Las claves del éxito de ‘Mechazilla’: ¿cómo ha atrapado al vuelo el propulsor de SpaceX?
La maniobra de ‘cazar’ un cohete de Starship en pleno vuelo es un complicado ballet para el que se han coordinado mil detalles con absoluta sincronía
En la quinta prueba de Starship, SpaceX logró cazar al vuelo en su primer intento el propulsor del megacohete, culminando de esa manera una cadena de complejas maniobras. Tras el lanzamiento, impulsado por los 33 motores de la primera etapa —el propulsor, llamado Super Heavy—, casi todo su combustible se agotó en algo menos de tres minutos. Tan solo quedaba una reserva relativamente pequeña para ejecutar la maniobra de frenado y aterrizaje. Pocos segundos después de la separación de la segunda etapa —la nave superior, llamada Ship, que continuó vuelo impulsada por sus propios propulsores—, el superpropulsor dio una vuelta de campana, colocando sus motores a contramarcha para ejecutar el primer frenado.
Esta primera maniobra de volteo se realiza disparando solo 10 motores. Resulta suficiente para forzar la caída hacia el suelo, en dirección a la base de lanzamiento. En ese momento es cuando el director de vuelo debe tomar una decisión trascendental: si todo parece en orden, el frenado continuará hasta situarse en un punto sobre la costa del golfo de México; por el contrario, si alguno de los miles de parámetros no está en orden, el frenado se acorta para que el cohete caiga en el mar.
En la prueba de ayer, todo parecía estar en orden. Una vez estabilizado sobre la costa, el cohete apagó su anillo de 10 motores y encendió los tres centrales, que permiten un control fino de la maniobra de aterrizaje. El descenso hacia la torre de lanzamiento no se hizo en vertical, sino siguiendo una trayectoria inclinada sobrevolando la playa. Es una precaución para asegurar que, si se produce un fallo en el último minuto, al menos no caerá sobre la plataforma.
Situado en esa posición inclinada y ya a solo un centenar de metros de altura, el cohete se desplazó horizontalmente, al encuentro con la torre, donde ya estaban abiertos los dos brazos mecánicos para cazar al vehículo sujetándolo por su parte superior, justo bajo las cuatro aletas aerodinámicas que le habían servido para guiar su descenso. Entonces los brazos —apodados palillos chinos (chopsticks, en inglés)— se cerraron, los tres motores se apagaron y el Super Heavy quedó suspendido sobre el pedestal desde el que había despegado siete minutos antes. Este propulsor no utiliza patas de aterrizaje en su regreso a la base, a diferencia del de los cohetes Falcon que SpaceX reutiliza para poner en órbita satélites, para lanzar sondas espaciales y para subir astronautas a la Estación Espacial Internacional.
¿Qué sucedería si ocurre un fallo de propulsión durante la fase final de la maniobra? Probablemente, poca cosa, aunque nadie desea comprobarlo. La carga de combustible ya está casi agotada y el Super Heavy es poco más que un cilindro de acero inoxidable relativamente ligero cuyo peso se concentra en sus 30 motores ya apagados. La plataforma sufriría daños, sin duda, pero SpaceX confía en que serían fácilmente reparables en poco tiempo.
Si todo va bien, como sucedió en este quinto vuelo de prueba de Starship, el propulsor vacío queda instalado sobre su pedestal. Cuando el cohete haya finalizado sus pruebas y esté plenamente operativo, solo será necesario revisar y limpiar sus motores, y rellenarlo de combustible para que quede listo para el próximo vuelo. El sueño de Elon Musk era llegar a lanzar sus megacohetes Starship a un ritmo de una semana, o quizás incluso con más frecuencia. El éxito de la prueba de ayer acerca más esa utopía al reino de la realidad.