Alex Rafalowicz, abogado: “Los combustibles fósiles son una amenaza existencial como las armas nucleares”
El director de la organización que promueve un tratado de no proliferación de estas energías cree que las cumbres del clima por sí solas no permiten avanzar en su abandono gradual a causa del bloqueo de los países productores
De forma similar al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares en vigor en el mundo desde 1970, una coalición de organizaciones de la sociedad civil promueve en la actualidad la creación de un tratado de no proliferación de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) para frenar el calentamiento del planeta. El director de esta iniciativa internacional, el abogado Alex Rafalowicz (37 años, Adelaida, Aust...
De forma similar al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares en vigor en el mundo desde 1970, una coalición de organizaciones de la sociedad civil promueve en la actualidad la creación de un tratado de no proliferación de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) para frenar el calentamiento del planeta. El director de esta iniciativa internacional, el abogado Alex Rafalowicz (37 años, Adelaida, Australia), considera esencial ponerse a trabajar en un mecanismo de este estilo de forma paralela al Acuerdo de París contra el cambio climático, dadas las dificultades para aprobar cualquier medida contra los combustibles fósiles en el marco de las cumbres del clima de Naciones Unidas, por el bloqueo de los países productores de petróleo y gas, como Arabia Saudí, Rusia o Canadá. En conversación telefónica desde Bogotá, donde reside desde hace 10 años, Rafalowicz defiende la necesidad de cambiar de estrategia en las negociaciones internacionales: “Ha habido ya 27 COP y las emisiones siguen subiendo”.
Pregunta. ¿Por qué que hay que buscar una salida de los combustibles fósiles?
Respuesta. La ciencia es muy clara: no es posible disminuir las emisiones que causan el cambio climático sin una salida rápida de los combustibles fósiles. Y para eso necesitamos un plan con el que organizar su abandono gradual, con consideraciones de equidad y de justicia, pues si no será muy difícil conseguir el apoyo de la gente y la voluntad política para realizar el cambio. Resulta evidente que hay que dejar los combustibles fósiles bajo tierra, pues el 86% de las emisiones de CO₂ están relacionadas con el petróleo, el carbón y el gas.
P. ¿La humanidad puede realmente desengancharse de forma rápida de los combustibles fósiles?
R. Existe la ciencia y la tecnología para producir energía por medio de fuentes renovables, utilizando sistemas de almacenamiento, como las baterías. Al mismo tiempo, habría que cambiar nuestros patrones de consumo. Aunque hay actividades económicas difíciles de descarbonizar, esas serían las últimas sobre las que actuar. Pero ya no es solo por el cambio climático, estamos llegando a un punto de inflexión en el que resulta más interesante desde el punto económico invertir en sistemas de producción de energía más sostenibles. Y tampoco hay que pensar que los combustibles fósiles han llevado el progreso a todo el mundo: hay casi 2.000 millones de personas en nuestro planeta que no tienen suficiente energía para una vida digna. Las tecnologías renovables suponen una oportunidad para democratizar el acceso a la energía
P. ¿Por qué el tratado que proponen utiliza la misma terminología que para las armas nucleares?
R. Porque los combustibles fósiles son una amenaza existencial como las armas nucleares. Al igual que con las armas nucleares, necesitamos un marco internacional para disminuir este riesgo. Y los movimientos ciudadanos contra las armas nucleares nos muestran también que es posible impulsar un nuevo tratado a escala internacional.
P. ¿Cómo surge esta iniciativa?
R. Teníamos que haber parado la proliferación de combustibles fósiles hace mucho tiempo, han pasado 20 años de la primera llamada que advertía de que no podemos tener nuevos yacimientos de carbón, petróleo o gas. Antes de que se aprobara en 2015 el Acuerdo de París, las islas del Pacífico propusieron un tratado de no proliferación de minas de carbón. Estaba enfocado solo en carbón y no fue más allá en ese momento, pero después de París volvió a surgir la propuesta con más fuerza. Se formó una coalición de ONG de todos los continentes y en septiembre de 2020 se lanzó de forma oficial la Iniciativa para un Tratado de No Proliferación de los Combustibles Fósiles. Hoy la red de apoyos ha crecido hasta casi 2.000 organizaciones de la sociedad civil, 71 ciudades (entre ellas, Barcelona, París, Londres, Lima, Los Angeles y Calcuta), 3.000 científicos y 101 premios Nobel. En septiembre de este año, el presidente de Vanuatu, una isla del Pacífico, hizo un llamamiento en la Asamblea General de Naciones Unidas para que los países apoyen este tratado. El siguiente paso sería convocar a más gobiernos interesados para comenzar el proceso.
P. El Parlamento Europeo también ha apoyado la propuesta. ¿No es así?
R. Sí, el Parlamento Europeo adoptó una resolución antes de la cumbre del clima de Egipto que pide a los Estados que trabajen en el desarrollo de un tratado de no proliferación de combustibles fósiles, lo que demuestra el nivel de apoyo político que tiene el concepto en muchas partes del mundo. Esta propuesta también cuenta con el respaldo de más de 1.000 profesionales del sector de la salud y 200 organizaciones de la salud alrededor del mundo, entre ellas, la OMS, pues la quema de combustibles fósiles presenta graves amenazas para la salud humana y planetaria.
P. En la cumbre del clima de Egipto (COP27) fue imposible aprobar una referencia encaminada a poner fin al uso de todos los combustibles fósiles por el bloqueo de los países productores. ¿Es viable avanzar en esto en las conferencias climáticas?
R. Por ahora, no es un marco que sirva para avanzar en el fin de los combustibles fósiles, por eso nuestra propuesta está ganando peso. Aún así, nosotros consideramos nuestro proyecto como complementario del Acuerdo de París.
P. En esta COP27, Arabia Saudí volvió a defender que en las negociaciones se hable de reducción de emisiones, pero no de ninguna energía en particular. ¿Qué piensa?
R. El ministro de Energía de Canadá dijo lo mismo, no es algo solo de Arabia Saudí. Ellos tienen una línea de argumentación legal que tiene cierto sentido, pues es verdad que hasta ahora se ha enfocado en las emisiones. Pero tenemos que cambiar lo que estamos haciendo, ha habido ya 27 COP y las emisiones siguen subiendo.
P. Aunque se habla mucho del papel de bloqueo de Arabia Saudí o Rusia, usted es especialmente crítico con países como Canadá. ¿Por qué?
R. O Australia…. Estados Unidos dice una cosa en el plenario de la COP, pero después aprueba nuevas explotaciones de combustibles fósiles. Noruega tiene una cara verde y luego otra muy distinta. Con el sistema actual, las emisiones se contabilizan donde quemamos el combustible, por eso Noruega puede decir que su petróleo no cuenta en su balance de cambio climático, porque lo usan en otra parte. Pero la inversión de capital financiero, humano, político y cultural en los sistemas de combustibles fósiles contribuye a que se use más, la estructura de la cadena de venta contribuye a crear demanda. Entonces, lo que tenemos que hacer es planear una salida.
P. Pero los países productores tampoco van a apoyar un tratado de no proliferación de combustibles fósiles.
R. Otra idea de nuestra propuesta que también viene del movimiento contra las armas es empezar por un grupo que tenga menos intereses económicos con estas energías para desarrollar el marco jurídico y que luego se vayan sumando otros gobiernos. Nosotros no pensamos que los grandes productores de combustibles fósiles vayan a participar al principio. ¿Va a estar Arabia Saudí? No, no va a estar. ¿Canadá? No, no va a estar. ¿Australia? Tampoco. Pero hay otros países que actúan dentro del sistema internacional a los que sí les va a interesar. Países muy vulnerables a los impactos del cambio climático, como las islas o como Bangladés. Países que no se benefician de la economía de los combustibles fósiles y quieren avanzar en la economía de las energías renovable, como Kenia o Marruecos. Países de Europa que se preocupan por la crisis climática con una visión de transición justa, como Finlandia, Francia, España. O productores medianos más en riesgo ante el cambio de la demanda que va a venir por la transición energética, como Colombia o Malasia.
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