Doñana se seca de nuevo: la mayor laguna permanente se queda sin agua por segundo verano consecutivo
El CSIC alerta de que se trata de un hecho sin precedentes que evidencia el deterioro del humedal provocado por el cambio climático, pero principalmente por la sobreexplotación humana
Doñana ha vuelto a secarse. En la laguna de Santa Olalla, la más grande de las permanentes de este parque nacional, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ya no queda agua. Así lo ha constatado la Estación Biológica de Doñana, dependiente del CSIC, que ha mostrado su extrema preocupación porque es la primera vez en la historia en la que se deseca por completo durante dos veranos consecutivos. “Lo cual atestigua la grave situación en la que se encuentra el sistema lag...
Doñana ha vuelto a secarse. En la laguna de Santa Olalla, la más grande de las permanentes de este parque nacional, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ya no queda agua. Así lo ha constatado la Estación Biológica de Doñana, dependiente del CSIC, que ha mostrado su extrema preocupación porque es la primera vez en la historia en la que se deseca por completo durante dos veranos consecutivos. “Lo cual atestigua la grave situación en la que se encuentra el sistema lagunar de Doñana y, con ello, toda la biodiversidad que depende de él”, señala la entidad en un comunicado que ha hecho público este jueves.
Las escasas precipitaciones —el ciclo hidrológico 2021-2022 fue el de menores niveles de precipitación de los últimos 10 años, con 283 milímetros, una circunstancia que no ha mejorado en este último año, donde las precipitaciones hasta agosto han sido similares— y las altas temperaturas, con máximas muy elevadas, son los factores técnicos que explican el deterioro del sistema lagunar de Doñana, pero, como advierte el CSIC, esas no son las únicas causas ni las principales. La sobreexplotación del acuífero, tanto por parte del uso intensivo de la agricultura —que ha aumentado la superficie de cultivo en un 30% en la última década— como por las “excesivas captaciones para el consumo de agua” de Matalascañas, el enclave turístico levantado en pleno coto, ha contribuido a mermar considerablemente los niveles del acuífero, de los que se alimentan las lagunas.
“La situación es dramática, desgraciadamente en Doñana hay agua para abastecer al sector productivo y a la agricultura industrial, pero no hay para el espacio protegido. Todo el ecosistema marismeño está seco, pero no desde ahora, como mínimo desde hace dos años”, recalca Juan Romero, portavoz de Ecologistas en Acción.
La Infraestructura Científica y Técnica Singular de la Estación Biológica de Doñana actualizó hace unos días su cámara de seguimiento de la laguna de Santa Olalla para examinar su evolución y el miércoles, según indica el CSIC, se constató su completa desecación. Esta laguna era la última de las tres que se consideraban permanentes ―toda vez que en las últimas ocho décadas han ido desapareciendo el 60% de las que existían en el parque―, que en los últimos años había mantenido esa consideración, pese a que su superficie inundada era casi testimonial. Su desecación impide la presencia de peces ―el año pasado provocó la muerte de anguilas, una especie amenazada―, y disminuye la presencia de galápagos, advierte la entidad científica, de acuerdo con el CSIC, que también alerta de que el deterioro del sistema de lagunas elimina los refugios acuáticos estivales para la fauna y flora acuáticas del manto eólico de Doñana.
“La desecación de la laguna es lo visual, pero luego está lo que permanece oculto. Hay muchas especies vegetales que están desapareciendo porque requieren más agua y no lo percibimos porque se sustituyen por otras que tienen raíces más profundas o necesitan menos agua”, advierte Juanjo Carmona, de la ONG WWF. “Tenemos que revertir esta situación, no podemos acabar por acostumbrarnos a que sea lo normal que cada año se seque la laguna. Esto es un fracaso, no político, sino de la sociedad, que no hemos sabido transmitir que la preservación de Doñana es importante”, se lamenta.
La desecación de la laguna de Santa Olalla durante dos veranos consecutivos es la confirmación de la degradación paulatina de uno de los humedales más importantes del mundo, cuyo futuro se dirime en el Parlamento andaluz, que sigue tramitando una ley que favorecerá la legalización de entre 700 y 1.900 hectáreas de regadíos en el entorno del parque natural, pese a las firmes posiciones contrarias de la comunidad científica y académica. Un deterioro progresivo que ha alcanzado su cima en estos dos últimos años y que amenaza con sacar a Doñana de la lista verde que otorga la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El obstáculo de la ley para regularizar regadíos
“La desecación de Santa Olalla pone en evidencia el deplorable estado de conservación en que se encuentra el humedal más protegido del país, fruto de la sobreexplotación y mala gestión del agua que se hace fuera de los márgenes del espacio natural protegido”, señala Greenpeace en un comunicado publicado a última hora de la mañana de este jueves. Desde la ONG se advierte de que la responsabilidad no puede achacarse solo al cambio climático y apuntan directamente a la actividad del hombre. “El crecimiento y transformación de miles de hectáreas en regadíos intensivos, unido a las extracciones masivas e ilegales de agua subterránea, la modificación de canales y cauces hacia el espacio protegido han llevado a Doñana a una lenta agonía”, sostiene Greenpeace.
Un argumento que también suscribe Romero y Carmona, que apela a la necesidad de “poner en marcha acciones y medidas contundentes para que cuando empiece a llover podamos recuperar el acuífero”. Carmona, al igual que Greenpeace, advierte de que esto nunca podrá llevarse a cabo “si se continúan con políticas como las que el PP pretende llevar en Doñana, como la amnistía de fincas ilegales que es una llamada total a continuar con este tipo de prácticas que han llevado al acuífero y a sus lugares al peor momento de su historia”.
La Estación Biológica de Doñana propone, para tratar de paliar la actual situación de agonía que sufre el humedal, la reducción urgente de la cantidad total de agua que se extrae del acuífero para alcanzar unos niveles que permitan la recuperación del sistema lagunar y el freno de la degradación del espacio natural; actualizar el sistema de evaluación del estado del acuífero y realizar evaluaciones anuales de la disponibilidad del agua para definir las cantidades máximas de extracción permitidas y las medidas de ahorro que deban adoptarse.
También propugna el restablecimiento del sistema de gobernanza de la gestión del agua y la ordenación del territorio de la comarca de Doñana. Este es justo el plan que pretende alterar la propuesta de ley impulsada por PP y Vox en el Parlamento andaluz y que, al reconocer derechos de agua a agricultores que hasta ahora cultivaban extrayendo el riego de manera ilegal, pone en riesgo la supervivencia de los productores legales que tienen asegurado el uso del agua del trasvase del Tinto, Odiel y Piedra para poder sustituirla por la que reciben del acuífero.
Por último, se pide instaurar la Comisión de Trabajo Doñana 2030, aprobada por el Consejo de Participación de Doñana, “para avanzar de manera rápida y coordinada en la resolución de todos los problemas a los que se enfrenta Doñana”, que no solo se refieren a los acuíferos cada vez más esquilmados, sino a la contaminación del agua o al sobrepastoreo.
“Esta situación la conoce la Junta, la Estación Biológica y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, pero dónde están las medidas”, inquiere Romero, que sostiene que la “única esperanza” es poner en práctica el plan que presentó el Ministerio para la Transición Ecológica en noviembre de 2022. “Si se lleva a cabo con carácter de urgencia Doñana se puede salvar, si no lo mejor es que dejen de engañar a la gente y reconocer que Doñana dejará de ser un humedal”, abunda.
“Podemos revertir la situación. Tenemos el conocimiento científico, sabemos cómo actuar, pero el problema es cuando las administraciones responden a otros intereses que no son científicos”, subraya Carmona. “El interés privado no puede prevalecer sobre el interés público de mantener Doñana y la forma de vida que ha sustentado durante años. De lo contrario, en ese tránsito la agricultura y la sociedad en torno a Doñana degenerará, no se podrá vivir de la agricultura tal y como la conocemos y el humedal se africanizará, será más pobre en especies, no dará refugio a las aves del norte…”, advierte el ecologista.
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