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¡Terremoto electoral en Chile! Causas y proyecciones del avance de la derecha

Con el paso a segunda vuelta de Kast y el avance del Partido Republicano, en ambas cámaras del Congreso, es evidente que la elección significa una derrota para Chile Vamos

Los recientes comicios presidenciales y parlamentarios alcanzaron un alto nivel de participación ciudadana –con más de doce millones de votantes–, siendo los primeros, desde el retorno de la democracia, con base en el voto obligatorio. Un contexto de fragmentación partidaria, de divisiones en la derecha y de ausencia por primera vez –desde 1989– de opciones de centro, marcaron la campaña y toda la fase previa a las elecciones. A diferencia de las proyecciones de la mayoría de las encuestas, Jeannette Jara se impuso levemente, con menos del 27% de la votación, ante la candidatura de José Antonio Kast, quien obtuvo alrededor del 24%. La sorpresa de la jornada fue la votación de Franco Parisi, quien, al igual que en 2021, se ubicó de nuevo en tercer lugar –esta vez con más del 19%– aumentando su respaldo tanto en volumen y en porcentaje.

La votación obtenida por la candidata oficialista tiende a coincidir con el respaldo manifestado por la ciudadanía hacia la gestión del actual gobierno. Menos del 30% apoyó a Jara, porcentaje similar a la aprobación del gobierno, según lo que han venido registrando de manera sistemática las encuestas. Con el nivel de votación obtenida por Jara, así como por otros candidatos que pertenecen a la centroizquierda y a la izquierda respectivamente, como lo son Marco Enríquez-Ominami y Eduardo Artés, que en conjunto no logran sumar el 2%, las posibilidades de ser electa en segunda vuelta se tornan casi imposibles. De hecho, el mayor desempeño de Jara se produjo en la Región Metropolitana de Santiago, en cuyas comunas la derecha en su conjunto reunió más del 50% de la votación.

Para la derecha, en cambio, el panorama ofrece mayores posibilidades tanto por lo que reunieron las tres candidaturas, como por el avance registrado en ambas cámaras del Congreso. En efecto, aparte del apoyo ofrecido por Johannes Kaiser y Matthei, la derecha obtiene la mayoría en la Cámara de Diputados, por primera vez desde el retorno a la democracia, y una suerte de empate en la representación del Senado. Sin embargo, no logra los 4/7 requeridos para reformar la Constitución, ni modificar leyes orgánicas constitucionales, lo que obligará a un eventual gobierno de derecha a tener que negociar con la oposición acerca de esas materias.

Bajo este panorama, cabe preguntar: ¿cómo entender este nuevo avance de la derecha? Al mismo tiempo, ¿cuáles son sus proyecciones inmediatas y sus repercusiones desde el punto de vista político?

En primer lugar, habría que mencionar los desaciertos y la falta de autocrítica tanto en el actual gobierno como en los partidos del oficialismo, para enmendar un rumbo perdido tras el fracaso del primer proceso constituyente, en 2022. Durante la campaña electoral fue la derecha –y en particular Kast– la que logró imponer su propia agenda, en materia de seguridad, crecimiento y reducción del desempleo, temas todos ellos prioritarios para la ciudadanía– según lo registrado en la mayoría de las encuestas. El resto de las candidaturas simplemente fue incorporando esos temas como parte de sus ejes de campaña, sin presentar propuestas alternativas.

En segundo lugar, cabe agregar que las recientes elecciones estuvieron antecedidas por denuncias de corrupción, acciones del crimen organizado, un aumento del desempleo y una percepción de escepticismo, sino pesimismo, respecto al futuro. Por cierto, tales situaciones no solo permiten entender el resultado obtenido por el oficialismo, sino que devienen en desafíos para el próximo gobierno.

En tercer lugar, el hecho de que el actual gobierno jamás se tomó en serio los problemas de seguridad ciudadana. En un primer momento, eludió el debate, o bien lo asumió bajo un sesgo ideológico, en especial, entre los representantes de la alianza del Partido Comunista (PC) con el Frente Amplio (FA). En diversas ocasiones, los problemas relacionados con la seguridad provocaron controversias entre dichos partidos y los del llamado “Socialismo Democrático”.

En cuarto lugar, el debilitamiento organizativo de los partidos. Hecho que ha redundado en fragmentación y en una desnacionalización de la representación política, la que queda remitida a territorios específicos. La fragmentación ha tendido a fortalecer los polos, de izquierda y de derecha, al grado de provocar la diseminación del centro político. Por ende, no es casual que los partidos más afectados sean aquellos que formaron parte de la exConcertación, que en la actualidad quedan con un menguado apoyo electoral y una débil presencia en ambas cámaras del Congreso Nacional.

Previo a las elecciones el ambiente de campaña estuvo marcado por la frecuente movilidad en las preferencias de los electores, según lo registrado por las encuestas de opinión pública. Así lo evidenciaron los mismos resultados, tomando en cuenta la posición que poseía en los inicios la candidata de Chile Vamos, Evelyn Matthei. Además, la falta de distinción entre ofertones y propuestas de las diferentes candidaturas no permitieron reconocer, con claridad, el nivel de distanciamiento entre una u otra opción.

Jara tuvo un rendimiento que la dejó en primer lugar, al no tener contendores que la desafiaran y arrogaran la representación de la centroizquierda y del resto de la izquierda. Por primera vez una candidata comunista logró concitar adhesión desde la Democracia Cristiana hasta su propio partido. Por más que intentó un distanciamiento con el gobierno, al final tuvo que asumir los costos de ser una candidata continuista. Peor aún tomando en cuenta que desde el gobierno hubo claras muestras de intervención. Basta mencionar la maniobra por estirar la acusación constitucional contra exministro de Energía hasta después de las elecciones, o en postergar la difusión de los resultados de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), que muestran los avances o retrocesos en la reducción de la pobreza.

La contienda electoral sacó a relucir una fuerte disputa por el liderazgo y la hegemonía dentro de la derecha. Con el paso a segunda vuelta de Kast y el avance experimentado por el Partido Republicano, en ambas cámaras del Congreso, es evidente que la reciente elección significa una derrota para Chile Vamos, integrada por Renovación Nacional (RN), la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Evolución Política (Evopoli). Los resultados permitieron el giro hacia una derecha “más radical”, aunque también es importante destacar que este último sector deriva de partidos como RN y la UDI. Después de todo, las tres candidaturas de la derecha han sido tributarias del pasado pinochetista, o bien, en el caso de Matthei y de Kast, figuras que respaldaron al exdictador en el plebiscito de 1988.

La vocera del gobierno, Camila Vallejos, se refirió a las recientes elecciones como algo crucial para “la consolidación de la democracia”. Bajo su lógica, la democracia chilena se consolida con el triunfo de un heredero del pinochetismo y del gremialismo original. Una verdadera paradoja si se considera, además, que la segunda vuelta tendrá lugar el próximo 14 de diciembre, misma fecha que la primera elección –también presidencial y parlamentaria– que marcó el retorno a la democracia en 1989.

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