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Elecciones Chile

La incertidumbre gobierna Chile a una semana de las elecciones presidenciales

Son los primeros comicios con voto obligatorio, lo que aumenta las dudas sobre el resultado. Las encuestas son favorables a las derechas

En una semana, el domingo 16 de noviembre, más de 15 millones de electores en Chile están convocados a las urnas para elegir a un nuevo presidente de la República que asumirá el cargo tras el izquierdista Gabriel Boric, en una toma de posesión prevista para el próximo 11 de marzo. Las encuestas muestran la ventaja de las derechas —hay al menos tres— para quedarse con La Moneda en el periodo 2026-2030. El que tiene mayores posibilidades es el ultra José Antonio Kast, líder del Partido Republicano. Es la tercera vez que se presenta y lo hace como un estadista defensor del orden y la seguridad, aunque en esta campaña ha ocultado estratégicamente sus posiciones ultraconservadoras en materia de libertades individuales, como el aborto.

Los ciudadanos votarán también para elegir un nuevo Congreso (la totalidad de la Cámara de Diputados y la mitad de los escaños del Senado). Es la primera elección presidencial desde el retorno a la democracia en 1990 que se celebra en Chile con el sistema de inscripción automática en los registros electorales y voto obligatorio, lo que aumenta la incertidumbre respecto de las preferencias de los millones de nuevos votantes.

El oficialismo de Boric eligió a una candidata única en primarias, la comunista Jeannette Jara. En el camino se quedó la izquierdista moderada Carolina Tohá. Ambas fueron ministras del actual Gobierno —Jara de Trabajo y Tohá de Interior—, pero el abrumador triunfo de Jara por un 60% en las primarias fue, paradójicamente, la primera señal de que no corrían buenos aires para la izquierda.

Aunque se trata de una líder convocante, de una nueva generación (tiene 51 años) y que perfectamente podría integrar a las corrientes menos doctrinarias de la izquierda, su larga militancia comunista le ha pesado en un país que mira con temor las experiencias fallidas en la región, especialmente la venezolana. Ernesto Ottone, doctor en Ciencias Políticas y ensayista de centroizquierda, asesor estrecho de Ricardo Lagos en su Gobierno (2000-2006), ha resumido en una frase las aprensiones: “No se puede ser comunista y demócrata”.

La ley chilena prohíbe difundir encuestas en los 15 días previos a una elección. Pero, de acuerdo a los últimos sondeos disponibles, Jara promediaba un 28,5% de respaldo, lo que la instala en el primer lugar de las preferencias. Su problema no es pasar a segunda vuelta —es altamente probable que lo conseguirá y, tal vez, con el mejor resultado—, sino ganar el balotaje del 14 de diciembre. El gran desafío para la izquierda es convocar a una mayoría social (el 50% más uno de los votos), cuando el propio Gobierno de Boric no ha logrado despegar del 30% en estos casi cuatro años.

El Ejecutivo ha gozado de un respaldo leal que lo ha arropado en los momentos complejos, como el rechazo al proyecto de nueva Constitución en 2022 que la izquierda apoyaba, pero que resulta insuficiente para que Boric consiga que le suceda un presidente de su mismo signo político. Era, en cualquier caso, una tarea titánica: desde 2006, cuando Lagos traspasó el poder a Michelle Bachelet, socialista como él, en Chile se sucede la alternancia política. Es lo que se conoce como el péndulo chileno.

Cäcilie Schildberg, que dirige la oficina de la Fundación Friedrich Ebert en Chile, escribió que “Jara encarna lo que queda de la idea de justicia social”, pero “tiene una carga que soportar: es la candidata del Gobierno de izquierda, cuyo historial ha decepcionado a muchos votantes. Este es el error clave de la izquierda en Chile: no ha logrado transformar el descontento social en un progreso concreto y tangible”. Incluso desde el progresismo se reconocen las dificultades de esta presidencial. Alfredo Joignant, politólogo y columnista de EL PAÍS, hace unas semanas se preguntaba en este periódico: “¿Qué razones podría haber para pensar que la candidata de izquierdas Jeannette Jara podría ganar la elección presidencial? Ninguna", respondió con honestidad.

Habrá ocho candidatos en la papeleta, pero solo cuatro con opciones reales: Jara, por la izquierda, y la derecha dividida en tres. Como la oposición no realizó primarias, en una semana más medirán sus fuerzas. La derecha tradicional lleva como candidata a Evelyn Matthei, una liberal con casi 40 años de trayectoria pública, a la que le ha sido complejo diferenciarse de las dos fuerzas radicales que han nacido a su derecha en los últimos años: la de Kast —que militaba en la Unión Demócrata Independiente (UDI), como ella, antes de comenzar su proyecto republicano— y la de Johannes Kaiser, diputado del Partido Nacional Libertario, que presume de un discurso incluso más radical que Kast respecto de las libertades personales, los migrantes, la delincuencia y reivindica la dictadura de Augusto Pinochet. En una entrevista televisiva, consultado sobre si apoyaría o no un nuevo golpe de Estado, como el de 1973 que derrocó a Salvador Allende, el libertario respondió que “sin duda, absolutamente”.

Los promedios de las encuestas muestran a Kast con un 19,9% de respaldo, con lo que pasaría a segunda vuelta con Jara. Se trata, por lo tanto, de una elección donde los ciudadanos probablemente deberán elegir como nunca entre dos polos: una militante comunista y un ultraderechista. En las últimas semanas, antes de la prohibición de los sondeos, Kaiser se instaló en el tercer lugar y quedó a solo cuatro puntos de Kast, con un 15,6%. Aunque no se podría descartar que el libertario sea quien pase al balotaje, por lo tanto, no es el escenario más probable dada la fuerza que sigue mostrando Kast.

Matthei, desplazada a un cuarto lugar, aunque durante meses lideró los sondeos, alcanza en promedio del 14,1%. La derecha tradicional parece perpleja ante las nuevas derechas, aunque muy probablemente se unirá a ellas para conformar un Gobierno y volver a La Moneda, que dejó en marzo de 2022 con Sebastián Piñera (2010-2014, 2018-2022).

Las derechas, sumadas, rozan el 50%, de acuerdo a los últimos sondeos conocidos. Con un discurso centrado fundamentalmente en materias de orden y seguridad, prometen soluciones a un electorado cuya principal preocupación son la delincuencia, los asaltos y los robos, según la última encuesta del Centro de Estudios Públicos, CEP. El académico chileno Cristóbal Rovira asegura que los diseños institucionales de la región empujan la llegada de las ultraderechas al Poder Ejecutivo por sí sola, como ha ocurrido en Argentina, Brasil o El Salvador. “En elecciones presidenciales con segunda vuelta, gran parte de los votantes termina apoyando al mal menor y castigando a los incumbentes si no han gobernado bien”, explica.

La sociedad chilena no está especialmente ilusionada con estas elecciones y se observa en la calle: no hay ambiente de campaña. Como señala el reciente sondeo ICSO UDP, un 55% de los chilenos está de acuerdo con la frase “da lo mismo quién gobierne, igual tengo que salir a trabajar”. Kathya Araujo, académica de la Universidad de Santiago, habla de un malestar que se ha vuelto estructural, de que “el voto obligatorio está tapando el desapego que hay con la política” y de la poca adhesión ideológica y la distancia hacia los partidos, donde electores de familias socialistas perfectamente podrían apostar por Kast o Kaiser. “En esta elección, yo sería incapaz de decir qué va a pasar”, analizó Araujo hace unos días, en una muestra más de la incertidumbre y volatilidad con que navega hoy Chile, a una semana de las elecciones.

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