Crítica:

Mecánica masculinidad

Allí estaban , inamovibles. Era la tercera vez que visitaban Barcelona, pero nadie diría mirándolos si lo que había delante eran los ZZ Top de los noventa o ya los del siglo XXI. Tener una imagen tan inmarchitable tiene esas ventajas, amplificadas por unas barbas, gafas y sombreros que hacen desaparecer las arrugas. Bien, pensándolo mejor sí que había una diferencia entre los ZZ Top de hoy y los de antaño: el papel de las chicas florero en el escenario ha sido drásticamente limitado. Por lo demás, todo sigue igual. La masculinidad no aparenta recovecos.

El trío tejano nació con una idea...

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Allí estaban , inamovibles. Era la tercera vez que visitaban Barcelona, pero nadie diría mirándolos si lo que había delante eran los ZZ Top de los noventa o ya los del siglo XXI. Tener una imagen tan inmarchitable tiene esas ventajas, amplificadas por unas barbas, gafas y sombreros que hacen desaparecer las arrugas. Bien, pensándolo mejor sí que había una diferencia entre los ZZ Top de hoy y los de antaño: el papel de las chicas florero en el escenario ha sido drásticamente limitado. Por lo demás, todo sigue igual. La masculinidad no aparenta recovecos.

El trío tejano nació con una idea y con ella sigue cuarenta años más tarde: ofrecer la banda sonora a un mundo rudo de motos, chicas y cerveza. Su vía hacia la libertad mecánica pasa por el rock tejano, el blues y el boggie, sonidos que en clave trotona hacen imaginar el temblor de un motor entre las piernas, el mejor lugar para llevar la herramienta. Y ahí siguen. Para celebrar este canto a la testosterona, formulado no precisamente en clave neolítica, el Poble Espanyol se llenó y entre parches de clubs motoristas, chalecos de cuero, pañuelos y estampas de hombría de autovía, el trío se aplicó a lo suyo. Sin cambios. ¿Para qué?

'ROCK'

Conciertos de Verano

ZZ Top

Poble Espanyol

13 Julio 2011

Billy Gibbons en sus punteos, más finos que fieros, no especialmente imaginativos pero eficaces; Dusty Hill recio en el bajo, pétrea arquitectura del trío y el normal Frank Beard en la batería -el único sin barba, el único que por aspecto podría ser de otro combo- se bastaron para elevar este monumento a la tradición llamado ZZ Top. Su repertorio, sin mayores gemas que las descubiertas hace años, onda La Granje hizo un guiño a sus mayores por medio de un no particularmente rebuscado, Hey Joe, pero cumplió. Que Billy, un refinado amante del arte africano, no tuviese sus prestaciones vocales en condiciones de carretera, tampoco importó en exceso: las motos también pierden brillo y no por ello son trastos viejos. En suma, ver a ZZ Top no puede plantearse bajo otro prisma que el valor de lo consabido. Y el trío ya es demasiado veterano para fallar en esto.

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