Lo que también deja la COP26: alianzas etéreas, protestas en las calles y una paz climática

Varios países se han comprometido a reducir sus emisiones de metano y a dejar de vender coches de combustión a partir de 2035

Protesta contra la falta de medidas frente al cambio climático en Glasgow, Escocia, durante la COP26.RUSSELL CHEYNE (Reuters)

Al margen de la declaración final de la cumbre del clima de Glasgow y de las negociaciones oficiales entre los casi 200 países que han participado en esta cita auspiciada por Naciones Unidas, la llamada COP26 ha dejado una cosecha de varias alianzas entre países para recortar las emisiones de sectores concretos y multitudinarias protestas contra la falta de ambición de los gobiernos en esta crisis climática. Esto es lo más destacado para ...

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Al margen de la declaración final de la cumbre del clima de Glasgow y de las negociaciones oficiales entre los casi 200 países que han participado en esta cita auspiciada por Naciones Unidas, la llamada COP26 ha dejado una cosecha de varias alianzas entre países para recortar las emisiones de sectores concretos y multitudinarias protestas contra la falta de ambición de los gobiernos en esta crisis climática. Esto es lo más destacado para la lucha contra el calentamiento que deja atrás esta cumbre.

La paz de Glasgow

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, fue uno de los 120 jefes de Estado que participaron en los primeros días de la cumbre, el 1 y el 2 de noviembre. Sin embargo, ni el presidente de China, Xi Jinping, ni el de Rusia, Vladímir Putin, han asistido a la cita. Biden consideró desde Glasgow un error la no participación de ambos. Y, unos días después, desde el Gobierno chino se reprochó a EE UU que hasta la vuelta de los demócratas a la Casa Blanca este país estaba ausente de la lucha climática internacional. Mientras se producía ese cruce de declaraciones en público, John Kerry, el jefe de la delegación climática de EE UU en Glasgow, y su homólogo chino, Xie Zhenhua, trabajaban en privado para intentar calmar los ánimos. Ambos son viejos conocidos y tuvieron un papel determinante en que en 2015 se logrará firmar el Acuerdo de París.

El miércoles pasado, cuando nadie lo esperaba, ambos anunciaron un acuerdo para colaborar en la lucha contra el cambio climático durante esta década. Los dos países difundieron una declaración conjunta en la que se incluían dos novedades: la creación de un grupo de trabajo para intentar fijar medidas de lucha referidas, por ejemplo, a las renovables y la deforestación. China, además, anunciaba que durante 2022 presentaría un plan concreto de reducción de sus emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero que muchas veces queda oculto tras al dióxido de carbono en el debate climático. Pero, lo más importante de la declaración de ambos países era que suponía firmar la paz climática entre China y EE UU, que tienen multitud de pugnas abiertas en otros campos.

La alianza del metano

El metano ha sido uno de los protagonistas de esta cumbre del clima. 103 países se han sumado a un acuerdo apadrinado por EE UU y la Unión Europea para reducir un 30% las emisiones de origen antropogénico en 2030 respecto a los niveles de 2020. Dentro de este pacto estaban, además de los dos promotores, Brasil, Indonesia, Canadá, Arabia Saudí y el Reino Unido. Aunque entre las ausencias destacan tres de los grandes emisores: China, Rusia y la India. Unos días después, aunque China no se comprometió con este acuerdo, sí anunció que presentará un plan de reducción de este gas.

El metano, según el último informe del IPCC —el panel internacional de expertos encargados de sentar las bases científicas sobre el cambio climático—, es responsable del 25% del aumento de la temperatura global registrado en el planeta desde la era preindustrial. Y sus niveles no han parado de aumentar en los últimos dos siglos. Tienen un mayor potencial de calentamiento que el dióxido de carbono, aunque su presencia en la atmósfera apenas dura algo más de una década. El dióxido de carbono, sin embargo, permanece durante cientos de años. El foco de la lucha internacional se ha puesto sobre este gas en los últimos meses debido a que aplicando soluciones tecnológicas —como la vigilancia de los pozos de petróleo y gas― se pueden lograr reducciones considerables de las fugas de metano.

Pacto contra los coches de combustión

Durante la cumbre también se presentó un acuerdo de una treintena de países y de seis grandes marcas de coches en el que se comprometían a dejar de vender furgonetas y turismos de combustión a partir de 2035 en los principales mercados y en todo el mundo en 2040. Entre los países firmantes estaban el Reino Unido, Canadá, India, Países Bajos, Austria, Noruega, Chile y Dinamarca. Sin embargo, no estaban presentes EE UU, China, Alemania y Francia. Tampoco España tenía previsto adherirse de momento debido a que en el seno de la Unión Europea se está negociando ahora una propuesta similar para vetar los coches de combustión a partir de 2035. En el lado de los fabricantes, seis grandes firmas mundiales —Ford, General Motors, Volvo, Mercedes-Benz, Jaguar Land Rover y la china BYD— se han sumado a la iniciativa.

La cumbre ha sido escenario de varias alianzas similares. En otra de ellas un centenar de países se han comprometido a acabar con la deforestación en 2030. Lo positivo de este acuerdo era que entre los firmantes estaban grandes países como Brasil en los que la deforestación es una emergencia. Lo negativo, que no deja de ser una declaración de intenciones sin ni siquiera un objetivo ambicioso.

Un observatorio contra el lavado de cara verde

Muchos de estos pactos, argumentan los grupos ecologistas, pueden llegar a convertirse en simples lavados de cara verde —el conocido como greenwashing— de los gobiernos. Aunque, a medida que aumentan los impactos del cambio climático y la presión social por el calentamiento, son muchas las empresas y otro tipo de actores que anuncian promesas de lucha contra el calentamiento global. Como, por ejemplo, alcanzar las emisiones netas cero: emitir solo los gases que puedan ser capturados por sumideros naturales, como los bosques.

Ante la proliferación de declaraciones de este tipo, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, anunció en su discurso de apertura de la cumbre que creará un grupo de expertos para proponer “estándares claros para medir y analizar los compromisos de emisiones netas cero de los actores no estatales”.

Las protestas en las calles

Si dentro de la COP26 se hablaba de alianzas y de promesas, fuera de las instalaciones se materializó el hartazgo de una parte importante de la sociedad. Durante dos días consecutivos, Glasgow fue centro mundial de las protestas contra la falta de acciones contundentes de los gobiernos frente al calentamiento global. Además, grupos de activistas han organizado durante toda la cumbre acciones de protesta dentro y fuera de la COP26.

La cara más visible del enfado por la falta de medidas contra la crisis climática es, sin duda, la activista sueca Greta Thunberg. La joven participó en las protestas de Glasgow y cuando a la cumbre le quedaba todavía una semana sentenció: “La COP26 es un fracaso”.

Promesas para mediados de siglo

La cumbre, efectivamente, no puede considerarse un éxito si lo que se esperaba era que los gobiernos enderezaran el rumbo hacia el cumplimiento del Acuerdo de París. Todos los países deben presentar planes de recorte de emisiones de gases de efecto invernadero y la suma de todos debe conducir a que el aumento de la temperatura se quede por debajo de los dos grados respecto a los niveles preindustriales y, en la medida de lo posible, por debajo de 1,5 grados. El problema es que los planes que los Estados habían presentado antes de llegar a Glasgow conducen a un incremento de entre 2,4 y 2,7 grados, según han puesto de manifiesto los científicos durante la cumbre.

Esos planes que llevan a un calentamiento muy por encima de lo que marca el Acuerdo de París son para esta década, que será decisiva en la lucha contra el calentamiento. Pero al margen de los propósitos a corto plazo, alrededor de 140 países se han comprometido a lograr emisiones netas cero a mediados de siglo. Durante la cumbre la Agencia Internacional de la Energía presentó un análisis en el que aseguraba que, si se cumplieran esas promesas de largo plazo y el acuerdo sobre el metano, el calentamiento se podría quedar en 1,8 grados. El problema es que las promesas a largo plazo no casan con los planes de los países a corto plazo, para esta década.

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