90 grados de latitud norte. En la punta de la Tierra
El investigador del CSIC Manuel Dall’Osto llega a su destino, donde permanecerá atrapado en el hielo hasta octubre
¡Por fin hemos llegado al Polo Norte! Fecha imborrable: 19 de agosto de 2020, 12.45. Ese día, el rompehielos alemán Polarstern, el protagonista de la misión científica internacional MOSAIC, ha alcanzado los 90 grados de latitud norte, la punta de la esfera de nuestro querido planeta redondo. Al llegar, las bajas temperaturas (de unos cero grados; con vientos fuertes, baja a -10º), la niebla espesa y el cielo nublado ofrecen una atmósfera épica. Dos días después, el 21 de agosto, hemos alcanz...
¡Por fin hemos llegado al Polo Norte! Fecha imborrable: 19 de agosto de 2020, 12.45. Ese día, el rompehielos alemán Polarstern, el protagonista de la misión científica internacional MOSAIC, ha alcanzado los 90 grados de latitud norte, la punta de la esfera de nuestro querido planeta redondo. Al llegar, las bajas temperaturas (de unos cero grados; con vientos fuertes, baja a -10º), la niebla espesa y el cielo nublado ofrecen una atmósfera épica. Dos días después, el 21 de agosto, hemos alcanzado nuestro destino: un punto con una banquisa gruesa donde hemos parado el barco y hemos quedado atrapados en el hielo ¡hasta octubre!
El quinto y último relevo de la expedición MOSAIC, del que formo parte, está centrado en estudiar la fase de congelación y de formación del hielo, que es la última pieza del puzle en la observación del hielo ártico a través de su ciclo anual. Esta etapa de congelación comenzará en cuestión de semanas. Ahora empieza el trabajo científico, que desarrollaré como investigador del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el único organismo de investigación español que participa en la misión. Trabajo en el proyecto SIMPATICO, que estudia el transporte primario de aerosoles en la atmósfera ártica, y que está financiado por la Agencia Estatal de Investigación. Esta semana empezamos a desplegar los instrumentos de medición en el hielo y en el agua.
A lo que más cuesta adaptarse es al exceso de luz. Aquí tenemos 24 horas de sol diarias; el sol de mediodía es igual al sol de medianoche. Así nunca sabes qué hora del día es. A menudo cuesta dormir y el cuerpo te pasa factura; después de algunos días tienes que dormir más para poder descansar. Además, el cielo está siempre con niebla y con muchas nubes. Se debe a la temperatura, el agua en el aire y el hielo hacen que siempre haya muchas nubes, de manera que hay días de niebla en los que no se ve ni la punta del barco.
Aquí el cambio climático hace evidentes sus efectos. Antes de llegar a este emplazamiento, el 13 de agosto, el Polarstern, del centro de investigación alemán Alfred Wegener Institut, tuvo que abandonar el lugar donde estaba fijado. El rompehielos estuvo varado 300 días en una banquisa en el estrecho de Fram, entre Groenlandia y las islas Svalvard. Pero a finales de julio se había derretido completamente y era peligroso caminar sobre ella.
En un pasado no muy lejano, esta región solía estar cubierta con un hielo espeso y grueso. Estos días, incluso hacia la latitud 87 norte el hielo es delgado. Este año 2020, desgraciadamente, el hielo se está deshaciendo más aún que en años anteriores. Así que tuvimos que empezar a romper el hielo rumbo al norte, a través del Polo, para buscar una banquisa gruesa para poder hacer medidas.
Y el día 21, situados en el centro de la deriva transpolar, lo conseguimos. En pleno verano ártico, con el deshielo estival, cerca del Polo Norte tenemos un espesor de entre 50 centímetros y tres metros; la mayoría del hielo que encontramos tiene un espesor de un metro o metro y medio.
Al llegar al Polo, mi pensamiento ha ido con los exploradores del siglo pasado que lograron llegar hasta aquí y estudiaron el hielo y sus propiedades. El primero que cruzó el Polo Norte, de forma consistente y científicamente verificada, fue el explorador noruego Roald Amundsen, y su patrocinador estadounidense, Lincoln Ellsworth, que llegaron hasta aquí el 12 de mayo de 1926 con el dirigible Norge, inventado y conducido por el italiano Umberto Nobile.
Ayer, 23 de agosto, fue mi cumpleaños y fue bonito pasarlo en este panorama remoto y desolado, embarcado en otra expedición para la historia. El Polarstern es el rompehielos más famoso del mundo porque desde 1982 visita cada año el Ártico y la Antártida (este es el primer año que no viaja al continente austral). Con una eslora de 118 metros y 15.000 toneladas, con 4 motores diésel de unos 14.000 Kw, puede operar a temperaturas de 50 grados bajo cero. Puede romper hielo de 1,5 metros de grosor a una velocidad de 5 nudos (unos 10 kilómetros por hora), y de 3 metros de grosor mediante embestidas. Tiene capacidad para unos 60 científicos y 40 tripulantes.
El Polarstern es como un centro de investigación flotante. Sobre la planta de los motores y talleres (fontaneros, electricistas, informáticos, mantenimiento de helicópteros), tenemos varios laboratorios principalmente para análisis de agua y de hielo. En la proa hay varios contenedores para hacer mediciones del aire. Yo tengo un espacio en el laboratorio de biología, ya que mi trabajo es estudiar la relación entre el mar y la atmósfera y ver cómo los ecosistemas afectan a la formación de partículas.
Más arriba tenemos dos plantas con salas de estar y de reuniones, biblioteca, y las habitaciones. Yo comparto mi habitación (la C342) con Daiki Nomura, un investigador japonés de la Hokkaido University que estudia gases como el metano que salen desde el hielo y el agua. La planta superior alberga el puente de mando y despachos con equipos de telecomunicaciones y varios radares, incluido uno para medir el hielo.
Mientras el rompehielos acaba de asentarse en la nueva banquisa, me preparo para poner en marcha el instrumental de investigación. Para instalar el campo sobre el hielo, estos días tenemos jornadas maratonianas desde las 7,30 hasta las 23,30, con reuniones los siete días de la semana. Una vez colocadas las herramientas de medición, podré observar la relación entre los procesos biológicos del océano Ártico y la formación de las nubes. Más información, dentro de 15 días, desde la punta de la Tierra.
Manuel Dall’Osto es investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM-CSIC). El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) es la única institución española que participa en MOSAIC. Tiene dos proyectos de investigación del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC): uno que estudiará la masa y el grosor del hielo vía satélite y otro, que lidera Manuel Dall’Osto, que investigará la relación entre la materia biológica marina y la formación de las nubes.
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