EN PORTADA / EL LIBRO DE LA SEMANA

La mano de Dios

'Aquella edad inolvidable' es una novela de fútbol, resistencia y dignidad moral en la posguerra En ella Ramiro Pinilla emplea magistralmente todos los resortes narrativos

José Ángel Iríbar, en San Mamés en la temporada 1966-67.RAÚL CANCIO

A sus casi 90, con todos los años del mundo posibles, Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923) sigue en la brecha, sorprendiéndonos, libro a libro, no sé si sorprendiéndose él también, que puede ser. Premio Nadal con Las ciegas hormigas, hace más de 50 años, escritor intermitente o marginado por diversas circunstancias, volvió a ser un joven autor, en el inicio de este milenio, con esa necesaria y definitiva trilogía monumental sobre un siglo del País Vasco, su territorio faulkneriano de ficción, Verdes valles, colinas rojas (con la tercera, que cerraba el ciclo, ...

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A sus casi 90, con todos los años del mundo posibles, Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923) sigue en la brecha, sorprendiéndonos, libro a libro, no sé si sorprendiéndose él también, que puede ser. Premio Nadal con Las ciegas hormigas, hace más de 50 años, escritor intermitente o marginado por diversas circunstancias, volvió a ser un joven autor, en el inicio de este milenio, con esa necesaria y definitiva trilogía monumental sobre un siglo del País Vasco, su territorio faulkneriano de ficción, Verdes valles, colinas rojas (con la tercera, que cerraba el ciclo, Las cenizas del hierro, obtuvo el Premio Euskadi, el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa) y el rescate o la salida de nuevos títulos. Y todo esto le ha vuelto a hacer, en esta primera década del nuevo milenio, un escritor singular, excelente y, felizmente, en activo.

Aquella edad inolvidable

Ramiro Pinilla
Tusquets. Barcelona, 2012
227 páginas. 17 euros

Que uno recuerde de lecturas recientes: una novela policiaca, que no lo era tanto, pues era además otras muchas cosas, Solo un muerto más, donde había mucha memoria de posguerra, en su Getxo agigantado por su literatura; o un impresionante y emotivo acto de dignidad moral en la posguerra de los vencidos como el que se cuenta en La higuera; o, como ahora, una novela de fútbol, que tiene que ver, sí, con el Athletic de los cuarenta, con el alirón, “all iron”, de los mineros vascos y de los ingenieros ingleses, de Panizo, Zarra y Gainza y compañía, de todo eso de lo que tanto ha escrito, por ejemplo, Patxo Unzueta (en A mí el pelotón y otros escritos de fútbol, de 2011).

En esta novela de fútbol y de resistencia pasiva y de dignidad moral en posguerra se nos cuenta el efímero triunfo de un joven de Getxo, Souto Menaya, alias Botas, albañil de jornal, al que los directivos del Athletic le van a buscar a su pueblo, pues le ven posibilidades como —al menos— suplente de Zarra. Unas pesetas, un contrato que arregla la vida a una modesta familia, o la complica. Ascenso y caída. Mete un gol épico, el de la final de Copa contra el Madrid de 1943 y el Caudillo se la tuvo que envainar: estos irreductibles vascos. El 20 de junio de 1943, en el Metropolitano, en Madrid, aquellos vascos (Lezama, Mieza, Oceja, Ortúzar… Panizo, Zarra, Urra y Gainza: los once en el libro de Unzueta) le ganaron al Madrid 1-0, con gol, en el 114, de Zarra.

Ramiro Pinilla, con la libertad del fabulador, quiere pensar que en aquella gesta (hubo otras finales de Copa: escribo esto hoy viernes 25 de mayo…; Zarra le confesaba en su momento a Unzueta que la final de Copa siempre la jugaba el Athletic y otro, como este año…), en la que once aldeanos, como escribe en la novela, le arrebataron, delante de las vigiladas narices del Caudillo, el trofeo al Madrid, el gol lo marcó casi al final, el eterno suplente de Zarra, que esa noche, en la ficción, jugó junto a él: Souto, y que para la prensa madrileña de aquella triste y atroz posguerra lo habría metido, posiblemente, con la mano. Con la mano de Dios, como Maradona. En 1943, no había cámaras de Canal +.

En Aquella edad inolvidable (el título en mi opinión no hace justicia a esta excelente novela, que se disfruta aunque al lector no le interese mucho el fútbol o, si fuera el caso, no simpatizara con los leones de San Mamés) se nos cuenta, pues, su efímero triunfo, se relata su ascenso y caída. Su momento épico —aquel gol definitivo, en Madrid, con la mano, o no— y luego aquel encontronazo. Un defensa contrario, al poco tiempo, le dejó lisiado: al fútbol no se viene a hacer amigos, se justificó. Ascenso y caída. La gloria es efímera. La verdad del fútbol, entonces, siempre. Y Souto, que salía en los cromos que él tendrá, después, que ensobrar y engomar (trabajo sentado, humillación de lisiado: escenas espléndidas de neorrealismo italiano: Pinilla es un señor muy mayor), aprenderá a vivir su amargura. Y es ahora cuando el viejo escritor muestra cómo controla todos los resortes narrativos: es admirable la complejidad narrativa y psicológica, a pesar de su aparente sencillez, con la que se trata la difícil relación entre esos dos novios, el huraño lisiado y una lecherita de caserío que va con sus cacharras de casa en casa. O la relación entre el lisiado y sus padres: la madre desde el silencio que todo lo atrapa, el padre desde el griterío de la desesperación. Y de fondo, el paisaje vasco, la represión y el fútbol, los colores del Athletic, como ensoñación. Hay que tener todo el oficio del mundo para escribir, a los 90 años, una historia tan compleja como esta, disimulando tanta sabiduría en esa aparente sencillez. Una novela deliciosa, un prodigio.

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