Sin miedo al agujero negro

Javier Pérez Andújar novela con desvergüenza la complicidad catalana con el régimen franquista

El dictador Francisco Franco, en el desfile de la Victoria en febrero de 1939 en Barcelona.

En los sumideros de la mala conciencia catalana hay un agujero negro histórico y antiguo: su complicidad activa con el franquismo de Estado y el amparo que encontró en él para que al menos una clase mantuviera su tren de vida, sus negocios, sus oportunidades de crecimiento y sus legítimas aspiraciones a desprenderse, un día u otro, de ese lastre mugriento, ceniciento, antiguo y casposo. Esta novela se mete en ese agujero con una virtud única, casi extravagante. Lo hace con desvergüenza y libertad, lo hace con humor grueso y con ...

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En los sumideros de la mala conciencia catalana hay un agujero negro histórico y antiguo: su complicidad activa con el franquismo de Estado y el amparo que encontró en él para que al menos una clase mantuviera su tren de vida, sus negocios, sus oportunidades de crecimiento y sus legítimas aspiraciones a desprenderse, un día u otro, de ese lastre mugriento, ceniciento, antiguo y casposo. Esta novela se mete en ese agujero con una virtud única, casi extravagante. Lo hace con desvergüenza y libertad, lo hace con humor grueso y con humor sutil, lo hace sin revanchas ni venganzas pero también sin miedo. Lo hace como si no supiese que hay un problema de conciencia en un grueso sector de la Cataluña de altas esferas políticas y económicas. Pero lo hay también en el corazón de múltiples familias con pasados mestizos, políticamente mestizos, y no fáciles de contar sin avanzar con mucho cuidado en un campo minado de pequeñas mentiras y gruesas omisiones.

La gracia impetuosa y cómica de la novela está en la poda de toda acusación, de toda denuncia airada, o de toda imputación de colaboracionismo con el sistema franquista. La gracia está en que no hay colaboracionismo porque sus protagonistas son catalanes franquistas sin más, combatientes de aquel lado (el malo), que aspiran como en tantas otras partes de España (no catalanas) a prosperar bajo el manto tranquilizador y católico, con su dosis de ordeno y mando y su propensión a la inmovilidad gélida de todo. Esa Cataluña fue muy parecida a España hasta los años sesenta, cuando las cosas empiezan a cambiar, y es ahí donde la novela narra una inflexión que Franco no comprende aunque acata. Releva al frente de La Vanguardia a Luis de Galinsoga y sabe que está empezando un proceso de extrañamiento de los buenos catalanes de su régimen, como si de golpe todos se pusiesen a conspirar ingratamente contra el poder que garantizó su prosperidad económica y social. En el título de la novela va el vocativo afectuoso que a Franco se le ocurrió cada vez que venía a Cataluña, sobre todo cuando todo seguía incólume e inquebrantable.

La frescura libre del tono se promedia con una prosa cuajada de olores y guiños humorísticos, de sensaciones y sabores, incluso de un lirismo de la cutrez que pide estómagos fuertes en una mezcla equilibradísima de mestizajes. Este pan lleva múltiples cereales armonizados en una masa que toma de Marsé el delirio morboso de las entrepiernas franquistas y de Eduardo Mendoza el delirio naíf y burlón, de Francisco Umbral llega la acidez cruda del adjetivo y de Vázquez Montalbán la afición montaraz a la sentimentalidad popular y las Cuestiones marxistas (de Groucho Marx). Y sin embargo nada va suelto sino muy bien cocido, mucho mejor que en la primera y más enteca versión de este libro, hace más de diez años, sobre todo hasta la muerte de Franco. La novela quizá pedía acabarse ahí, leal a la estructura invisible y astuta del escritor: tasar el estado íntimo del franquismo catalán en cada uno de los viajes que Franco hizo a Cataluña durante la dictadura. Entre sus efectos colaterales pueden estar la reeducación privada en la humildad a tantos de nosotros, catalanes todos, y quitarnos de esa superioridad narcisista de la que nos dotó la naturaleza (y que tanto abochornaba a gentes muy viajadas, como Josep M. Ferrater Mora).

Ese desdibujamiento del final, sin embargo, lo debe haber advertido el propio escritor porque ha añadido a la novela un vodevil farsesco que captura la radicalidad de los cambios ya tras el franquismo. Adolfo Suárez prepara con Rafael Arias Salgado, con su mujer Amparo y otros auxilios, su discurso de dimisión. Tanto los gags —alguno desternillante— como los chistes puros (y buenos) como el sombreado general de melancolía atrapan una intimidad que quizá no es exactamente la de Suárez sino la de quienes desde hoy echamos la vista atrás consternados por la primera y última dimisión de la democracia, hace dos docenas de años. Alguien debería asumir el montaje escénico: la platea se tronchará, para decirlo con voz antigua.

‘Catalanes todos’ (novela) seguida de ‘La dimisión’ (vodevil). Javier Pérez Andújar. Tusquets. Barcelona, 2014. 334 páginas. 19 euros (electrónico: 9,99)

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