“No todos somos igual de responsables de las grandes emisiones globales. Hay algunos malos y tenemos que centrarnos en ellos”
La académica estadounidense Jessica F. Green, que ha estudiado la regulación internacional para reducir la huella de carbono, recuerda que 100 empresas son las responsables del 70% de los gases mundiales de efecto invernadero
La profesora Jessica F. Green (Washington D. C., 45 años) ha investigado la regulación internacional para reducir emisiones y por qué se está quedando lejos de conseguir sus objetivos. Experta en energía y medio ambiente, su último libro (Rethinking Private Authority, no publicado en castellano) analiza las políticas de descarbonización y sus carencias. “Son 100 empresas las responsables del 70% de las emisiones mundiales”, critica la académica estadounidense, cuya...
La profesora Jessica F. Green (Washington D. C., 45 años) ha investigado la regulación internacional para reducir emisiones y por qué se está quedando lejos de conseguir sus objetivos. Experta en energía y medio ambiente, su último libro (Rethinking Private Authority, no publicado en castellano) analiza las políticas de descarbonización y sus carencias. “Son 100 empresas las responsables del 70% de las emisiones mundiales”, critica la académica estadounidense, cuyas investigaciones han aparecido en revistas prestigiosas como Nature y Global Environmental Politics. Catedrática de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto (Canadá), Green — que pasó por Madrid en julio para participar en el foro Ecosistema Ahora, organizado por EL PAÍS— aprovecha el verano para escribir un nuevo libro que trata de responder a la pregunta “¿Qué hacemos en lugar del Acuerdo de París, que no está funcionando?”.
Pregunta. ¿Por qué sostiene que el Acuerdo de París para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero no está funcionando?
Respuesta. No estamos en el camino de alcanzar el objetivo de que la temperatura no se incremente más de 1,5 grados [respecto a la era preindustrial]. Los mercados de carbono tampoco están funcionando. El precio del carbono ha sido promocionado como una solución al cambio climático o una solución importante, pero mi investigación muestra que las reducciones reales con la tarificación del carbono son mínimas. He estudiado un montón de mecanismos de fijación de precios del carbono en todo el mundo y de media consiguen una reducción de entre el 1% y el 2% de emisiones al año, muy lejos de lo que necesitamos. El otro problema de los mercados de carbono, sobre todo de los impuestos, es que a la gente no le gustan. El movimiento de los chalecos amarillos [en Francia] fue un ejemplo. Pero no es el camino a seguir si queremos alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.
P. ¿Cuál es el camino entonces?
R. Tenemos que pensar en el cambio climático como un problema de revalorización de activos. Cuanto más tratemos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, menos rentables serán cosas como el petróleo y el gas. Hay propietarios de capital de combustibles fósiles que están tratando de obstruir la política climática porque quieren asegurarse de que siguen siendo rentables. Así que tenemos que considerar las instituciones financieras, de inversión y comerciales internacionales como mecanismos para reorientar realmente la forma de invertir el capital en la economía mundial.
P. ¿Por qué es tan complejo el proceso de descarbonización?
R. Tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles. Punto. Significa que hay que dejar de subvencionarlos. Miles de millones de dólares al año se van en ello en todo el mundo. Lo segundo es que tenemos que dejar de construir sus infraestructuras. Como la crisis en Ucrania se intensifica y hay preocupaciones sobre el suministro de gas, se ha hablado mucho de aumentar nuestros gasoductos. Es una mala idea. Es malo para el clima y una inversión financiera cada vez más arriesgada. Y la tercera cosa es que tenemos que invertir en una economía verde, y esta es la parte complicada. Tenemos que electrificar y construir la red y construir más capacidad renovable. Todavía es pronto para estar libre de carbono al 100%, pero podemos invertir mucho más en tecnologías verdes. Es una cuestión de política.
P. ¿Cómo debe la clase política transmitir el mensaje?
R. Se trata de hacer un replanteamiento. Hay que alejarse de estas discusiones técnicas sobre cómo medimos los gases de efecto invernadero o cómo los comercializamos. Se logra diciendo que vamos a mejorar la vida de las personas. Vamos a proporcionar energía limpia, más barata, a crear puestos de trabajo, a asegurarnos de que no pierdas tu empleo. Vamos a invertir en cosas como la economía del cuidado, que es la educación, la escolarización, la atención sanitaria. Esto es algo que la gente entiende mucho más fácilmente.
P. ¿No se transmite bien el mensaje del cambio climático?
R. Hay errores en los mensajes, sí. Uno, por ejemplo, es esta idea de que todos somos responsables del cambio climático. No es cierto, no completamente. Son 100 empresas las responsables del 70% de las emisiones mundiales. Y sabemos y conocemos que las personas con menos recursos emiten menos gases de efecto invernadero. No todos somos igual de responsables, hay algunos malos y tenemos que centrarnos en ellos y limitarlos. Y esa es la parte realmente difícil porque son muy poderosos.
P. ¿Quiénes son principalmente esos malos?
R. Bueno, sabemos que las empresas de combustibles fósiles han llevado a cabo una campaña de desinformación y obstruccionismo. Sabían del calentamiento global hace décadas y han seguido diciendo que están haciendo lo mejor que pueden y que están cooperando. Ejercen una enorme influencia en los debates políticos, especialmente en los países que tienen grandes industrias de extracción. Canadá es un gran ejemplo de ello.
P. ¿Qué podemos hacer el resto al respecto?
R. Exigir responsabilidad. Los gobiernos también. Tienen que dar un paso adelante y decir que es una decisión difícil, pero la correcta no solo para el planeta, sino económicamente. Apostar por los combustibles fósiles para los próximos 100 años es una apuesta pésima. En Canadá hubo un oleoducto que fue abandonado recientemente por una empresa privada de energía y luego fue comprado por el Gobierno canadiense. Es una inversión terrible. No deberíamos rescatar a las empresas de combustibles fósiles, tenemos que hacerles pagar a través de la eliminación de los subsidios, más impuestos.
P. ¿No se ha hecho nada bien?
R. Creo que ha habido muchos avances en las energías renovables. El precio ha caído mucho. Esta energía es competitiva o más barata que el carbón. Así que ya no hay razón para tener carbón en la mayoría de los lugares. El movimiento hacia la regulación, particularmente en la Unión Europea, diciendo que necesitamos tener objetivos y reglas, es lo que va a impulsar el cambio. Debemos centrarnos en soluciones tecnológicas para reducir procesos muy intensivos en energía. Se ha avanzado en la elaboración de planes de sostenibilidad en todos los ámbitos. Hay muchos esfuerzos para mitigar los efectos de las islas de calor, fomentar el transporte público, a las bicicletas y coches compartidos, y para que ciertas áreas estén libres de coches. La gente es más consciente y está más abierta a la urgencia del problema.
P. Es profesora en la Universidad, escribe ensayos, libros y artículos en prensa sobre esta urgencia del cambio climático. Con tanta información de la situación, ¿se puede ser optimista o le ocurre todo lo contrario?
R. Es una pregunta muy difícil. Algunos días me siento muy optimista, otros son difíciles. A mis estudiantes les digo que no todo el mundo puede ser el presidente del universo y cambiar las políticas en los niveles más altos. Pero eso no significa que no se pueda marcar la diferencia, que se puede trabajar realmente para construir comunidades de ayuda mutua, apoyo y activismo, y que esas cosas sí suman. Cuantas más personas seamos, más fuertes seremos.
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