‘Rakus’, el primer orangután al que han visto curarse una herida con una planta medicinal

El simio elaboró un emplasto para tratar la úlcera con unas hojas que contienen berberina, extracto vegetal disponible en parafarmacias

Este orangután de Sumatra pudo salir herido de una pelea con otro macho. En la composición, el resultado del enfrentamiento (a la izquierda) y su curación, con una pequeña cicatriz, semanas después.Armas/ Suaq Project

La Fibraurea tinctoria es una planta trepadora propia de las selvas del sudeste asiático. Muchas de las comunidades locales la usan como hierba medicinal. Con ella combaten varias enfermedades, desde la diabetes hasta la malaria, pasando por problemas digestivos. La ciencia moderna ha encontrado entre sus componentes sustancias, los furanos diterpenoides, con propiedades antibacterianas, antiinflamatorias, antioxidantes y fungicidas. También tiene elevadas concentraciones de dos alcaloides, en particular de la protoberberina, origen de la berberina, un compuesto fácil de encontrar en pa...

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La Fibraurea tinctoria es una planta trepadora propia de las selvas del sudeste asiático. Muchas de las comunidades locales la usan como hierba medicinal. Con ella combaten varias enfermedades, desde la diabetes hasta la malaria, pasando por problemas digestivos. La ciencia moderna ha encontrado entre sus componentes sustancias, los furanos diterpenoides, con propiedades antibacterianas, antiinflamatorias, antioxidantes y fungicidas. También tiene elevadas concentraciones de dos alcaloides, en particular de la protoberberina, origen de la berberina, un compuesto fácil de encontrar en parafarmacias y herbolarios y al que han llamado el Ozempic natural. En el extremo norte de Sumatra (Indonesia) han observado por primera vez cómo un orangután macho con una fea herida bajo el ojo creó un emplasto con hojas de F. tinctoria que había masticado y se lo aplicó. En unos días, la úlcera se cerró y en dos meses apenas se apreciaba la cicatriz.

Este macho pionero se llama Rakus, orangután de Sumatra (Pongo abelii), especie de la que quedan apenas 7.500 supervivientes. No saben su edad exacta, pero debió nacer en la década de los ochenta del siglo pasado. Tiene su territorio en la selva de Suaq Balimbing. En 2021 ya había desarrollado sus bridas, esas enormes mejillas que indican la madurez sexual. En la mañana del 22 de junio de 2022, los investigadores oyeron una de esas raras peleas vocales entre dos machos en las que usan vocalizaciones particulares para decir aquí estoy yo, este territorio es mío y las hembras que alberga solo se aparean conmigo. A mediodía vieron la lesión por primera vez. Bajo el ojo, Rakus tenía una profunda herida. Aunque no presenciaron la pelea, los observadores en el terreno creen que fue el resultado de la bronca a gritos de la mañana. Tres días después observaron una conducta nueva: Rakus arrancaba hojas de F. tinctoria y, después de masticarlas un rato, sin tragárselas, aplicó su jugo sobre la herida. Poco después, cuando las moscas se cebaban con la llaga abierta, volvió a masticar nuevas hojas hasta hacer un emplasto con el que cubrió de verde toda la úlcera.

“Curiosamente, Rakus también descansó más de lo habitual mientras estuvo herido”, comenta Isabelle Laumer, investigadora del Instituto Max Planck de Conducta Animal (Alemania) y primera autora del estudio. “El sueño afecta positivamente a la cicatrización de heridas, ya que durante el mismo aumentan la liberación de la hormona del crecimiento, la síntesis de proteínas y la división celular”, añade. Los orangutanes macho adultos pasan la mitad del tiempo descansando o durmiendo. Pero, durante su convalecencia, Rakus estuvo en reposo un 30% más que en los meses precedentes y posteriores a la lesión. Al día siguiente de aplicarse el emplasto, comió tallos y hojas de la misma planta, algo que ya no volvió a hacer en los días que siguieron. En las jornadas sucesivas no detectaron que la herida se infectara y, para el 30 de junio, ya se había cerrado. A mediados de julio solo quedaba una pequeña cicatriz y se dio de alta a sí mismo, volviendo a su ritmo habitual de actividad. Todos los detalles del proceso de curación de Rakus los relatan en un trabajo publicado en la revista científica Scientific Reports.

Según las autoras, se trata de la primera vez que se registra esta conducta. Aunque son muchas las especies que siguen prácticas de higiene, como evitar las heces o el agua o comida en mal estado, no se conocía una con una intencionalidad tan directa como concreta, con la elaboración de una capa curativa aplicada sobre una herida abierta.

Caroline Schuppli, también del Instituto Max Planck de Conducta Animal, recuerda en un correo que “en general, existen pocas pruebas de comportamientos relacionados con la salud en los orangutanes”. Sin embargo, en los orangutanes de la vecina Borneo, considerados otra especie, “se ha observado que individuos de diferentes poblaciones ingieren especies de plantas específicas que también se utilizan en etnomedicina por sus propiedades médicas”, añade la primera autora de esta investigación. “Es posible que los orangutanes hayan ingerido estas plantas para tratar diferentes afecciones médicas”, completa.

Rakus también descansó más de lo habitual mientras estuvo herido”
Isabelle Laumer, investigadora del Instituto Max Planck de Conducta Animal (Alemania)

Hace unos años, otro grupo de investigadores anunció haber observado cómo varias hembras y un macho de orangutanes de Borneo (Pongo pygmaeus) usaban hojas de un arbusto, el Dracaena cantleyi, para, mezcladas con saliva, restregarla por la piel. El análisis farmacológico de esta planta mostró que contiene un inhibidor de la producción de citoquinas, teniendo así propiedades antiinflamatorias y analgésicas. “Utilizaron plantas con propiedades médicas, pero no se observaron heridas ni afecciones de la piel en el cuerpo de los orangutanes; es posible que estos orangutanes hayan usado las plantas para tratar el dolor”, recuerda Schuppli. “Nuestra observación es el primer caso documentado de tratamiento de heridas por parte de un animal salvaje con una planta con propiedades medicinales”, resalta.

El comportamiento de Rakus es realmente excepcional y podría tratarse de lo que las autoras llaman “un caso de innovación individual”. Schuppli sugiere una explicación del origen de esta práctica: “Algunos individuos pudieron tocar accidentalmente sus heridas mientras se alimentaban de esta planta y, por lo tanto, aplicar involuntariamente su jugo en ellas. Como la F. tinctoria tiene potentes efectos analgésicos, pudieron sentir un alivio inmediato del dolor, lo que les haría repetir el comportamiento más veces”. Para zanjar la cuestión, apuntan, sería clave observar a otros orangutanes del grupo de origen de Rakus. El problema es que eso es complicado. En esta especie, los machos dejan su lugar y comunidad de nacimiento cuando llegan a la fase adulta de su vida, alejándose a veces centenares de kilómetros. Se desconoce dónde nació Rakus y de quién puedo aprender a curarse.

La serie de fotografías muestra el proceso de curación de la herida de Rakus. A pesar del seguimiento exhaustivo y de observarlo, no pudieron fotografiar el momento exacto en el que se aplica la cura.Safruddin, Armas, Ulil Azhari, Adami

En los archivos del centro de investigación de Suaq Balimbing conservan 28.000 horas de observación de unos 150 orangutanes en los últimos 21 años. Y nunca habían visto lo que ha hecho ahora Rakus. Laumer, la primera autora, da argumentos para entender que, siendo una práctica difícil de observar, no tiene por qué ser excepcional: “Puede deberse al hecho de que rara vez encontramos orangutanes heridos en Suaq. Debido a la elevada disponibilidad de alimentos, la alta tolerancia social entre los orangutanes y las jerarquías sociales relativamente estables (cada área suele estar habitada por un macho dominante y varias hembras), hay pocas peleas físicas y, por lo tanto, rara vez nos encontramos con orangutanes heridos”.

Los orangutanes no son los únicos grandes simios que cuidan su salud. Ya la primatóloga pionera Jane Goodall, en los años sesenta, observó la presencia de hojas sin interés nutritivo en las heces de chimpancés. Décadas más tarde se confirmó que les ayudaban a expulsar parásitos intestinales. En los años siguientes, se ha comprobado que chimpancés, bonobos y gorilas ingieren plantas con alguna capacidad curativa. Pero nada como lo que vieron entre 2019 y 2021 en un grupo de chimpancés del parque nacional de Loango (Gabón). Durante 15 meses de observaciones, fueron testigos de una veintena de ocasiones en las que algún miembro del grupo con heridas capturaba uno o varios insectos alados, los inmovilizaban arrancándole las alas con la boca y los ponían durante unos instantes directamente en la herida. También comprobaron cómo lo hacían con otros familiares heridos. Aunque publicaron el descubrimiento en una breve carta en la revista científica Current Biology, no pudieron identificar qué artrópodos eran, por lo que no pudieron confirmar su potencial curativo.

Simone Pika, del Instituto de Ciencia Cognitiva de la Universidad de Osnabrück (Alemania) y firmante sénior de aquella carta, cuenta ahora que su laboratorio tiene sobre el terreno a un investigador para responder las preguntas que dejó entonces la comunicación. “Está recopilando datos y trabajando con entomólogos para identificar qué insectos están utilizando”, cuenta en un correo. Una vez identificados, “el último paso será investigar si existen sustancias antibacterianas, calmantes o antiinflamatorias en las especies usadas”, añade Pika, que destaca que el comportamiento observado es frecuente en esta comunidad. Esperan publicar los resultados de su trabajo el año que viene. Entonces, el orangután Rakus podría perder la consideración del primer gran simio que se curó a sí mismo una herida con una planta medicinal.

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