Las ciudades esponja: la propuesta china para adaptarse al cambio climático
Este modelo diseñado por el arquitecto Yu Kongjian para absorber agua de lluvia se aplica en más de 30 urbes chinas y se ha exportado a una decena de países
Antes que arquitecto de paisajes, Yu Kongjian fue campesino. Durante su infancia, cada año aguardó con ansia la llegada del monzón a su aldea en la provincia oriental china de Zhejiang: las crecidas de los ríos fertilizaban los campos y llenaban los estanques de peces para comer y para vender. El joven Yu fue observando las técnicas de sus familiares y vecinos para extraer el máximo rendimiento a esas lluvias. Ahora, este catedrático de 59 años se inspira en esas tradiciones agrícolas para su ...
Antes que arquitecto de paisajes, Yu Kongjian fue campesino. Durante su infancia, cada año aguardó con ansia la llegada del monzón a su aldea en la provincia oriental china de Zhejiang: las crecidas de los ríos fertilizaban los campos y llenaban los estanques de peces para comer y para vender. El joven Yu fue observando las técnicas de sus familiares y vecinos para extraer el máximo rendimiento a esas lluvias. Ahora, este catedrático de 59 años se inspira en esas tradiciones agrícolas para su propuesta de ciudades esponja contra las inundaciones y como forma de adaptación al cambio climático. Una propuesta que se aplica en más de 30 urbes chinas y que ya ha exportado a otra decena de países.
Las inundaciones y las sequías siempre han existido. Pero el cambio climático ha aumentado sus dimensiones y su frecuencia. Solo el año pasado se registraron aluviones de agua mortales en Estados Unidos, Alemania, India o China, donde las autoridades hablaron de las “peores lluvias en un milenio”. Las pérdidas mundiales por desbordamientos alcanzaron los 76.000 millones de dólares (67.000 millones de euros) en todo el mundo en 2020. Más de 2.000 millones de personas viven bajo la amenaza de sequía. Y dado que estos fenómenos van a más, la necesidad de encontrar soluciones apremia.
Las respuestas convencionales a las grandes lluvias, importadas desde Occidente, han pasado hasta ahora por canalizar el agua mediante infraestructura gris: tuberías, vías forradas de hormigón, presas, diques. Con ellas “se lucha contra el agua, en vez de adaptarse a ella”, apunta el profesor Yu, formado en Harvard y fundador de la Escuela de Arquitectura y Paisajismo de la Universidad de Pekín, la más prestigiosa en China. “Esos canales rígidos no pueden absorber el exceso de agua. En cambio, se desbordan de manera incontrolada y aceleran la velocidad con la que se desplaza la corriente, que se vuelve peligrosa. Es como el sistema de las venas del cuerpo: han de ser flexibles para transportar mejor el líquido que contienen”, agrega en conversación telefónica con este periódico. Solo el 20% del agua de lluvia en las ciudades de densa construcción llega a filtrarse al subsuelo.
La apuesta de Yu propone, en cambio, ciudades versátiles que absorban el agua en vez de rechazarla, que la acumulen y puedan reciclarla en épocas secas o para usos como el riego. En lugar de canales rectos y de paredes de hormigón, busca recuperar y ampliar los cauces naturales de los ríos —solo el Yangtzé y sus grandes tributarios han perdido 333 afluentes debido a la urbanización—. La idea es que los meandros naturales ayudan a hacer más lento el flujo del agua, que puede así controlarse con mayor facilidad. Sus orillas quedan sembradas de vegetación, que contribuye a absorber y a limpiar las aguas. Las ciudades esponja de este arquitecto también se dotan de numerosos parques y estanques, que pueden retener el agua en épocas de lluvias intensas.
El asfalto se sustituye por materiales permeables, capaces de dejar que el agua se filtre al subsuelo y de eliminarla de la superficie en cuestión de horas. Los edificios, en su visión, pueden absorber agua en tejados con vegetación, jardines verticales o en paredes permeables. “El agua es productiva, es un tesoro, el sustento de la vida. Protege la biodiversidad. Con ella podemos producir alimentos y biomasa”, recuerda.
Sostiene que su propuesta no es una simple fórmula, sino toda una “filosofía”: “basarse en la naturaleza”. “Es el arte de la supervivencia”, explica Yu. “De cómo nos adaptamos al cambio climático”. Según precisa, las ciudades esponja “no solo son una solución al problema de las inundaciones, sino también al de las sequías urbanas. Ayudan a administrar mejor el agua, a aumentar los recursos hídricos, a limpiar el agua”. Un problema especialmente grave en China, donde —recuerda Yu— el 70% de los recursos hídricos en superficie están contaminados.
Aunque Yu ya defendía este modelo desde el estudio de arquitectura que fundó en 1998, Turenscape, su momento llegó en 2012. Aquel verano, Pekín sufrió sus mayores inundaciones en décadas, que se cobraron una docena de vidas y daños valorados en 2.000 millones de dólares. Cuatro meses más tarde llegaba al poder el presidente chino Xi Jinping, que ha hecho de la lucha contra la contaminación y el cambio climático uno de sus principales lemas. En 2013, el Gobierno chino adoptó en su programa nacional el desarrollo de una “civilización ecológica”, en la que se incluían las ciudades esponja.
Entre 2015 y 2016, una treintena de ciudades lanzaron los primeros proyectos piloto, entre ellas las costeras Shanghái o Qingdao, con perpetuos problemas de gestión del agua. Con una superficie mínima de cinco millas cuadradas por proyecto, el objetivo era que se recuperase al menos el 70% del agua de lluvia para 2020 en cada uno de ellos.
Hoy día se han acometido más de 40.000 de estos proyectos en distintas ciudades de China, según datos del Ministerio de Vivienda del país. El estudio del profesor Yu, que emplea a unas 600 personas en tres oficinas, se ha encargado personalmente de casi 600 proyectos en 200 ciudades. El objetivo gubernamental es que para 2030, el año en que China se ha comprometido a haber alcanzado su pico de emisiones, las ciudades de más de un millón de habitantes capturen el 80% de su agua de lluvia. Sus ideas han inspirado a otras urbes, desde la británica Slough a la rusa Kazan, pasando por México DF, que sufre problemas de gestión de agua similares a las de las megalópolis chinas.
Las ideas de Yu entroncan con otros movimientos similares en distintas áreas del mundo, desde la infraestructura verde europea a las soluciones naturales en Canadá. El catedrático chino asegura que su filosofía cuenta con la ventaja de aprovechar las técnicas que la agricultura china utilizó durante siglos.
“Hace 2.000 años, los campesinos chinos ya sabían que si cultivas cuatro hectáreas de tierra, tienes que dejar una hectárea de tierra al agua”, cita Yu como ejemplo. “La ciudad esponja es una solución que se basa y se inspira en la sabiduría de la civilización agrícola china, un tipo de sabiduría que se había olvidado durante décadas porque seguimos el modelo occidental de construcción de ciudad, y olvidamos nuestra tradición de adaptación a la naturaleza”, insiste.
Según apunta, sus ideas pueden aplicarse en cualquier ciudad del mundo: la clave está en adaptarse a las circunstancias y la orografía de cada lugar. “Se puede hacer de manera muy barata —asegura—, lo que utilizamos ya está ahí, en la naturaleza”. Según cuenta, las ciudades ya existentes pueden ajustarse para crear esponjas. “Siempre hay margen. Se pueden crear acequias en las cunetas, jardines en los techos de los edificios, poner acequias, estanques en los patios...”. Ello, entre otras cosas, aumenta la capacidad de la ciudad de absorber agua y reduce el impacto de las lluvias en el sistema de desagüe y otras infraestructuras públicas.
Pero no todo el mundo es tan optimista. Otros arquitectos consideran que, en sí, las ciudades esponja no son suficientes para paliar los efectos de las lluvias torrenciales. Las inundaciones de la ciudad de Zhengzhou, en Henan, en el verano de 2021 dejaron cerca de 400 muertos, pese a los proyectos esponja adoptados.
“Es una excelente perspectiva sostenible para cierto tipo de gestión del agua, pero sigue siendo debatible si se puede considerar una solución completa a la gestión del riesgo de inundación en un contexto tal de cambio climático” como el que afectó entonces a Zhengzhou, asegura el arquitecto Chen Long, profesor adjunto de la Universidad de Tecnología de Pekín, en declaraciones a la televisión estatal china CCTV.
Pero los defensores de la propuesta, con Yu a la cabeza, insisten en que sí. Cuando se producen fallos, aseguran, se debe bien a que no se ha dedicado el espacio suficiente a crear ese efecto esponja —el tamaño mínimo de 5 kilómetros cuadrados resulta pequeño en metrópolis cuya superficie total puede ser 500 veces mayor—, o bien a que los proyectos no se han acometido en el lugar o modo adecuado: las viviendas no se deben construir, por ejemplo, en zonas naturales de desagüe de las corrientes. “En el caso de Zhengzhou, no se trataba de una verdadera ciudad esponja: ¡Una investigación oficial indicó que el 20% de los fondos dispuestos para proyectos esponja se utilizaron en otros proyectos que no tenían nada que ver!”, matiza este arquitecto paisajista.
El concepto de ciudad esponja no se limita a la planificación urbanística, y los ciudadanos individuales también pueden ponerlo en práctica en sus comunidades y sus viviendas. El propio Yu lo aplica en la suya, donde ha instalado en el exterior paredes porosas que permiten crecer plantas y en cuyo techo recoge el agua de lluvia que, filtrándose, las riega. “Recojo 50 tanques de agua y he conseguido cosechar 32 kilos de verduras”, se jacta orgulloso.
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