Siga la pista del dinero
En la segunda mitad de 2021 los laboratorios podrán producir la vacuna en masa, según Bill Gates
No hay una ciencia china, ni norteamericana ni española. La ciencia es un empeño internacional, y siempre ha sido pedigüeña y oportunista. Si miramos hacia atrás, los grandes avances científicos del siglo XX ―la mecánica cuántica, la relatividad, la doble hélice del ADN― fueron obra de unas personas de gran talento, sí, pero que trabajaban por un sueldecillo asignado por algún Gobierno u otro con más racanería que perspicacia. Sus proyectos eran baratos en la época. Solo en las ocasiones más imperiosas, como el desarrollo de la bomba atómica y la física nuclear subsiguiente, la ciencia ha esta...
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No hay una ciencia china, ni norteamericana ni española. La ciencia es un empeño internacional, y siempre ha sido pedigüeña y oportunista. Si miramos hacia atrás, los grandes avances científicos del siglo XX ―la mecánica cuántica, la relatividad, la doble hélice del ADN― fueron obra de unas personas de gran talento, sí, pero que trabajaban por un sueldecillo asignado por algún Gobierno u otro con más racanería que perspicacia. Sus proyectos eran baratos en la época. Solo en las ocasiones más imperiosas, como el desarrollo de la bomba atómica y la física nuclear subsiguiente, la ciencia ha estado bien financiada por razones geoestratégicas evidentes. En general, sin embargo, los científicos y sus ideas se han tenido que mudar allí donde había dinero para desarrollarlas. Oportunista y pedigüeño, así es el avance del conocimiento.
Ahora que Donald Trump alardea de cortarle el grifo a la OMS, justo cuando el organismo internacional es más necesario que nunca para coordinar la lucha contra esta pandemia y contra todas las demás que vinieron y vendrán, resulta casi forzoso volver la cabeza hacia el fundador de Microsoft, una de las mayores fortunas registradas y, pese a ello, uno de los empresarios más éticos de los que puede presumir el mundo. Por ejemplo, la pasta que acaba de inyectar a la OMS la Fundación Bill y Melinda Gates equivale a la mitad del agujero que Trump va a hacerle a la organización sanitaria de Naciones Unidas. No son cantidades conmensurables, porque el dinero de Trump iba a cuotas y el de los Gates a proyectos de investigación. Pero la ciencia es oportunista y se irá allí donde huela financiación para sus ideas.
Así que, puestos a adivinar el futuro inmediato, habrá que seguir la pista del dinero. Y Gates deja muchas pistas sin borrar. Hace dos domingos publicó en este diario su estrategia mundial contra la covid-19, con especial énfasis en la salud de las poblaciones más pobres del mundo. Ahora sigue explicándose en The Economist. Veamos qué piensa el que tiene la pasta y la cabeza para mover las cosas en este planeta lastrado por inercias seculares e irracionales que, por todo lo que sabemos, no sirven para arreglar gran cosa. O, como diría un diplomático británico, resultan subóptimas.
Gates, una de las personas mejor asesoradas del planeta, cree que la humanidad no superará esta pandemia hasta que la mayoría de la población mundial esté vacunada. Antes de eso, y por más que los Gobiernos vayan relajando (‘desescalando’) las medidas y el comercio vaya reabriendo, la gente seguirá retraída y temerosa de pillar el virus. Está en la naturaleza humana. Mientras Occidente empieza a relajarse, el coronavirus matará a millones de personas en África. Los estadios de fútbol, los aeropuertos, el turismo y la demanda seguirán deprimidos. En la segunda mitad de 2021, los laboratorios podrán producir la vacuna en masa. La única salida es invertir en investigación. Lo dice el de la pasta, muchachos.