Empieza el reciclaje de los 120.000 coches de la dana: “No nos vamos a hacer de oro”
El coste ambiental de transportar, prensar, fragmentar y remplazar los vehículos se suma al gran impacto ecológico de la gota fría. Las empresas del sector calculan que tardarán seis meses en desguazarlos
El desguace de los aproximadamente 120.000 vehículos destrozados por la dana que llenaron primero las calles y luego decenas de cementerios provisionales de coches en los pueblos de L’Horta Sud ya ha comenzado. Tanto la Generalitat como el Gobierno han aprobado normas para facilitar su tratamiento. Los vehículos declarados por el Consorcio de Seguros como siniestro total pueden ser enviados directamente a los desguaces por las administraciones. Y se ha reducido a...
El desguace de los aproximadamente 120.000 vehículos destrozados por la dana que llenaron primero las calles y luego decenas de cementerios provisionales de coches en los pueblos de L’Horta Sud ya ha comenzado. Tanto la Generalitat como el Gobierno han aprobado normas para facilitar su tratamiento. Los vehículos declarados por el Consorcio de Seguros como siniestro total pueden ser enviados directamente a los desguaces por las administraciones. Y se ha reducido a dos meses (en vez de seis) el tiempo que las autoridades deben esperar antes de declarar abandonado un vehículo y mandarlo a reciclar. Alicia García-Franco, directora general de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER), asegura que el sector español, formado por más 1.200 empresas, tiene capacidad para absorberlos. Cada año se desguazan en España entre 600.000 y 700.000 coches, afirma, cuando en los noventa llegaron a ser más del doble. Digerirlos todos requerirá, sin embargo, tiempo. Unos seis meses, según sus cálculos.
El primer paso para su reciclado sigue siendo el mismo, la descontaminación. Un proceso consistente en retirar de los vehículos la gasolina o el diésel; el líquido de frenos; el aceite; en su caso el depósito de gas licuado de petróleo (GLP); las baterías de plomo ácido (que llevan la mayoría de vehículos), o las baterías eléctricas. En algunos casos, admite García-Franco, la violencia de la inundación puede haber roto, por ejemplo, el depósito de combustible, como sucede en algunos accidentes de carretera, pero la directora general cree que es poco probable que haya habido un vertido generalizado de los líquidos más contaminantes. Una opinión compartida por César Bohorque, ecólogo de la Universidad de Alicante, que ha estado trabajando en la zona.
Una vez descontaminados, los desguaces sacarán de los automóviles las piezas que crean que pueden revender ―lo que constituye su negocio principal―. Un proceso que ya ha comenzado. Usman, de 32 años, trabajador del Desguace Benimàmet, situado en la pedanía de la ciudad de Valencia del mismo nombre, está descargando de una grúa, junto a un compañero, un coche dañado por la dana. En el descampado, hasta hace poco un campo de huerta contiguo al taller, hay 17 vehículos con las características manchas de barro, dos de ellos con el logotipo de Cabify. Y dentro del desguace, sostenido en un elevador, a otro de ellos ya le han quitado los líquidos peligrosos y las ruedas. Usman dice que esperan recibir “muchos más”, y que harán falta más empleados. “Va a haber mucho trabajo”, dice.
La directora general de FER afirma, sin embargo, que al contrario de lo que puede parecer por el gran volumen de vehículos, las partes mecánicas de muchos de ellos han quedado arruinadas por el lodo, lo que reducirá sensiblemente el beneficio que los desguaces podrán obtener por unidad. “Hay quien dice: ‘se van a hacer de oro’, pues no”. Los vehículos serán después prensados hasta quedar reducidos, aproximadamente, un metro y medio cúbico. Un proceso que según García-Franco se desarrollará en desguaces “locales” ―en la provincia de Valencia hay 64 autorizados―, para evitar largos traslados largos antes de ser vaciados de los líquidos peligrosos.
Los coches serán trasladados, a continuación, en camiones, a las fragmentadoras. Unas instalaciones que García-Franco describe como “molinillos de café gigantescos, con martillos en vez de cuchillas”, capaces de reducir a trozos del tamaño de un puño un automóvil en un minuto. La directora general de FER señala que se utilizarán fragmentadoras no solo valencianas, sino también del resto de España. En el país hay 27 ―frente a más de 1.200 desguaces―, que trabajan normalmente de noche para abaratar la gran cantidad de energía que consumen.
El coste ambiental de retirar los vehículos, transportarlos a sucesivos puntos ―un automóvil pesa normalmente más de una tonelada―, prensarlos, reducirlos a pedazos, así como que buena parte de sus dueños los remplacen por otros nuevos mucho antes de lo que hubiera sido necesario, se suma al colosal impacto ecológico generado por la dana, señala Julio Barea, de Greenpeace. Barea cree que el enorme desastre de la dana debería servir para replantear muchas cosas. “Una movilidad más sostenible ―menos basada en vehículos privados, especialmente de combustión, y más en el transporte público y la bicicleta―, pero también en otros ámbitos como la construcción, intentando dejar pavimentamos drenantes y filtrantes, liberando llanuras de inundación... Muchas cosas que deberían servir para que esto no vuelva a suceder. O, al menos, para que no lo haga con la magnitud que ha tenido ahora”.
Acero y otros metales
El sector del reciclaje de automóviles es capaz de aprovechar, de un modo u otro, casi todo el automóvil. Expresado en términos de peso, un 95%, asegura García-Franco. El 73%, que corresponde a la parte de acero, es separado con imanes al salir de la fragmentadora. Entre un 13% y un 15% corresponde a metales no férricos, como el aluminio, el cobre y el zinc, que son recuperados mediante sistemas como el de las piscinas de flotación, que aprovechan la distinta densidad de los metales para ir separándolos. Los metales son llevados a fundiciones para volver a usarse como materia prima. El proceso, afirma la directiva de FER, resulta más económico que el de extraerlo de yacimientos.
Además de estas partes metálicas, de las piezas revendidas por los desguaces, y de las grandes piezas de plástico ―como el parachoques y el salpicadero, que suelen ser reconvertidas en planchas de plástico―, otra parte de materiales que salen de la trituradora son aprovechadas como combustible en la industria cementera, que es una gran consumidora de energía. Se trata de una mezcla de gomas, espumas, plásticos de cableado, y espumas de los asientos con un poder calorífico superior, dice García-Franco, superior al coque de petróleo.
El reciclado de los coches de la dana va a tener un coste añadido, dice la directora general, tanto ambiental como para las empresas, debido al hecho de que gran parte de los vehículos llegarán a las fragmentadoras con mucho barro; un maletero estándar puede tener 400 litros de capacidad. “Normalmente, cuando quieres lijar un metal, lo metes en arena. Así que todo ese barro va a desgastar la maquinaria mucho más de lo normal. Y también obligará a cambiar mucho antes los filtros que usamos para evitar que el proceso emita partículas al medio ambiente, obstruirá las rejillas… Nos lo va a complicar mucho”.