Por qué los derechos fundamentales y la protección del clima van de la mano en estas elecciones europeas
Los daños y pérdidas derivados del cambio climático no los sufren quienes obtienen beneficios por seguir quemando petróleo y gas, sino que los pagan las personas de ingresos bajos y medios
Inundaciones mortales en Afganistán, Brasil, Oriente Próximo e India, con precipitaciones en parte muy superiores a las registradas desde que existen registros. Alemania, Austria, España, Francia, Bielorrusia, pero también Israel y Palestina, India y toda Asia Oriental batieron sus récords de calor en abril, en muchos casos por tercer año consecutivo. Ninguno de estos fenómenos es ya fruto de la mala suerte o fortu...
Inundaciones mortales en Afganistán, Brasil, Oriente Próximo e India, con precipitaciones en parte muy superiores a las registradas desde que existen registros. Alemania, Austria, España, Francia, Bielorrusia, pero también Israel y Palestina, India y toda Asia Oriental batieron sus récords de calor en abril, en muchos casos por tercer año consecutivo. Ninguno de estos fenómenos es ya fruto de la mala suerte o fortuito. Todos ellos se han hecho más intensos por el cambio climático inducido por el hombre.
Con cada tonelada de carbón, con cada barril de petróleo y gas que quemamos, estamos experimentando un número cada vez mayor de fenómenos meteorológicos extremos más intensos en Europa y en todos los demás continentes. Ayer, hoy, no sólo en el futuro (pero también entonces por supuesto), las cosas seguirán empeorando mientras no dejemos de quemar estos combustibles fósiles. Por supuesto, los fenómenos meteorológicos extremos siempre han existido, pero el 20% más de precipitaciones en las inundaciones extremas de Alemania en 2021 supusieron una gran diferencia para aquellos que lo perdieron todo. Una ola de calor de tres grados más importa mucho para quienes luchan contra el asma, viven en casas mal aisladas o intentan ganarse la vida vendiendo cosechas que se han marchitado con el calor. Importó enormemente para las más de 11.000 personas que perdieron la vida por el calor extremo en España sólo en el verano de 2022.
Los daños y pérdidas derivados de esta situación no los sufren quienes obtienen beneficios por seguir quemando petróleo y gas, sino que los pagan las personas de ingresos bajos y medios. Esta inmensa mayoría vive en casas peores, gasta una mayor proporción de sus ingresos en comida, tiene hijos escolarizados que salen perdiendo cuando cierran los colegios y depende de una atención sanitaria que no se derrumbe cuando llega el calor extremo. Todas estas cosas que perdemos con el cambio climático —la vida, los medios de subsistencia, la salud, la vivienda, la educación— son derechos fundamentales. Son derechos humanos, los derechos en cuyo establecimiento Europa ha desempeñado un papel decisivo tras el final de la Segunda Guerra Mundial. La Unión Europea (UE) se ha fundado sobre estos derechos. Valores de dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de derecho. El cambio climático ataca directamente estos derechos humanos fundamentales de todos. No solo en el Sur global, sino aquí y ahora.
No solemos leer o hablar del cambio climático de esta manera, sino que hablamos de física, tecnología y palabras de moda como “cero neto”. Se nos hace creer que sólo hay una opción: o reducir los precios de la energía y, por tanto, el coste de la vida, o reducir el carbono. Esto es erróneo, ya que la única manera de reducir las facturas de energía es hacer lo que tenemos que hacer para reducir el carbono, como utilizar energías renovables que hoy en día son más baratas que los combustibles fósiles, o aislar los hogares. Además, no reducir el carbono está empeorando la crisis del coste de la vida. Los impactos del cambio climático, los daños por inundaciones, la imposibilidad de conseguir un seguro, el calor extremo, los terrenos improductivos… Todo eso está reduciendo drásticamente el nivel de vida. No muy lejos, sino aquí en Europa.
Europa también solía ser líder en política climática. Pero tanto las buenas y justas políticas climáticas como los derechos humanos están siendo atacadas. Únicamente se puede conseguir un mejor nivel de vida para todos con la protección del clima, pero sólo si también se preservan y refuerzan otras libertades y derechos como la educación, el aborto, etcétera. Podría parecer que son cuestiones distintas pero no lo son si, por ejemplo, no tienes derecho a abortar, no tienes autonomía corporal, no puedes tomar decisiones libres sobre tu salud, no puedes hacer elecciones económicas independientes o no puedes participar en igualdad de condiciones en los procesos de toma de decisiones dentro de tu trabajo o tu comunidad. Esto te hace más pobre, más vulnerable a los impactos del cambio climático.
Las políticas proclamadas principalmente por los partidos de derechas y conservadores conducen a que los pobres sean cada vez más pobres, los ricos cada vez más ricos y toda la sociedad cada vez más desigual e inestable. EEUU después de cuatro años de Trump, y Brasil después de Bolsonaro, lo están demostrando claramente. Con Bolsonaro desmantelando las leyes de protección del bosque tropical, fomentando la deforestación y despojando a los pueblos indígenas de sus derechos, se destruyeron enormes cantidades de bosques, lo que lleva a más emisiones a nivel mundial. Hoy en día, el estado más meridional de Brasil, Rio Grande do Sul, está en gran parte bajo el agua, tras las peores inundaciones que ha sufrido el país. Unas inundaciones que habrían sido mucho menos graves sin esas emisiones y las del resto del mundo.
Efectos del cambio climático
La protección del medio ambiente y del clima y las libertades civiles están fundamentalmente vinculadas y corren peligro. Las mujeres y las minorías suelen soportar una parte desproporcionada de los efectos negativos del cambio climático. Suelen ser más pobres y viven en zonas más contaminadas; son las que están en primera línea. Así, el derecho a la igualdad, uno de los derechos humanos más fundamentales, se ve amenazado por el cambio climático. Esto ocurre al mismo tiempo que la AFD, el FpÖ o los Fratelli d’Italia intentan que los logros alcanzados en el pasado en materia de mayor igualdad de derechos se desmantelen, que la participación en la toma de decisiones se torne más dura, que las plataformas para luchar por nuestros derechos se vuelvan más difíciles de utilizar, mientras que nuestros derechos a un medio ambiente limpio, a la salud, a un nivel de vida digno son cada vez más vulnerados.
En estas elecciones europeas no se trata de encontrar un partido con el que estés de acuerdo al 100%, sino de construir coaliciones en favor de los derechos humanos. Eso es increíblemente importante, especialmente hoy. En noviembre hay elecciones en Estados Unidos y necesitamos una Europa que recupere su liderazgo en materia de derechos humanos. Las elecciones de la UE son burocráticas, parecen lejanas y para muchos pueda parecer que no importan. ¡Eso no es cierto!
Hoy en día, la idea quizá más importante de Hannah Arendt es que el cinismo es el legado más peligroso de los regímenes totalitarios. Nadie tiene derecho a dejar que triunfe el cinismo y que Europa se convierta en un lugar donde las estructuras totalitarias puedan prosperar de nuevo. Aunque muchos partidos y políticos nos frustren, y a mí definitivamente me frustran, no hacer nada no es una alternativa.
Tenemos poder, mucho más del que nos hacen creer, y podemos utilizarlo. Pero tenemos que hacerlo.
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