La inacción frente al cambio climático hará que sea habitual superar los 40 grados en junio en España

Los modelos del IPCC advierten de que esa temperatura extrema se rebasará de forma frecuente en los valles del Guadalquivir, Guadiana y Ebro si las emisiones siguen creciendo como hasta ahora

Un helicóptero trabajaba el miércoles en la extinción del incendio cercano al Monasterio de Leyre, en Navarra.Foto: EPV | Vídeo: Jesús Diges (EFE)

Algo extraordinario —que en España se alcancen máximas por encima de los 40 grados algún día de junio como está ocurriendo durante esta ola de calor— se repetirá todos los años si las emisiones de efecto invernadero que expulsa la humanidad y que sobrecalientan el planeta siguen aumentando al mismo ritmo que lo han hecho hasta ahora. En estos momentos, el calentamiento global está rondando ya los 1,2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales....

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Algo extraordinario —que en España se alcancen máximas por encima de los 40 grados algún día de junio como está ocurriendo durante esta ola de calor— se repetirá todos los años si las emisiones de efecto invernadero que expulsa la humanidad y que sobrecalientan el planeta siguen aumentando al mismo ritmo que lo han hecho hasta ahora. En estos momentos, el calentamiento global está rondando ya los 1,2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales. El IPCC (siglas en inglés del Panel Intergubernamental del Cambio Climático) advertía en su último gran informe de que si la emisiones siguen creciendo igual que lo han hecho en las últimas décadas el calentamiento llegará hasta los 4,4 grados a finales de siglo. Eso sería de media en todo el planeta, pero su traducción para una región como la mediterránea —especialmente golpeada por la crisis climática— es un aumento todavía mayor, lo que implica a su vez que se disparen todavía más la frecuencia y la intensidad de los fenómenos extremos como las olas de calor.

El IPCC, en cuyos trabajos participan miles de científicos de todo el mundo, actualiza periódicamente las bases sobre el conocimiento del cambio climático a través de sus informes. En su última revisión se ha incluido por primera vez un atlas interactivo en el que se pueden observar por regiones los impactos que ya está causando esta crisis global. Además, se realizan proyecciones sobre cómo evolucionarán esos impactos en función del nivel de calentamiento que se alcance.

Para realizar esas predicciones se emplean 38 modelos climáticos, según detalla José Manuel Gutiérrez, director del Instituto de Física de Cantabria y coordinador de este atlas en el que han participado investigadores del CSIC y de la empresa tecnológica Predictia. Uno de los parámetros que se emplea es el del “número de días con temperaturas máximas superiores a los 40 grados”. Para el periodo comprendido entre 1995 y 2014, resulta “extraordinariamente raro” que en un mes de junio se supere esa barrera algún día en España, como está ocurriendo ahora, señala Gutiérrez. Sí es algo más normal que ocurra algún día de julio en la Península, sobre todo en las cuencas del Guadalquivir y el Guadiana y, en menor medida, en la del Ebro, según esos datos históricos.

Eso es lo que ya ocurre. El problema reside en lo que vendrá debido a la crisis climática. Porque lo raro se puede convertir en norma si la humanidad no se desengancha de los combustibles fósiles, la principal fuente emisora de gases de efecto invernadero.

Objetivo básico

El Acuerdo de París, firmado en 2015 en la capital francesa, estableció como objetivo básico que el calentamiento global a finales de este siglo se quede entre los 2 y los 1,5 grados, el nivel de seguridad fijado por los científicos. Para ello, todos los países del mundo deben reducir sus emisiones hasta que prácticamente desaparezcan en la segunda mitad del siglo. Los firmantes del pacto, cerca de 200 países, tienen que presentar planes climáticos ante la ONU para lograrlo. En el mejor de los escenarios actuales —si todas las naciones cumplieran con todos sus compromisos— el IPCC calcula que el nivel de calentamiento global llegará hasta los 2,8 grados. En el peor de los escenarios —que los países sigan ignorando las alertas y se continúe emitiendo al mismo ritmo que hasta ahora― se llegaría a los 4,4 grados.

En el atlas que ha coordinado Gutiérrez para el IPCC, se prevén cuatro escenarios de calentamiento para las proyecciones de futuro: que se consiga cumplir con la meta de 1,5 grados y que se llegue a 2, 3 y 4 grados. En los dos primeros escenarios, aumentaría la posibilidad de que se sobrepasen los 40 grados algún día de junio en zonas de Andalucía y Extremadura. Pero el gran salto se daría en los escenarios de 3 y 4 grados de calentamiento, en los que será habitual que se supere la barrera de los 40 durante varios días de junio en las cuencas del Guadalquivir, el Guadiana y del Ebro.

En Badajoz, por ejemplo, en un escenario de calentamiento de 3 grados se superarían los 40 en 2,9 días de junio de media. Si el calentamiento global alcanza los 4 grados, esa barrera se superará en 5,1 días de media. Lo mismo ocurriría en Córdoba. Y en Sevilla la barrera de los 40 se rebasará durante 2, 3 y 4 días, respectivamente. En estas ciudades, los modelos empleados por el IPCC, que se basan en la media del periodo 1995-2014, prácticamente descartan que en un mes de junio se superen los 40 grados. Y, si se consigue dejar el calentamiento en los 1,5 grados, esto podría prácticamente seguir siendo así en el futuro.

“Hay margen todavía para quedarnos en los 1,5 grados o los 2 grados de calentamiento”, dice Gutiérrez. Pero este experto recuerda que se necesitan recortes de los gases de efecto invernadero muy fuertes. “Las emisiones mundiales deben caer un 50% en 2030 y ser prácticamente cero en 2050″, añade. “Estamos a tiempo, pero exige un esfuerzo ímprobo”, añade.

El sector energético mundial —la generación de electricidad, la industria y el transporte— acumulan el 73% de todas las emisiones que genera el ser humano. Este sector se alimenta principalmente de los combustibles fósiles, por lo que siempre está en el centro de la conversación cuando se habla de la lucha contra el calentamiento global. Y el IPCC ha establecido rutas de reducción concretas del uso de estos combustibles si se quiere cumplir con el Acuerdo de París. Para lograr la meta de los 1,5 grados, en 2050 el uso global de carbón, petróleo y gas tendrá que haberse reducido un 100%, un 60% y un 70%, respectivamente, en comparación con 2019. Los informes contemplan que esas reducciones sean más suaves si se aplican técnicas de captura y almacenaje de dióxido de carbono, unas medidas controvertidas y que en estos momentos son marginales y muy costosas. Además, el IPCC apunta a que las alternativas más claras a los combustibles fósiles son las energías renovables, cuyos costes se han desplomado en la última década. A ellas se les unen la eficiencia energética, los sistemas de almacenamiento, las redes inteligentes, los biocombustibles sostenibles, el hidrógeno y el impulso a la movilidad eléctrica.

Esta semana, el secretario general de la ONU, António Guterres, advertía de las “graves consecuencias” de la “inacción” frente al cambio climático. “La ventana para prevenir los peores impactos de la crisis climática se está cerrando rápidamente”, añadía en un discurso. El máximo responsable de la ONU recordó que, lejos de encaminarse a una drástica reducción de las emisiones de aquí a 2030, “los compromisos nacionales actuales conducirán a un aumento de casi el 14% en esta década”. “Estamos asistiendo a una desconexión histórica y peligrosa: la ciencia y los ciudadanos exigen una acción climática ambiciosa y transformadora. Mientras tanto, muchos gobiernos arrastran los pies”, alertaba Guterres.

El secretario general de la ONU lleva semanas poniendo en el foco a los combustibles fósiles y los miles de millones de ayudas públicas con los que los gobiernos riegan su consumo y producción. Ha pedido que se tripliquen las inversiones en energías verdes hasta llegar como mínimo a los cuatro billones de dólares al año.

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