Crítica:CLÁSICA

Energía y tensión

Vaselina Kasarova ofreció casi una hora seguida de canto ricamente ornamentado. Rossini centró su parte del programa, con páginas muy difíciles extraídas de L'italiana in Algeri, Semiramide y Tancredi. Difíciles porque exigen una tesitura generosa y una desbordante capacidad para la coloratura. Notas agudas brillantes, graves suficientes y recitativos muy bien planteados, completaron un panorama servido con indudable virtuosismo. Quizá su plasmación del adorno en el canto se concibe más como demostración de poderío que como recurso expresivo, pero, en cualquier caso, dejó ...

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Vaselina Kasarova ofreció casi una hora seguida de canto ricamente ornamentado. Rossini centró su parte del programa, con páginas muy difíciles extraídas de L'italiana in Algeri, Semiramide y Tancredi. Difíciles porque exigen una tesitura generosa y una desbordante capacidad para la coloratura. Notas agudas brillantes, graves suficientes y recitativos muy bien planteados, completaron un panorama servido con indudable virtuosismo. Quizá su plasmación del adorno en el canto se concibe más como demostración de poderío que como recurso expresivo, pero, en cualquier caso, dejó ?y con razón? anonadado al público. Las únicas sombras se produjeron, sobre todo al principio, por una respiración demasiado ruidosa.

KAMMERORCHESTER BASEL

Giovanni Antonini, director. Vasselina Kasarova, mezzosoprano. Obras de Rossini y Beethoven. Palau de la Música. Valencia, 24 de febrero de 2010.

Estuvo, además, muy bien acompañada por la Orquesta de Cámara de Basilea. Al frente, como en 2006, Giovanni Antonini. También como entonces, la agrupación mezcló instrumentos originales y modernos. En el acompañamiento de la mezzo búlgara se movieron con delicadeza y refinamiento, dejando claro el protagonismo de la cantante, pero proporcionándole, al mismo tiempo, un sustrato enérgico y tenso sobre el que moverse. Por otra parte, tanto con Rossini como en el Beethoven posterior (Séptima sinfonía), se hizo patente la preocupación por el contraste de colores y la clarificación del tejido orquestal. Como ejemplo de ello podría ponerse el relieve que adquirieron las violas, instrumentos que suelen pasar muy desapercibidos. También las sonoridades más graves de la cuerda ?los contrabajos? tuvieron un peso inusual en las orquestas de cámara.

Beethoven se ejecutó con un tempo rápido y pulso enérgico. En el primer movimiento, Antonini enfatizó mucho los acordes que enmarcan las escalas ascendentes. Proporcionó así cortes abruptos que contrastaban con el dulce fraseo de otros segmentos. El bellísimo Allegretto sonó misterioso, y presentó los acentos del motivo inicial muy subrayados, en consonancia con la lectura del movimiento anterior. Limpios, rápidos, ligeros y enérgicos fueron también los dos restantes (Presto y Allegro con brio), configurando, en resumen, una lectura de la Séptima que parece quedar alineada con las nuevas concepciones que brotan desde hace tiempo en la interpretación beethoveniana.

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