Un cambio climático remató hace 4.300 años la cultura de los megasitios
El incremento en dos grados de las temperaturas, la ruptura de redes comerciales y la aparición de nuevas élites hizo colapsar los enormes asentamientos de la Edad del Cobre
El fenómeno conocido como Evento climático 4.2 ka BP fue uno de los periodos ambientales más decisivos del Holoceno (los últimos 10.000 años) en la península Ibérica. La temperatura se elevó dos grados entre c. 2400 y 2250 a. C. al tiempo que se sufría una prolongada sequía. En el sur peninsular, se produjo una “degradación ambiental con el agotamiento de los recursos forestales, la expansión de los matorrales de cistáceas y ericáceas, una reducción abrupta de los pinos, una disminución de robles y alcornoques y un fuerte aumento de las encinas”, señala el estudi...
El fenómeno conocido como Evento climático 4.2 ka BP fue uno de los periodos ambientales más decisivos Leonardo García Sanjuán y el geógrafo Francisco Sánchez Díaz, ambos de la Universidad de Sevilla.
El artículo, publicado en la revistamegasitios de la Edad del Cobre o Calcolítico, enormes asentamientos que actuaban como lugares centrales de poder y religiosidad interconectados por vías de comercio y de saber.
A principios del tercer milenio a. C, surgió en la península un nuevo tipo de asentamientos que, dadas sus gigantescas dimensiones con decenas o centenares de hectáreas, se conocen como “megasitios”. De momento, se han localizado siete en la península: Alcalar, Perdigões y Porto Torrão, en Portugal y Camino de las Yeseras, y Valencina, en España. Todos ellos se alzaban sobre terrenos llanos, cerca de caudalosos cursos fluviales, en suelos de alta fertilidad, delimitados con fosos dispuestos en círculos concéntricos y albergando en su interior estructuras dispersas sin planificación previa ni planos ordenados.
Su descomunal tamaño era el más destacado de sus rasgos. El mayor localizado hasta ahora se sitúa en Valencina de la Concepción (Sevilla) y se extendía unas 450 hectáreas. “Nunca más ninguna civilización, hasta época romana, volvería a generar estructuras de asentamiento tan enormes en la península”, explican los expertos.
García Sanjuán y Sánchez Díaz han concluido que no todos los megasitios tuvieron la misma duración. Si bien la media de su existencia rondó los mil años, algunos como el de Perdigões sobrevivió 15 siglos. “Esta altísima perduración de los megasitios de la Edad del Cobre ibérica, excepcional cuando se compara con otros megasitios a nivel mundial, es indicativa del notable nivel de sostenibilidad alcanzado por estas sociedades”, dicen.
Como todas las culturas, y dada su enorme durabilidad temporal, estos grandes asentamientos conocieron ciclos de crecimiento, crisis, recuperación, decadencia y abandono. “Estos periodos de crisis y recuperación indican que su sistema social disponía de un alto grado de resiliencia”, aseveran. Por ejemplo, hacia el 3200 a. C., los asentamientos de Alcalar, Valencina, Porto Torrão, Perdigões y La Pijotilla intensificaron notablemente su actividad, mientras que entre los años 2700 y el 2600 experimentaron una importante crisis de la que tardarían casi un siglo en recuperarse. Y ya cerca del 2200 a. C., la mayoría de los megasitios quedaron fuera de uso. Este abandono fue gradual, excepto en el caso de Valencina, donde el cese de la actividad se produjo de forma más abrupta.
¿Y qué causó esta importante crisis? Además del citado aumento de la temperatura, se registraron tres periodos de enfriamiento severo que tuvieron un impacto “muy negativo” en unas economías basadas en el trigo y la cebada. A lo largo de esta etapa se desarrolló el Evento climático 4.2, con una reducción drástica de las precipitaciones, “un factor decisivo e incluso final de inestabilidad”. Esta degradación ambiental produjo así el “agotamiento de los recursos forestales, apreciable en el sur de la península Ibérica a lo largo de todo el tercer milenio, con la expansión de los matorrales”.
Es probable que las sociedades de finales de la Edad del Cobre intentaran responder al calentamiento y a la sequía intensificando la producción, aunque los datos a este respecto son aún ambiguos. Lo que parece claro es que “no pudieron superar la ruptura de las redes de intercambio que daban sentido y función social a los megasitios”.
En paralelo, a partir del 2500 a. C, se produjo un importante cambio demográfico que conllevó la sustitución generalizada de los haplogrupos masculinos (modificaciones del ADN que delimitan colectivos humanos) presentes desde el Neolítico por otros llegados de Europa. Este cambio, sorprendentemente, no afectó a los linajes femeninos. “Aunque este reemplazo masculino ha sido definido en ocasiones como una ‘invasión’, la cronometría del proceso refleja más bien una lenta penetración, puesto que se prolongó durante seis siglos entre c. 2500 y el 1900 a. C y con un gradiente noreste-suroeste. Este proceso de penetración demográfica se completó en la Edad del Bronce Temprano, durante la cual los datos genómicos reflejan un monopolio reproductivo masculino del nuevo haplogrupo, denominado por los genetistas M-269″.
La concurrencia de todos estos factores ocasionó el final de los gigantescos y milenarios sitios que habían articulado la vida social en el Neolítico y la Edad del Cobre, incluido el sistema de “redes de intercambio de materiales exóticos, formas y símbolos en las artesanías suntuarias sobre ámbar, marfil, cinabrio, cobre, oro, variscita, cristal de roca, huevos de avestruz y cerámicas”. Todo ello fue sustituido por “un monótono discurso de poder, apoyado en la constante exhibición de las nuevas armas de cobre y bronce como símbolo de las élites”.
A pesar del colapso más o menos rápido de sitios como Valencina, como fenómeno poblacional y social, los megasitios ibéricos parecen haber sido bastante resilientes y sostenibles como focos de la vida social calcolítica, funcionando como lugares de unión durante muchos siglos. Esta prolongada ocupación no fue alcanzada por ningún otro tipo de asentamientos de población durante la prehistoria europea.