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¿Son las niñas peores que los niños en matemáticas?

Un estudio revela que las capacidades se diferencian después de empezar la escolarización. Parece razonable buscar las causas más en el ambiente o en prejuicios educativos que en razones biológicas innatas

Hace tiempo que el neurosexismo perdió relevancia como origen de diferencias cognitivas que pudieran discriminar a las mujeres al elegir estudios y profesiones o administrar poder, decisiones o salarios. Hemos asumido que las diferencias de género observadas en capacidades mentales son de grupo, es decir, entre hombres y mujeres en general, y no siempre mayores ni más relevantes que las que se observan intragenero, entre uno y otro hombre o entre una y otra mujer. Pero, nunca faltan ocasiones para volver a plantear diferencias que, si no las analizamos y valoramos adecuadamente, podrían acabar perjudicando los derechos de las mujeres.

Esta vez, un voluminoso trabajo de investigadores franceses recientemente publicado en la prestigiosa Nature ha puesto de manifiesto, sin apenas dudas, que poco tiempo después de que los niños de distintos y variados lugares de Francia empiezan la escolarización, se produce una diferencia significativa en la capacidad matemática entre niños y niñas que no se relaciona ni con el tipo de escuela, pública o privada, ni con el nivel socioeconómico de sus familias.

Los resultados, analizados en más de dos millones y medio de niños de entre cinco y siete años entre 2018 y 2022, indicaron que, aunque al inicio del primer año de escolarización las puntuaciones medias en las pruebas de matemáticas (números y espacio) son casi idénticas entre niños y niñas, cuatro meses después, los niños puntúan mejor que las niñas, una diferencia que se va ampliando hasta el año después de ese inicio. Así, al empezar el segundo año de escuela, los niños tenían más probabilidad de conseguir logros escolares que las niñas.

Las diferentes puntuaciones observadas en esos logros no diferenciaron tipo de escuela ni niveles socioeconómicos familiares, pues se dieron en todos los casos y en cada uno de los años estudiados. Se observaron además en todas las regiones de Francia consideradas, es decir, fueron bastante ubicuos, y tampoco parecieron depender de que los padres de los niños fueran científicos o ingenieros, o que sus familias fueran biparentales o monoparentales.

Por sorprendentes, dos importantes cuestiones emergen de esos datos. La primera es si las diferencias observadas entre niños y niñas en su capacidad matemática se deben a diferencias biológicas o a las ambientales o interacciones entre ambas. De la respuesta que obtengamos deriva la segunda cuestión, es decir, cómo actuar política y educativamente para reducir esa diferencia si se mantiene en el tiempo y pudiera crear un sesgo o privilegio que tienda a favorecer a los beneficiados, es decir, a los niños frente a las niñas en su futuro académico o profesional.

Si tenemos en cuenta que, como indican los potentes datos de la mencionada investigación, los niños no se diferencian de entrada en la escolarización y solo lo hacen transcurrido un cierto tiempo a partir de ella, parece razonable buscar las causas de las diferencias observadas más en el ambiente y los modos o prejuicios educativos que en razones biológicas innatas. ¿Podrían ser entonces las actitudes y modo de tratar diferencialmente a los niños según su género por parte de los profesores o los padres los factores que determinan esa diferencia que, repitámoslo porque es importante, solo se observa al inicio de la escolarización, pero nunca en bebés o en niños más jóvenes? Mientras no haya más datos o mejores explicaciones, esa parece la principal causa.

Una explicación complementaria en el mismo sentido (y alejada de lo que pudiera ser un brote diferencial de género sobrevenido y nunca observado en el desarrollo del cerebro entre los cinco y los siete años) podría radicar, como sugieren algunos profesionales de la educación primaria, en una mayor ansiedad femenina y menor masculina frente a las matemáticas que inclinara a los profesores (y también a los padres) a hacer participar más a los niños que a las niñas en cuestiones de número y espacio durante las clases. Habrá que seguir investigándolo pues, como decimos, los datos de la investigación francesa son consistentes e incluso preocupantes. Sin dejar de considerar también entre las posibles causas mencionadas la de que tanto padres como maestros y educadores pudieran transmitir peligrosa y tempranamente a los niños el científicamente infundado estereotipo sociocultural según el que los chicos son siempre mejores que las chicas en matemáticas.

Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las demás personas.

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