La Maestranza / Novillada de abono

La sangre o el valor de la imitación

José Ruiz Muñoz, sobrino nieto del legendario diestro Curro Romero, debuta con picadores en La Maestranza

El novillero José Ruiz Muñoz, sobrino-nieto de Curro Romero, durante su debut en la novillada en la Real Maestranza.Julio Muñoz (EFE)

Quince minutos antes del comienzo del festejo, Curro Romero se presentó en la Maestranza hecho un pincel; como siempre, por más señas. Pero, en esta ocasión, vestido de calle, con un impecable traje gris y corbata a juego. Y se refugió allá arriba, en la grada alta del tendido 7. Los nervios del maestro, se supone, a flor de piel, pues al otro extremo de la plaza, en la puerta de cuadrillas, se plantó un chaval que no llega a los veinte años y que es nieto de su hermana María. Se anuncia como José Ruiz Muñoz y debutaba con picadores en plaza tan importante.

Se abrió de capa por vez prim...

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Quince minutos antes del comienzo del festejo, Curro Romero se presentó en la Maestranza hecho un pincel; como siempre, por más señas. Pero, en esta ocasión, vestido de calle, con un impecable traje gris y corbata a juego. Y se refugió allá arriba, en la grada alta del tendido 7. Los nervios del maestro, se supone, a flor de piel, pues al otro extremo de la plaza, en la puerta de cuadrillas, se plantó un chaval que no llega a los veinte años y que es nieto de su hermana María. Se anuncia como José Ruiz Muñoz y debutaba con picadores en plaza tan importante.

Se abrió de capa por vez primera en un quite a la verónica en el segundo de la tarde y le pudieron los nervios del estreno. Minutos más tarde, ya en su primer novillo, tomó el capote como solía hacerlo su tío abuelo, muy recogidito, y lo recibió con unos lances que, por un momento, surgieron como del túnel del tiempo, y parecía el torero novel como un reflejo de aquel Curro que se presentó en la plaza de La Pañoleta en el año 1954. Quién sabe si será el misterio de la sangre o el valor de la imitación que surge del visionado mil veces repetido de las películas que han jalonado la larga vida profesional del maestro de Camas.

Lo cierto es que fue solo una ráfaga, pero esa manera de mostrar el engaño, el medio pecho en el cite, las manos bajas, ese capote que parece de juguete, y a la verónica, siempre a la verónica, y esa media tan personalísima, evocaban al Curro de los mejores recuerdos. Después, en la muleta, unas gotas de naturalidad y elegancia no rematadas por la embestida mortecina del animal y la inexperiencia del muchacho. Detalles, solo algunos y pocos, ante el sexto, que tampoco le ofreció facilidades; quedó, no obstante, esa esperanza, tenue todavía, de que alguien pueda recoger el testigo del maestro. De momento, no defraudó, que no es poco, ni despertó pasiones, pues estaba claro que, como casi todos los de su generación, se vistió de luces para pelear por el triunfo lo estrictamente necesario.

Y se supone, además, que, como estaba el pariente de Curro, y la esperanza sevillana que lleva por nombre Lama de Góngora, se eligió para la ocasión una novillada chica y bonita, que dicen los taurinos pícaros, que resultó descastada, mansa y noble hasta la bobería. Para más señas, a Lama, que es torero fino, elegante y artista, le tocó el novillo más toreable de la tarde, el segundo, y lo desaprovechó. Lo veroniqueó con buen trazó y, con las muleta en las manos, olvidó que el toreo es en redondo y no en línea recta, con la cintura y no con el brazo largo, y al bondadoso y obediente animal la dio muchos pases y lo toreó poco. Alargó su labor, insistió para borrar su propia insatisfacción y solo consiguió oscurecer la obra inconclusa. Total, que al joven se le fue el novillo. Nada pudo hacer ante el quinto, hundido en su profunda invalidez.

Y caso curioso es el de Gonzalo Caballero; irrumpió en el toreo con las mejores credenciales, pero no le ha acompañado la suerte, tan necesaria siempre y tan esquiva a veces, y ahí sigue de novillero cuando posee corazón, conocimiento y experiencia para estar luchando por un reconocimiento digno como matador de toros.

Ofreció una lección de valor sin cuento ante el descastado primero, y exprimió al manso cuarto, aquerenciado en toriles y con el que se lució Juan A. Maguilla en banderillas, en una dignísima actuación rebosante de verdad. Es una verdadera pena que lo que tuvo que ser un paso efímero por el escalafón de novillero se haya convertido en una parada y fonda sin aparente solución en el inmediato futuro. Gonzalo Caballero merece mejor destino que volver a medirse con los utreros.

G. Jiménez/Caballero, De Góngora, Muñoz

Novillos de H. García Jiménez, -el sexto, como sobrero-, muy justos de presentación, blandos, descastados, mansos y muy nobles.

Gonzalo Caballero: estocada trasera y tendida y dos descabellos (ovación); casi entera (vuelta al ruedo).

Lama de Góngora: pinchazo, pinchazo hondo _aviso_ pinchazo, descabello, estocada y descabello (silencio); dos pinchazos y media (silencio).

José Ruiz Muñoz: pinchazo y casi entera (ovación); pinchazo y estocada (palmas).

Plaza de la Maestranza. 27 de abril. Novillada de abono. Más de media entrada.

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