia, el fútbol italiano, el tiempo y mucho más.

La cárcel de Bellocchio

El veterano cineasta italiano Marco Bellocchio vive una contradicción. Ganó en 2011 el León de Oro a la carrera, pero sus filmes nunca obtuvieron el máximo premio del concurso oficial. El nuevo intento se titula Sangre de mi sangre, mezcla una historia del Seiscientos y una actual en la pequeña ciudad de Bobbio, y le ha permitido al director llevarse el aplauso del festival de Venecia y uno, todavía más prolongado, a su ingreso en la sala de prensa.

El cineasta aseguró que contestaría “brevísimamente” a la primera pregunta, sobre cómo descubrió la antigua cárcel en la que está ambientado el filme, pero no cumplió en absoluto con la promesa. Su habla lenta y ponderada tampoco le ayudó mucho. Y destacó, tras la intervención de unos cuantos periodistas filósofos: “¡Qué preguntas más complejas!”. Dejó claro, eso sí, que halló la prisión al acompañar a unos estudiantes de cine en busca de un lugar para el cortometraje que sirve de trabajo final del curso que el propio director imparte.

Allí Bellocchio juntó dos tramas que, por su propia admisión, no tienen especiales enlaces entre sí: por un lado, una monja murada vida en el siglo XVII por la Iglesia por su supuesta relación con el diablo. Y, por otro, una historia contemporánea que mezcla un millonario ruso que quiere adquirir la prisión, un conde vampiro que vive oculto en el edificio y una crítica política y social a su Italia natal. Una constante del camino de Bellocchio, que llega a su sexta participación a Venecia. El festival le quiere y le ha llenado de premios. Salvo, eso sí, el León de Oro.

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