El ‘folk’ nómada de M. Ward echa raíces en Europa

El artista estadounidense ha grabado su séptimo disco en ocho ciudades y consolida su base de fans lejos de casa

El cantautor M. Ward, durante una reciente visita a Madrid. alvaro garcía

Al cantautor vasco Ruper Ordorika le fascina el sonido de los discos de M. Ward. Especialmente las voces. Acaban de ser presentados y charlan animadamente sobre micrófonos en la terraza de un bar del centro de Vitoria. En un rato el estadounidense actuará en el Festival Azkena Rock, pero si está nervioso lo disimula perfectamente.

Ward ha llegado a la capital vasca hace unas horas. Vino de Madrid en el mismo autobús que le llevará de madrugada a Toulouse. Son las primeras fechas de la gira europea de su séptimo disco, ...

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Al cantautor vasco Ruper Ordorika le fascina el sonido de los discos de M. Ward. Especialmente las voces. Acaban de ser presentados y charlan animadamente sobre micrófonos en la terraza de un bar del centro de Vitoria. En un rato el estadounidense actuará en el Festival Azkena Rock, pero si está nervioso lo disimula perfectamente.

Ward ha llegado a la capital vasca hace unas horas. Vino de Madrid en el mismo autobús que le llevará de madrugada a Toulouse. Son las primeras fechas de la gira europea de su séptimo disco, A wasteland companion. Un tour por certámenes al aire libre con un grupo de cinco músicos. En grandes escenarios y frente a miles de personas a pesar de que su sonido sigue en esas coordenadas intimistas y vintage que Ordorika admira. Desde sus primeros trabajos Matthew Ward se ha especializado en la recreación de sonidos añejos —folk, bluegrass, country o jazz— desde una perspectiva urbana y cosmopolita. Lo que se ha etiquetado, para resumir, como folkopolitan.

Este nuevo álbum es de hecho la culminación de ese estilo. Sus escasos 40 minutos han sido grabados en ocho estudios de otras tantas ciudades de Estados Unidos y Reino Unido. “Es todo por la gente”, explicaba su autor en Madrid el día anterior. “Durante años me han invitado a trabajar en muchos lugares y en este disco decidí aceptar esas ofertas”. Hay nombres famosos entre los colaboradores: está Steve Shelley de Sonic Youth o John Parish, colaborador de PJ Harvey. También hay gente fundamental en su carrera: Howe Gelb, su descubridor, le editó su primer disco en su minúsculo sello, hace ya una década, o la actriz Zooey Deschanel, con la que tiene un dúo, She & Him, que ha contribuido a hacerle bastante más popular de lo que es en solitario. “Es cierto que a veces parece que soy yo el proyecto paralelo de She & Him. El secreto está en que el único trabajo que importa es el que hago en cada momento. Así se complementan y mejoran unos a otros. De Howe Gelb solo puedo decir que somos amigos y que es un pianista buenísimo”.

Buscando a estos nombres se ha trasladado de ciudad en ciudad. “Quería hacer algo que fuera una combinación de directo y de estudio. Amo el caos, viajar e involucrar a gente distinta, pero quería trabajar a cubierto porque me gusta demasiado manipular los sonidos”.

El único riesgo de este método, dice, es que cada estudio es un mundo hecho a medida de su dueño. “En mi opinión, el 50% de una buena producción pasa en la grabación, con la gente que está allí. La otra mitad tiene que estar preparada. Cuando lo haces en un lugar que te es ajeno tienes que moverte más por instinto que por costumbre, pero es que en Portland lo conozco todo demasiado”.

Ward, californiano de abuelos mexicanos —si se esfuerza chapurrea español, el idioma de su madre—, vive desde finales de los noventa en la capital de Oregón y habla del lugar con esa desafección propia del nativo. Sobre todo si se le menciona su fama de centro de atracción para los hipsters de Estados Unidos. “No sé si hay demasiados, no los he contado, solo sé que a veces es una liberación estar lejos”.

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