El Parque Natural de Cabo de Gata alberga al menos 50 cortijos como el que se quiere convertir en hotel

Grupos conservacionistas advierten de que la autorización de este proyecto junto a la playa de los Genoveses abre la puerta para otras peticiones y pone en riesgo el espacio protegido

Vista del cortijo Las Chiqueras junto a la playa de los Genoveses, en el Parque natural de Cabo de Gata-Nijar, en Almería.Francisco Bonilla

Con mucha paciencia y un mapa, Jesús Martínez recorrió durante una década el término municipal de Níjar, en Almería, uno de los más amplios de España, con 600 kilómetros cuadrados. Entre 2008 y 2018, el catedrático de Ordenación del Territorio pateó este terreno desértico de ramblas, camaleones y veteranos volcanes. Buscaba cortijos y, a través de ellos, la huella etnográfica de sus pobladores. La mayoría están abandonados. Pero hay otros, como Las Chiqueras, junto a la playa de los Genoveses, que siguen en activo. Este ...

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Con mucha paciencia y un mapa, Jesús Martínez recorrió durante una década el término municipal de Níjar, en Almería, uno de los más amplios de España, con 600 kilómetros cuadrados. Entre 2008 y 2018, el catedrático de Ordenación del Territorio pateó este terreno desértico de ramblas, camaleones y veteranos volcanes. Buscaba cortijos y, a través de ellos, la huella etnográfica de sus pobladores. La mayoría están abandonados. Pero hay otros, como Las Chiqueras, junto a la playa de los Genoveses, que siguen en activo. Este es el epicentro de una larga polémica desde que sus propietarios anunciaron su intención de reconvertirlo en hotel. Ya autorizado por la Junta de Andalucía, es rechazado por distintos grupos ecologistas y la Asociación de Amigos del Parque Natural Cabo de Gata. No solo por su impacto ambiental. Temen que sirva de precedente para el desarrollo de nuevos alojamientos turísticos en viejas edificaciones de la comarca.

Dentro del espacio protegido existen al menos otros 50 cortijos en ruinas que estarían en disposición de albergar hoteles. De hecho, distintos promotores esperan ya respuesta de la Administración autonómica para rehabilitar dos de ellos junto a Rodalquilar. “El impacto puede ser enorme y peligrosísimo para el parque. El desierto no acepta más carga humana”, advierte José Rivera, presidente del Grupo Ecologista Mediterráneo, mientras los empresarios turísticos creen que la apertura de estos establecimientos sería positiva para la economía local.

El estudio del profesor Martínez, firmado junto a Diego Casas y Diego Varón, titulado Los cortijos del pasado reciente en el Campo de Níjar y publicado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, muestra la gran riqueza histórica de un área repleta de diseminados. Eran edificaciones construidas en su mayoría a finales del siglo XIX o principios del XX y dedicadas a la agricultura de secano en enormes latifundios.

Cortijo de Requena, en una imagen de 2016.Jesús Martínez


Salvo excepciones, como el Cortijo del Fraile, declarado Bien de Interés Cultural y escenario de un crimen que inspiró las Bodas de sangre de Lorca, se caen a pedazos, muestran sus entrañas. “Es un patrimonio que corre peligro porque nadie los conserva, pero ayuda a conocer cómo era la vida entonces”, dice el catedrático, ya jubilado. La vida era dura, difícil en un áspero desierto con mucha miseria y sin apenas agua, de espaldas a las exquisitas playas de este rincón de la geografía almeriense. Lo describió Juan Goytisolo en Campos de Níjar tras un viaje por la zona en los años 50. Entonces, como le respondía un residente de la comarca, allí solo había “lagartos y piedras”. “Es lo más pobre de España”, le espetaba.

La situación ha cambiado en las últimas décadas. Primero, por el desarrollo de la agricultura intensiva, que cambió drásticamente el paisaje y lo encerró bajo plástico. Fue fruto del Instituto Nacional de Colonización. En los años 50 y 60 fundó nuevos poblados como Campohermoso o San Isidro de Níjar, que acogieron a los habitantes de la zona, quienes renunciaron a los cortijos, aunque algunos sobrevivieron convirtiéndose en minúsculas localidades, como Las Hortichuelas, La Boca del Fraile o Presillas Bajas. La economía prosperó, como la demografía, con la llegada de migrantes, mano de obra de unos invernaderos que llegan hasta los mismos límites del espacio natural, fundado en 1987.

Playas vírgenes

Después aterrizó el turismo. Encontró playas vírgenes, un paisaje excepcional y pintorescos núcleos pesqueros. En los años noventa, la Junta de Andalucía redactó el Plan de Ordenación de Recursos Naturales (PORN), que concibió el desarrollo de nuevas infraestructuras y facilitó la creación de alojamientos turísticos en inmuebles abandonados. Es lo que ha ocurrido, entre otros, en La Loma o El Campillo, en Los Albaricoques, mientras que otros fueron restaurados para viviendas privadas. De paso, las urbanizaciones y el ladrillo se disparaban en los núcleos costeros de Níjar, como San José o Las Negras, que han duplicado sus residentes en la última década.

El PORN fue renovado para adaptarlo a la nueva realidad y frenar, en parte, el desmadre urbanístico que se había producido en el parque. Su segunda versión fue redactada en 2008 y aprobada en 2018 tras un largo proceso judicial. Venía a reordenar la situación en una comarca que ha pasado de recibir turistas de manera ocasional a tener más de un millón anuales, pero los ecologistas denunciaban que el documento ampliaba en exceso la superficie donde se podía construir en los núcleos urbanos y permitía edificaciones en suelo protegido. Pedían priorizar la preservación del ecosistema. No fueron escuchados.

Cortijo del Fraile, con sus eras.Jesús Martínez

La consecuencia, según su opinión, es lo que ha ocurrido en Las Chiqueras, ubicado en suelo protegido denominado como C1, donde no está expresamente autorizado ni prohibido el uso turístico de los viejos cortijos. Los conservacionistas defienden que no es legal hacerlo y la Junta de Andalucía, que sí. El futuro hotel ya cuenta con su Autorización Ambiental Unificada.

Con 30 habitaciones, piscina y aparcamiento, pretende renovar una instalación ganadera frente a la playa de los Genoveses. El entorno es casi virgen y su valor ambiental obliga cada verano a limitar el acceso a este tramo del litoral, con atractivas calas de oscura arena volcánica y dunas como la de Mónsul, escenario de películas como La historia interminable o Indiana Jones y la última cruzada. Solo entre junio y septiembre de 2021 circularon junto a estas playas algo más de 63.000 vehículos y 200.000 personas, según los datos del Gobierno andaluz, cuando San José, su localidad base, apenas roza el millar de residentes. Allí, junto a Las Chiqueras, hay otros cuatro cortijos pertenecientes a la misma familia: El Molino, Genoveses, El Romeral y Mónsul.

“Si se autoriza el primero, los propietarios lo podrían tomar como precedente para solicitar abrir alojamientos en los demás. Es nuestro mayor temor”, dice Pilar González, presidenta de la Asociación de Amigos del Parque Natural Cabo de Gata, que asegura que en caso de que se permita desarrollar el primer hotel iniciaría la vía judicial. “Llegaremos hasta Europa o donde haga falta”, sentencia.

La autorización ambiental de la Junta de Andalucía queda supeditada a que el proyecto sea declarado de interés público. Según la Consejería de Medio Ambiente, se traslada así la responsabilidad final al Ayuntamiento de Níjar, que debe ratificar (o no) esa declaración. Fuentes municipales dicen que ellos ya no pueden negarse. Y la alcaldesa, Esperanza Pérez, evita pronunciarse con claridad en público. Busca evitar problemas como el que llevó el pasado otoño al Tribunal Supremo a condenar al municipio al pago de 8,7 millones de euros después de que paralizase unas obras de 150 viviendas y un hotel de lujo en La Fabriquilla en los años 80. Pérez subrayó hace unos días que no dará su opinión personal, pero que “jurídicamente hablando” tiene poco margen de maniobra.

Los grupos ecologistas, en cambio, creen que sí puede denegar la declaración de interés público. Afirman que es factible porque, al fin y al cabo, es una iniciativa privada que no traerá grandes beneficios al entorno. De momento, el municipio ha vuelto a presentar la misma alegación que envió hace más de un año ante la Junta de Andalucía, por lo que los trámites se pueden retrasar. En ella, reitera a la Administración autonómica que uno de los caminos que el promotor considera privado es público, según el Catastro. Pide que “las conexiones a la red de suministro de agua y saneamiento” se planteen sin ocupar dicha vía.

Cabo de Gata, Almería.LUIS SAEZ

Para Luis Berraquero, delegado territorial de Greenpeace en Andalucía, este futuro hotel —sobre el que no planea litigar tras la eterna lucha en El Algarrobico— ejercerá un “efecto llamada” para otros en Cabo de Gata. “El miedo es que la zona se convierta en un complejo con varios hoteles”, añade Marcos Diéguez, de Ecologistas en Acción, que se pregunta cuál es el límite que hará a la Administración darse cuenta del daño que puede ocasionar la proliferación de espacios turísticos en el parque natural.

Basta pasear por su red de caminos para hallar cortijos en mal estado, construcciones casi derruidas entre cactus y esparto que incluso forman parte de una ruta turística. Hay ya al menos tres proyectos impulsados en los dos últimos años. El primero, eso sí, fue rechazado por la Junta de Andalucía. El empresario Daniel Navarro —que en el año 2000 compró 200 hectáreas en la zona por 20 millones de pesetas— quería levantar un hotel de 11 habitaciones en el cortijo El Ricardillo, cerca de las aguas turquesas de Cala San Pedro, al este de Las Negras. En abril del año pasado la autorización ambiental le fue denegada porque el proyecto era incompatible con la protección del suelo.

Más iniciativas en trámite

Otras dos iniciativas están en trámite. Por un lado, la construcción de un hotel rural en El Albardinal, a poco más de un kilómetro del núcleo urbano de Rodalquilar y no muy lejos de las antiguas minas de oro. Son terrenos no urbanizables de especial protección en el parque natural, catalogados como C1, igual que el de la playa de los Genoveses. Promovido por la mercantil Rodalquilarita S. L. en un cortijo del que apenas quedan unas paredes en pie, prevé la construcción de seis habitaciones, zonas comunes, piscina y un camino.

El segundo proyecto es un establecimiento en el Camino del Playazo número 3 —a un paso de la playa homónima— con ocho habitaciones y una piscina. La zona es también no urbanizable y protegida, de ahí que la Asociación de Amigos del Parque Natural Cabo de Gata haya presentado alegaciones en ambos casos. Lo conservacionistas alegan, según consta en la documentación, que ambos se ubican en suelo catalogado como C1, donde el PORN no dice nada de si las antiguas edificaciones se pueden o no transformar para su uso turístico, igual que ocurre en Las Chiqueras. Y visto el precedente, pueden correr la misma suerte.

Además del trabajo de Jesús Martínez, hay otros como el titulado Cortijos, Haciendas y Lagares editado en 2004 por la entonces Consejería de obras públicas y transportes andaluza o el Inventario de los cortijos tradicionales de Níjar, de Rafael Caro Perín, que data de 2011. Basándose en estos estudios y el conocimiento del entorno, la Asociación de Amigos del Parque Natural Cabo de Gata estima que hay 50 edificaciones con posibilidades de convertirse en alojamientos turísticos en la zona. Casi todos en ruinas, están desperdigados aquí y allá, en pleno desierto. Ello hace que, según el Grupo Ecologista Mediterráneo, la expansión de estos establecimientos pueda ser un “grave problema” para el territorio debido a la necesidad de construcción de caminos y conducciones en espacios vírgenes. “Hoy la presión turística está sobre todo en la playa, pero si crece hacia el interior, el parque dejará de ser natural”, insiste José Rivera.

Para la patronal, en cambio, sería algo así como un sueño. Ante la pregunta de qué ocurriría si se desarrollan más hoteles en antiguas edificaciones, la respuesta de Francisco García, presidente de la Asociación de Empresarios de Servicios Turísticos del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, es clara: “Ojalá”. “Sería positivo para la economía local y para las arcas públicas permitir las recuperaciones de ruinas”, dice García. El responsable está seguro de que se puede “encontrar un equilibrio” entre desarrollo turístico y medio ambiente. Pide la participación de todos los agentes sociales para definir el modelo de desarrollo de Cabo de Gata y tener claras “las reglas del juego” para conocer qué se puede o no se puede hacer. “Eso, al menos, evitaría enfrentamientos de opinión”, concluye García.

Fuentes de la Junta de Andalucía responden que todo proyecto que se ajuste a la legalidad será tramitado y, en su caso, autorizado. Trasladan siempre la responsabilidad última a ayuntamientos como el de Níjar. Mientras, en lo único que coinciden empresarios y ecologistas es que todos creen que en los meses de verano, temporada alta, hay demasiados turistas en el parque natural. Más de los que puede soportar uno de los principales espacios protegidos de Andalucía, hoy en mayor riesgo que nunca.

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